SE PUEDE SER FELIZ EN Y DESDE AGULO
(Por Perera)
Hoy traemos a esta sección de nuestra Trapera una en absoluto conocida voz poética del y para el archipiélago canario. Se trata de Cesarina Bento (1844-1910), poetisa del pueblo de Agulo (conocido como el Bombón de La Gomera), de la que sólo conocemos unos tantos poemas recogidos en Poetas Canarios (1874) de Elías Mújica y en Las poetisas isleñas (1940), un opúsculo del hasta ahora inestudiado y sangrantemente cuasiolvidado Sebastián Padrón Acosta, el que parece encontró (como tantas otras cosas de nuestro XIX) un volumen manuscrito de poesías y prosas de la autora, en la actualidad desaparecido.
Demos datos. Como hemos dicho, nace en Agulo y su familia pasará nueve años en Cuba (porque te amo, Cuba, como a mi patria: léase Canarias). Allí recibiría clases de José de La Luz Caballero, el gran impulsor de la filosofía laica y de la modernización del sistema de enseñanza en aquel país (un señor que estuvo con Humboldt en Berlín proyectando un laboratorio magnético en La Habana), siendo crítico feroz con el maltrato a los campesinos y con el régimen esclavista. Al regresar su padre a La Gomera, parece que ella tenía cierto miedo y reparo en la vuelta. Lo hicieron en 1863. Cesarina murió a los sesenta y seis años en su pueblo de nacimiento.
Alfonso González Jerez, que hace la introducción a este libro publicado (cómo no) por Ediciones Idea, en su colección Voces de La Gomera (marzo, 2004), tiene una visión del Romanticismo literario canario más al uso que los retretes (rezagada y chirriante, nulidades y mediocridades; donde se tacha a Graciliano Afonso como mismo lo hace Menéndez Pelayo: algo así como un ignorante de la poesía...). Y, vamos, no es que me parezca mal: me parece una verdadera ignorantada (esta sí) porque no da argumentos NUEVOS para ello afirmar. Pero, en fin, una pequeña introducción que (como todo nimio textito) repite y sepulturiza a esa época olvidada por machacada.
Eso sí (me pregunto): ¿para qué un libro de una insufrible faramalla (como dice de los poetas canarios de este siglo), y encima de La Gomera, y encima de Agulo? ¿Dónde están los razonamientos, por tanto, para fundamentar en Ediciones Idea libros de tan infumable calibre, según tal señor?
En todo caso, querido, bienvenido sea este puñado de textos para muchos; a pesar de sus fustigamientos.
Sin embargo, como he dejado de creer hace un tiempito en esos análisis filológicos almárgenes de la realidad, a mí esta señora, y sus testimonios (palabra con mucho peso desde nuestra boca) poéticos, se me avecinan un caso claro de reflexión desde varios DESDES significativos.
Ella nos habla desde su condición de mujer del siglo XIX, que no es poco socialmente hablando. Y es escritora desde su condición de poeta mujer, que tampoco es poco (recordemos que las poetisas canarias han sido trabajadas, sobre todo, por Blanca Hernández para el siglo XX canario; y por Padrón Acosta y Eugenio Padorno para el siglo XIX). Pero es que, encima, no suele figurar en los listados de estas poetas canarias decimonónicas: así que hablamos desde un margen más al margen de las ignoradas escritoras de este momento. Dentro del desde periférico que son todos los poetas isleños para la crítica literaria (y no sólo peninsular-europea: como hemos visto en González Jerez). Y, para más inri, no sólo desde La Gomera, sino desde Agulo (¡toma ya!).
En medio de toda esta marginalidad vivida en la carnes de Cesarina Bento (fuera ella consciente o no), no es otra que ella misma la que nos da la pauta justa a seguir: el análisis y el conocimiento de vidas (supuestamente) anónimas de nuestras realidades es dar vida a los que precisamente, una vez muertos, han querido algunos re-matar. Porque, amigos, que no se haya escrito, que no se haya dejado ningún testimonio, no quiere decir que no se haya ni vivido ni dejado huella. Mi pregunta sería: ¿qué hay de todos aquellos innobrados en la HISTORIA, ese término lleno de connotaciones injustas para los que han estado al margen de la escritura, al margen de las (grandes) ciudades, al margen de las (grandes) hazañas? ¿Qué hay de las pulguitas humanas?
Tener que decir que YA NO EXISTEN, ni como muertos, me parece una gran barbaridad. Hay que escribir en ellos y desde ellos (no sé si González Jerez será, en este sentido, consciente de su buen hacer). Porque tantas enseñanzas y sabidurías (se puede ser feliz en La Gomera) dieron a otros anónimos que, quizás alguno, dejó de serlo ignorando todo su pasado. ANONIMIA es la barbarie: pero porque, en la mayoría de los casos, los NOMBRADOS y NOMBRANTES lo han querido: han querido re-matar.
No me digan que no es revolucionario decir, en medio de la GRAN CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL, desde la barbarie: se puede ser feliz en y desde Agulo.
VII
Que allá en el fondo de mi mente ardía
y era a mi patria regresar un día
y allí, bajo su cielo transparente,
a la sombra del haya y los viñátigos
alejados del mundo inconsecuente
do sólo se hayan ya seres apáticos,
vivir unidos por amor ardiente
y sin oír discursos enigmáticos,
que aún dura allí la semilla primera,
se puede ser feliz en La Gomera.
VIII
En la cumbre de un peñón
que bate el mar con sus olas,
me senté, dejando, a solas,
vagar la imaginación.
Una cruz, sin inscripción,
me conmovió, sin hablar,
sobre el peñón, hecho altar.
La cruz me pidió un sufragio
y en recuerdo de un naufragio
recé, maldiciendo al mar.
En confusión transitoria
vi, por las aguas cubiertos,
despojos de muchos muertos
que viven en mi memoria;
pero, al repasar mi historia
de tan siniestros horrores,
el mar calmó mis dolores
con la brisa de ternura
que tiene toda hermosura
para templar los rencores.
Hoy traemos a esta sección de nuestra Trapera una en absoluto conocida voz poética del y para el archipiélago canario. Se trata de Cesarina Bento (1844-1910), poetisa del pueblo de Agulo (conocido como el Bombón de La Gomera), de la que sólo conocemos unos tantos poemas recogidos en Poetas Canarios (1874) de Elías Mújica y en Las poetisas isleñas (1940), un opúsculo del hasta ahora inestudiado y sangrantemente cuasiolvidado Sebastián Padrón Acosta, el que parece encontró (como tantas otras cosas de nuestro XIX) un volumen manuscrito de poesías y prosas de la autora, en la actualidad desaparecido.
Demos datos. Como hemos dicho, nace en Agulo y su familia pasará nueve años en Cuba (porque te amo, Cuba, como a mi patria: léase Canarias). Allí recibiría clases de José de La Luz Caballero, el gran impulsor de la filosofía laica y de la modernización del sistema de enseñanza en aquel país (un señor que estuvo con Humboldt en Berlín proyectando un laboratorio magnético en La Habana), siendo crítico feroz con el maltrato a los campesinos y con el régimen esclavista. Al regresar su padre a La Gomera, parece que ella tenía cierto miedo y reparo en la vuelta. Lo hicieron en 1863. Cesarina murió a los sesenta y seis años en su pueblo de nacimiento.
Alfonso González Jerez, que hace la introducción a este libro publicado (cómo no) por Ediciones Idea, en su colección Voces de La Gomera (marzo, 2004), tiene una visión del Romanticismo literario canario más al uso que los retretes (rezagada y chirriante, nulidades y mediocridades; donde se tacha a Graciliano Afonso como mismo lo hace Menéndez Pelayo: algo así como un ignorante de la poesía...). Y, vamos, no es que me parezca mal: me parece una verdadera ignorantada (esta sí) porque no da argumentos NUEVOS para ello afirmar. Pero, en fin, una pequeña introducción que (como todo nimio textito) repite y sepulturiza a esa época olvidada por machacada.
Eso sí (me pregunto): ¿para qué un libro de una insufrible faramalla (como dice de los poetas canarios de este siglo), y encima de La Gomera, y encima de Agulo? ¿Dónde están los razonamientos, por tanto, para fundamentar en Ediciones Idea libros de tan infumable calibre, según tal señor?
En todo caso, querido, bienvenido sea este puñado de textos para muchos; a pesar de sus fustigamientos.
Sin embargo, como he dejado de creer hace un tiempito en esos análisis filológicos almárgenes de la realidad, a mí esta señora, y sus testimonios (palabra con mucho peso desde nuestra boca) poéticos, se me avecinan un caso claro de reflexión desde varios DESDES significativos.
Ella nos habla desde su condición de mujer del siglo XIX, que no es poco socialmente hablando. Y es escritora desde su condición de poeta mujer, que tampoco es poco (recordemos que las poetisas canarias han sido trabajadas, sobre todo, por Blanca Hernández para el siglo XX canario; y por Padrón Acosta y Eugenio Padorno para el siglo XIX). Pero es que, encima, no suele figurar en los listados de estas poetas canarias decimonónicas: así que hablamos desde un margen más al margen de las ignoradas escritoras de este momento. Dentro del desde periférico que son todos los poetas isleños para la crítica literaria (y no sólo peninsular-europea: como hemos visto en González Jerez). Y, para más inri, no sólo desde La Gomera, sino desde Agulo (¡toma ya!).
En medio de toda esta marginalidad vivida en la carnes de Cesarina Bento (fuera ella consciente o no), no es otra que ella misma la que nos da la pauta justa a seguir: el análisis y el conocimiento de vidas (supuestamente) anónimas de nuestras realidades es dar vida a los que precisamente, una vez muertos, han querido algunos re-matar. Porque, amigos, que no se haya escrito, que no se haya dejado ningún testimonio, no quiere decir que no se haya ni vivido ni dejado huella. Mi pregunta sería: ¿qué hay de todos aquellos innobrados en la HISTORIA, ese término lleno de connotaciones injustas para los que han estado al margen de la escritura, al margen de las (grandes) ciudades, al margen de las (grandes) hazañas? ¿Qué hay de las pulguitas humanas?
Tener que decir que YA NO EXISTEN, ni como muertos, me parece una gran barbaridad. Hay que escribir en ellos y desde ellos (no sé si González Jerez será, en este sentido, consciente de su buen hacer). Porque tantas enseñanzas y sabidurías (se puede ser feliz en La Gomera) dieron a otros anónimos que, quizás alguno, dejó de serlo ignorando todo su pasado. ANONIMIA es la barbarie: pero porque, en la mayoría de los casos, los NOMBRADOS y NOMBRANTES lo han querido: han querido re-matar.
No me digan que no es revolucionario decir, en medio de la GRAN CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL, desde la barbarie: se puede ser feliz en y desde Agulo.
VII
Que allá en el fondo de mi mente ardía
y era a mi patria regresar un día
y allí, bajo su cielo transparente,
a la sombra del haya y los viñátigos
alejados del mundo inconsecuente
do sólo se hayan ya seres apáticos,
vivir unidos por amor ardiente
y sin oír discursos enigmáticos,
que aún dura allí la semilla primera,
se puede ser feliz en La Gomera.
VIII
En la cumbre de un peñón
que bate el mar con sus olas,
me senté, dejando, a solas,
vagar la imaginación.
Una cruz, sin inscripción,
me conmovió, sin hablar,
sobre el peñón, hecho altar.
La cruz me pidió un sufragio
y en recuerdo de un naufragio
recé, maldiciendo al mar.
En confusión transitoria
vi, por las aguas cubiertos,
despojos de muchos muertos
que viven en mi memoria;
pero, al repasar mi historia
de tan siniestros horrores,
el mar calmó mis dolores
con la brisa de ternura
que tiene toda hermosura
para templar los rencores.
4 comentarios
perera -
Profesor Ruano -
Después de saborear la hermosa franjita, así como la ermitita de escasos dos metros cuadrados, regresas al punto de partida, donde el vecino te dice con pícara expresión: -"Adiós".
Gracias, Perera, por situarnos de forma tan agradable dos siglos más atrás junto a Cesarina Bento, pues "se puede ser feliz en La Gomera". Ayer y hoy. Y no sólo en Agulo. También en Valle Gran Rey. Y saborear el gustoso vino de Vallehermoso. Y revivir recuerdos soñados, en Hermigua.. Y rememorar la Historia en San Sebastián. Y volar en Alajeró.
Filosofando -
Luis -