Sí, por favor: HISTORIA DE LA CIENCIA EN LA OROTAVA
(por Philippe Tacoronte)
Aproximadamente a mediados del siglo XX irrumpe en la reflexión y fundamentación de la ciencia una nueva disciplina que iba a descalabrar muchos dogmas de fe del positivismo: la historia de la ciencia mostraba los compromisos sociales, culturales y ante todo ideológicos que han condicionado siempre la empresa científica. La objetividad, la neutralidad, el mito del progreso o el llamado por los positivistas contexto de justificación, que aislaba el método científico de cualquier subjetivismo, todo ello era puesto en duda de modo revolucionario.
Y el libro que condensó de modo emblemático ese movimiento fue La estructura de las revoluciones científicas, de T. S. Kuhn. Tras haber dedicado grandes esfuerzos al estudio de la revolución copernicana, Kuhn expuso sus conocidas tesis de los paradigmas: entre sus significados se ha destacado sobre todo el de compromiso de un grupo científico en un momento histórico determinado con una serie de verdades pactadas que se vinculan con muy específicas condiciones de poder.
El primero, sin embargo, que había denunciado la relación estructural entre ciencia y dominio había sido Nietzsche, ya mucho antes. Y se olvida a veces que no sólo desde el ámbito anglosajón se ha insistido en el radical carácter histórico de la ciencia; Las palabras y las cosas de Foucault puede leerse también en ese clave y como partícipe de tal movimiento, o también el Habermas del imprescindible Conocimiento e interés.
Es cierto que a Kuhn se le acusó pronto de relativista y que después matizó sus posturas al añadir que existen algunos criterios compartidos por los diferentes miembros de las comunidades que administran los paradigmas, y que la victoria de un sistema de conocimiento sobre otro no era arbitraria y exclusivamente ideológica. Pero para ese entonces, posturas como las de Feyerabend, S. Toulmin o I. Lakatos habían lanzado el debate a un horizonte más amplio que el de Kuhn.
Hasta la academia se ha visto obligada a organizar ese nuevo saber que desgarra la imagen antigua de una ciencia que progresa y que algún día contestaría las grandes preguntas. La historia de la ciencia ha llegado ya incluso al bachillerato como asignatura optativa y posiblemente sea un espacio interesante para despertar la conciencia crítica. En ningún caso se trata de negar el valor instrumental indispensable de la ciencia (la medicina y lo relacionado con ella esencialmente en tanto hacen el bien), pero la cuestión sigue siendo la de los fines: ¿Cómo y por qué emplear los medios de la ciencia? La respuesta no reside en una unidad mínima de materia mensurable, molécula, átomo o electrón o en cierta forma de energía, sino en la comprensión de entidades muy, muy complejas que escapan a toda medida y relación causa-efecto: la sociedad como realidad en y de la historia (El hombre es una idea histórica, decía Ortega).
Resulta que en Canarias tenemos una institución libre, ejemplar, que en el ámbito de la historia de la ciencia realiza un trabajo interesantísimo. Nos atreveríamos a comparar la importancia de su labor, cada una en su campo, con la de la Fundación César Manrique de Lanzarote. La Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia no sólo organiza jornadas en las Islas y edita cuadernos didácticos inteligentes, sino que además tienen a Canarias como referencia insoslayable en su horizonte de intereses (señor Perera, algunos sí se han curado la esquizofrenia, respiremos).
Mejor que ellos no lo decimos: Nacida en 1998 como maduración natural del SEMINARIO OROTAVA que desde 1990 ha venido desarrollando actividades investigadoras y didácticas, la FUNDACIÓN CANARIA OROTAVA DE HISTORIA DE LA CIENCIA quiere, actuando como mediadora, acercar las diversas formas del saber científico y humanístico a la sociedad en la que se halla enclavada. [ ] La incidencia social de la ciencia es enorme, por lo que la dimensión ética y política que el conocimiento científico posee no puede, ni debe, ser competencia exclusiva de una minoría los científicos o los políticos-; creemos, por el contrario, que a ese conocimiento no puede permanecer ajeno cualquier ciudadano que se precie de estar medianamente informado. De ahí la necesidad de hacer accesible a un público amplio, mediante una divulgación rigurosa, lo que la ciencia es y lo que los científicos hacen. Esta tarea exige rastrear, desde una perspectiva que queremos interdisciplinar, en la historia no sólo de la ciencia en general sino también de la que se hace y se ha hecho en nuestro ámbito más próximo: Canarias [ ]
Entre los cuadernos divulgativos (de donde procede la cita anterior) que han publicado nos gustaría destacar el Prólogo a la traducción de la Historia Natural del Conde de Buffón (2001), a cargo del traductor de dicha obra, el escritor canario del XVIII, José Clavijo y Fajardo. La edición va acompañada de un riguroso estudio preliminar de José Luis Prieto.
En efecto, Clavijo y Fajardo no sólo fue uno de los afrancesados e ilustrados más interesantes del XVIII (y no sólo por los asuntos amorosos que llevaron a convertirlo en personaje de teatro en un drama de Goethe), sino también un apasionado divulgador de la ciencia en la España de su tiempo. En un momento dado de su trayectoria intelectual, como su primo Viera y Clavijo, decide volcarse en la tarea científica como modo de transformación y progreso social. De ahí su traducción del libro de Buffón y sus múltiples gestiones a favor del avance de la investigación científica en España. Por ejemplo, pide a Humboldt que, al pasar por Canarias, no olvide estudiar el volcán del Teide (hay una carta muy interesante al respecto). Nota para los estudios de literatura canaria: habría que tener muy en cuenta cierta indistinción de los trabajos literarios y científicos tanto de Viera y Clavijo como de Clavijo y Fajardo a la hora de emitir juicios sobre su mayor o menor éxito fuera de las islas y sobre las razones, en el caso de Viera, de su vuelta a Canarias.
Animamos a todos a conseguir los cuadernos divulgativos de la fundación tinerfeña, agrupados con el nombre Materiales de Historia de la Ciencia. Un modo libre también de trabajar para comprender, aunque sea sólo un poco, textos que a algunos en principio pueden resultarnos difíciles, oscuros o que nada tienen que ver con lo ya sabido. Tiempo al tiempo.
Aproximadamente a mediados del siglo XX irrumpe en la reflexión y fundamentación de la ciencia una nueva disciplina que iba a descalabrar muchos dogmas de fe del positivismo: la historia de la ciencia mostraba los compromisos sociales, culturales y ante todo ideológicos que han condicionado siempre la empresa científica. La objetividad, la neutralidad, el mito del progreso o el llamado por los positivistas contexto de justificación, que aislaba el método científico de cualquier subjetivismo, todo ello era puesto en duda de modo revolucionario.
Y el libro que condensó de modo emblemático ese movimiento fue La estructura de las revoluciones científicas, de T. S. Kuhn. Tras haber dedicado grandes esfuerzos al estudio de la revolución copernicana, Kuhn expuso sus conocidas tesis de los paradigmas: entre sus significados se ha destacado sobre todo el de compromiso de un grupo científico en un momento histórico determinado con una serie de verdades pactadas que se vinculan con muy específicas condiciones de poder.
El primero, sin embargo, que había denunciado la relación estructural entre ciencia y dominio había sido Nietzsche, ya mucho antes. Y se olvida a veces que no sólo desde el ámbito anglosajón se ha insistido en el radical carácter histórico de la ciencia; Las palabras y las cosas de Foucault puede leerse también en ese clave y como partícipe de tal movimiento, o también el Habermas del imprescindible Conocimiento e interés.
Es cierto que a Kuhn se le acusó pronto de relativista y que después matizó sus posturas al añadir que existen algunos criterios compartidos por los diferentes miembros de las comunidades que administran los paradigmas, y que la victoria de un sistema de conocimiento sobre otro no era arbitraria y exclusivamente ideológica. Pero para ese entonces, posturas como las de Feyerabend, S. Toulmin o I. Lakatos habían lanzado el debate a un horizonte más amplio que el de Kuhn.
Hasta la academia se ha visto obligada a organizar ese nuevo saber que desgarra la imagen antigua de una ciencia que progresa y que algún día contestaría las grandes preguntas. La historia de la ciencia ha llegado ya incluso al bachillerato como asignatura optativa y posiblemente sea un espacio interesante para despertar la conciencia crítica. En ningún caso se trata de negar el valor instrumental indispensable de la ciencia (la medicina y lo relacionado con ella esencialmente en tanto hacen el bien), pero la cuestión sigue siendo la de los fines: ¿Cómo y por qué emplear los medios de la ciencia? La respuesta no reside en una unidad mínima de materia mensurable, molécula, átomo o electrón o en cierta forma de energía, sino en la comprensión de entidades muy, muy complejas que escapan a toda medida y relación causa-efecto: la sociedad como realidad en y de la historia (El hombre es una idea histórica, decía Ortega).
Resulta que en Canarias tenemos una institución libre, ejemplar, que en el ámbito de la historia de la ciencia realiza un trabajo interesantísimo. Nos atreveríamos a comparar la importancia de su labor, cada una en su campo, con la de la Fundación César Manrique de Lanzarote. La Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia no sólo organiza jornadas en las Islas y edita cuadernos didácticos inteligentes, sino que además tienen a Canarias como referencia insoslayable en su horizonte de intereses (señor Perera, algunos sí se han curado la esquizofrenia, respiremos).
Mejor que ellos no lo decimos: Nacida en 1998 como maduración natural del SEMINARIO OROTAVA que desde 1990 ha venido desarrollando actividades investigadoras y didácticas, la FUNDACIÓN CANARIA OROTAVA DE HISTORIA DE LA CIENCIA quiere, actuando como mediadora, acercar las diversas formas del saber científico y humanístico a la sociedad en la que se halla enclavada. [ ] La incidencia social de la ciencia es enorme, por lo que la dimensión ética y política que el conocimiento científico posee no puede, ni debe, ser competencia exclusiva de una minoría los científicos o los políticos-; creemos, por el contrario, que a ese conocimiento no puede permanecer ajeno cualquier ciudadano que se precie de estar medianamente informado. De ahí la necesidad de hacer accesible a un público amplio, mediante una divulgación rigurosa, lo que la ciencia es y lo que los científicos hacen. Esta tarea exige rastrear, desde una perspectiva que queremos interdisciplinar, en la historia no sólo de la ciencia en general sino también de la que se hace y se ha hecho en nuestro ámbito más próximo: Canarias [ ]
Entre los cuadernos divulgativos (de donde procede la cita anterior) que han publicado nos gustaría destacar el Prólogo a la traducción de la Historia Natural del Conde de Buffón (2001), a cargo del traductor de dicha obra, el escritor canario del XVIII, José Clavijo y Fajardo. La edición va acompañada de un riguroso estudio preliminar de José Luis Prieto.
En efecto, Clavijo y Fajardo no sólo fue uno de los afrancesados e ilustrados más interesantes del XVIII (y no sólo por los asuntos amorosos que llevaron a convertirlo en personaje de teatro en un drama de Goethe), sino también un apasionado divulgador de la ciencia en la España de su tiempo. En un momento dado de su trayectoria intelectual, como su primo Viera y Clavijo, decide volcarse en la tarea científica como modo de transformación y progreso social. De ahí su traducción del libro de Buffón y sus múltiples gestiones a favor del avance de la investigación científica en España. Por ejemplo, pide a Humboldt que, al pasar por Canarias, no olvide estudiar el volcán del Teide (hay una carta muy interesante al respecto). Nota para los estudios de literatura canaria: habría que tener muy en cuenta cierta indistinción de los trabajos literarios y científicos tanto de Viera y Clavijo como de Clavijo y Fajardo a la hora de emitir juicios sobre su mayor o menor éxito fuera de las islas y sobre las razones, en el caso de Viera, de su vuelta a Canarias.
Animamos a todos a conseguir los cuadernos divulgativos de la fundación tinerfeña, agrupados con el nombre Materiales de Historia de la Ciencia. Un modo libre también de trabajar para comprender, aunque sea sólo un poco, textos que a algunos en principio pueden resultarnos difíciles, oscuros o que nada tienen que ver con lo ya sabido. Tiempo al tiempo.
6 comentarios
Bethencourt -
Un abrazo.
Tinito -
Maxi -
Un saludo!
perera -
Por lo demás, que sepas que allí, en una de las publicaciones digitales que presentan (llamada "Ciencia y Romanticismo"), se publica un artículo sobre esa figura atractiva que es usted.
Hasta pronto, Tinito.
Bethencourt -
¿Alguna dirección electrónica no tendrás por ahí?
Un abrazo.
perera -
Porque me abre las entrañas para recibir, un poquito más, los ámbitos científicos "exactos" (¿?) que tanto se me (nos) han resistido; pero que, poco a poco, uno los va viendo no sólo cercanos a "lo humano en general" (antes -quizás desde la ignorancia- me parecían casi todo lo contrario: sus fines), sino (y sobre todo) como focos a tener en cuenta a la hora de reflexionar: por ejemplo, pensando Canarias, como es el caso que nos testimonias.
Porque me das a conocer una Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia de la que no tenía NI LA MENOR IDEA de su existencia; ni, por supuesto, de sus cuadernos divulgativos, que habrá que ver.
Porque tampoco conocía esa mediación de Clavijo y Fajardo entre Canarias y Humboldt, que me llama enormemente la atención.
Por ello, agradecido (y engrandecido) con el texto ofrecido. Todo sea por seguir curando esa triste y odiosa enfermedad que seguimos padeciendo. Un abrazo.