Un paseo por Moya
(Por Agustín Bethencourt)
Ayer por la tarde, y gracias al amigo Perera, colega de aventuras en Bienmesabe, me fui a dar un paseo a Moya. Esta población, para los que no conozcan Gran Canaria, se encuentra situada en las medianías de la isla, y el municipio va desde la costa norte hasta el centro de la misma.
La primera impresión, el verdor tras los días de lluvia, el olor a tierra húmeda. Con mi cachimba encendida eché a caminar desde el Instituto Doramas hacia el casco del pueblo. Al llegar al mismo, me encuentro con las mascaritas pidiendo huevos. Una imagen carnavalesca de mi infancia que en el barrio de Tafira Baja se ha perdido y que aún continúa viva en el municipio norteño. Mientras disfrutaba de la imagen de un rancho de niños disfrazados de fantasma de casa en casa y de tienda en tienda, me iba acercando a la Casa-Museo de Tomás Morales, frente al ayuntamiento.
Al entrar al mismo me salió al paso Juan, que luego, fiel escudero, me acompañaría durante toda la visita, no me fuera a perder en el enorme edificio. Me gustó volver a visitar las estancias de la casa materna del poeta. Me recordó aquellos Modos Modernistas de los que pude disfrutar aprendiendo hace ahora dos o tres años, no recuerdo bien. Retratos y manuscritos del poeta, cuadros de Hurtado de Mendoza ¡qué delicia! y una selecta bibliografía hacen a esta casa merecedora de una mayor atención por nuestra parte. Tras una amena conversación con Saro Henríquez, responsable de la biblioteca del museo, me dirigí hacia la zona de la iglesia, que en aquel momento estaba cerrando después de que los últimos feligreses abandonaran el templo tras la misa. Entonces rodeé la iglesia y me asomé al impresionante barranco de Moya. Impresionante. Imaginé, una vez más y sin gran esfuerzo, a las tropas castellanas ascendiendo por el barranco a caballo y con sus ruidosas armaduras tras los valientes canarios, que estarían esperando el momento adecuado para abalanzarse sobre ellos. Estoy seguro de que todo eso se llevará alguna vez al cine, le comenté más tarde a Perera cuando volví a reunirme con él en las cercanías del Instituto Doramas, ya camino de vuelta.
Y parece que vuelvo ahora de Moya y no ayer por la noche. Ahora, cuando comparto todo esto con ustedes, que también estuvieron allí sin saberlo, porque tecleando memoria, nos narramos, nos identificamos, como diría maestro Tacoronte. Salud y memoria: hermosa memoria y hermoso taller el mío, la isla.
PUERTO DE GRAN CANARIA
Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina,
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina...
Silencio de los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confín perdido,
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido...
Fingen, en la penumbra, fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados,
brillando entre las ondas muertas de la bahía;
y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía...
Tomás Morales.
Nota del autor: Cortesía de uno de nuestros lectores (ver comentarios), añadimos un poema del autor, referido a su pueblo natal, Moya.
Las Rosas de Hércules.
(L.I). Vacaciones Sentimentales
Y he recordado
El breve rincón de un pueblecillo;
unas tapias musgosas de encarnado ladrillo
y un jardín que tenia limoneros en flor.
Una pequeña rubia como fruto dorado,
cuyas pupilas eran de una apacible luz,
y un audaz rapazuelo de correr alocado
vestido con un traje de marinero azul.
Primavera era el hada de sus juegos pueriles
En la huerta sonaban los gritos infantiles
que callaban, de pronto, bajo la tarde en paz;
Cuando una voz llegaba, serena y protectora,
desde el balcón, donde una enlutada señora
llamaba dulcemente: Guillermina Tomás.
Tomás Morales
Ayer por la tarde, y gracias al amigo Perera, colega de aventuras en Bienmesabe, me fui a dar un paseo a Moya. Esta población, para los que no conozcan Gran Canaria, se encuentra situada en las medianías de la isla, y el municipio va desde la costa norte hasta el centro de la misma.
La primera impresión, el verdor tras los días de lluvia, el olor a tierra húmeda. Con mi cachimba encendida eché a caminar desde el Instituto Doramas hacia el casco del pueblo. Al llegar al mismo, me encuentro con las mascaritas pidiendo huevos. Una imagen carnavalesca de mi infancia que en el barrio de Tafira Baja se ha perdido y que aún continúa viva en el municipio norteño. Mientras disfrutaba de la imagen de un rancho de niños disfrazados de fantasma de casa en casa y de tienda en tienda, me iba acercando a la Casa-Museo de Tomás Morales, frente al ayuntamiento.
Al entrar al mismo me salió al paso Juan, que luego, fiel escudero, me acompañaría durante toda la visita, no me fuera a perder en el enorme edificio. Me gustó volver a visitar las estancias de la casa materna del poeta. Me recordó aquellos Modos Modernistas de los que pude disfrutar aprendiendo hace ahora dos o tres años, no recuerdo bien. Retratos y manuscritos del poeta, cuadros de Hurtado de Mendoza ¡qué delicia! y una selecta bibliografía hacen a esta casa merecedora de una mayor atención por nuestra parte. Tras una amena conversación con Saro Henríquez, responsable de la biblioteca del museo, me dirigí hacia la zona de la iglesia, que en aquel momento estaba cerrando después de que los últimos feligreses abandonaran el templo tras la misa. Entonces rodeé la iglesia y me asomé al impresionante barranco de Moya. Impresionante. Imaginé, una vez más y sin gran esfuerzo, a las tropas castellanas ascendiendo por el barranco a caballo y con sus ruidosas armaduras tras los valientes canarios, que estarían esperando el momento adecuado para abalanzarse sobre ellos. Estoy seguro de que todo eso se llevará alguna vez al cine, le comenté más tarde a Perera cuando volví a reunirme con él en las cercanías del Instituto Doramas, ya camino de vuelta.
Y parece que vuelvo ahora de Moya y no ayer por la noche. Ahora, cuando comparto todo esto con ustedes, que también estuvieron allí sin saberlo, porque tecleando memoria, nos narramos, nos identificamos, como diría maestro Tacoronte. Salud y memoria: hermosa memoria y hermoso taller el mío, la isla.
PUERTO DE GRAN CANARIA
Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina,
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina...
Silencio de los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confín perdido,
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido...
Fingen, en la penumbra, fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados,
brillando entre las ondas muertas de la bahía;
y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía...
Tomás Morales.
Nota del autor: Cortesía de uno de nuestros lectores (ver comentarios), añadimos un poema del autor, referido a su pueblo natal, Moya.
Las Rosas de Hércules.
(L.I). Vacaciones Sentimentales
Y he recordado
El breve rincón de un pueblecillo;
unas tapias musgosas de encarnado ladrillo
y un jardín que tenia limoneros en flor.
Una pequeña rubia como fruto dorado,
cuyas pupilas eran de una apacible luz,
y un audaz rapazuelo de correr alocado
vestido con un traje de marinero azul.
Primavera era el hada de sus juegos pueriles
En la huerta sonaban los gritos infantiles
que callaban, de pronto, bajo la tarde en paz;
Cuando una voz llegaba, serena y protectora,
desde el balcón, donde una enlutada señora
llamaba dulcemente: Guillermina Tomás.
Tomás Morales
13 comentarios
Anónimo -
Bethencourt -
Profesor Ruano -
Puerto de Gran Canaria (y no Puertos de Las Palmas con que nos castigan)me trae a la memoria a aquel gran profesor de Lengua procedente de las medianías norteñas llamado don Antonino Medina Falcón. ¿Qué es de él? Hace años que no lo sé. ¿Fue? Iniciaba sus clase con este recio y vibrante soneto que llenaba de orgullo y hacía henchir los pechos de sus alumnos. Recuerdo también la sonora voz del que fuera inspector de Enseñanzas Medias de Canarias, don Joaquín Artiles, selecto hijo de Agüimes, cuando recitaba a Tomás Morales en la publicación de La Rosa de los vientos. ¡Hubo tiempos, tiempos habemos, tiempos vendrán!
Profesor Ruano -
Anónimo -
Y he recordado
El breve rincón de un pueblecillo;
unas tapias musgosas de encarnado ladrillo
y un jardín que tenia limoneros en flor.
Una pequeña rubia como fruto dorado,
cuyas pupilas eran de una apacible luz,
y un audaz rapazuelo de correr alocado
vestido con un traje de marinero azul.
Primavera era el hada de sus juegos pueriles
En la huerta sonaban los gritos infantiles
que callaban, de pronto, bajo la tarde en paz;
Cuando una voz llegaba, serena y protectora,
desde el balcón, donde una enlutada señora
llamaba dulcemente: Guillermina Tomás.
Tomás Morales
Bethencourt -
La Niña -
Anónimo -
Luis -
perera -
¿Sólo tardes húmedas? Y mañanas, y todo el día... Que este año lo estoy viviendo y no veas cómo se mete la humedad por el cuerpo.
Por cierto, el martes estuvo Marcial Morera dando una charla a los chicos sobre español de Canarias y la valoración que nuestros escritores han hecho de nuestra modalidad lingüística a la hora de hacer literatura. Te lo digo porque antes hablamos de Leipzig, del señor Amador, del "-or" y del "-dor"... Mucha salud, querido.
Luis -
hideyoshi -
Philippe Tacoronte -