¿Renovación de la historiografía?
(por Philippe Tacoronte)
Comparto con algunos amigos, sobre todo con mi querido Hideyoshi, cierta admiración por los trabajos del historiador Eric Hobswan. Por eso traté de leer con atención un trabajo suyo publicado en el último número de Le Monde diplomático, su Manifiesto por la renovación de la historia. Y me encuentro con que los prejuicios positivos han sido desarmados en mi lectura. No puedo estar de acuerdo con esa renovación de la historia en sus afirmaciones centrales.
Primero, porque Hobsbawn descalifica la proliferación de micro-relatos de corte postmoderno y relativista que se empeñarían en escribir la historia desde puntos de vista marginales: el feminismo, la deconstrucción, los grupos culturales subalternos, etc, puesto que esto nos conduce a las pequeñeces absurdas de los nuevos nacionalismos localistas. Esas corrientes han ayudado mucho a desmantelar estrategias discursivas de colonización cultural.
Frente al relativismo postmoderno, para el que todo es interpretación y la historia una construcción meramente ideológica, se impone restablecer la razón científica de la historia, su objetividad fuerte. Ahora bien, ¿cómo se obtiene la noción de objetividad? ¿Dónde reside la noción de objeto? Ni un físico ni un historiador pueden decirlo. Esa razón objetiva resulta ser única, tiene una voz unívoca y no está al servicio de los pequeños grupos marginales.
El persepctivismo propio incluso de cada una de nuestras pequeñas percepciones no parece importarle a Hobsbawn, la hermeneútica filosófica, es decir, la tesis de que nuestra mirada al pasado tiene que rendir cuenta al menos de las preocupaciones actuales por las que nos interesa precisamente mirar al pasado.
Creo que sí se puede trabajar para dar una respuesta a la pregunta de qué entendemos por razón y conocimiento, en qué consiste, ahí está la obra de Husserl para mostrarlo. Y también creo que de muy poco sirven los miles de estudios puntuales sobre temas intrascedentes en la investigación histórica; la historia sólo tiene sentido como intento de interpretación general de nuestro pasado y nuestra realidad (pocos se han atrevido a hacerlo en Canarias después de Viera, si acaso Manuel Alemán). El interés emancipador de la ciencia social puede sustituir la presunta objetividad científica en la escala de sus motivaciones.
Pero sucede que la razón objetiva que defiende el marxista Hobsbawn recuerda mucho a las debilidades teóricas del cientifismo marxista del XIX y XX: el criterio darwinista de la optimización de beneficios, la supervivencia, es decir, el esquema de las ciencias naturales. Por eso se apoya en los avances de la ciencia, el descubrimiento del ADN, etc., para justificar la nueva objetividad de la historia.
¿Aplicar, como la psicología, las medidas de espacio a lo esencialmente temporal del hombre? En ese sentido, debemos volver a leer La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental de Husserl o cualquier libro de Bergson.
La explicación del tipo: esto que parece complejo no es más que X, muy simple, sea el deseo freudiano o la economía acumula un gran dogmatismo teórico. Desde luego, pensar no es explicar reductivamente.
Así, el punto de vista del proletariado en la historiografía marxista se nos presenta no como decisión ética, sino como exigencia científica: cada cual actúa según el estrato social al que pertenece. Otra vez, la izquierda sigue conservando los trasfondos teóricos absolutamente desmontados por la mejor filosofía del XX, desde Nietzsche hasta Derrida. Su naturalismo fisicalista, ¿no lo comparte al final con la visión que tiene el neoliberalismo del sujeto? El último libro de Vattimo sobre política y derecho expone muy bien esas aporías teóricas de la izquierda. Y en lo que respecta a la filosofía de la historia, Paul Ricoeur está a años luz de todo objetividad cientifista en su Tiempo y narración.
Comparto con algunos amigos, sobre todo con mi querido Hideyoshi, cierta admiración por los trabajos del historiador Eric Hobswan. Por eso traté de leer con atención un trabajo suyo publicado en el último número de Le Monde diplomático, su Manifiesto por la renovación de la historia. Y me encuentro con que los prejuicios positivos han sido desarmados en mi lectura. No puedo estar de acuerdo con esa renovación de la historia en sus afirmaciones centrales.
Primero, porque Hobsbawn descalifica la proliferación de micro-relatos de corte postmoderno y relativista que se empeñarían en escribir la historia desde puntos de vista marginales: el feminismo, la deconstrucción, los grupos culturales subalternos, etc, puesto que esto nos conduce a las pequeñeces absurdas de los nuevos nacionalismos localistas. Esas corrientes han ayudado mucho a desmantelar estrategias discursivas de colonización cultural.
Frente al relativismo postmoderno, para el que todo es interpretación y la historia una construcción meramente ideológica, se impone restablecer la razón científica de la historia, su objetividad fuerte. Ahora bien, ¿cómo se obtiene la noción de objetividad? ¿Dónde reside la noción de objeto? Ni un físico ni un historiador pueden decirlo. Esa razón objetiva resulta ser única, tiene una voz unívoca y no está al servicio de los pequeños grupos marginales.
El persepctivismo propio incluso de cada una de nuestras pequeñas percepciones no parece importarle a Hobsbawn, la hermeneútica filosófica, es decir, la tesis de que nuestra mirada al pasado tiene que rendir cuenta al menos de las preocupaciones actuales por las que nos interesa precisamente mirar al pasado.
Creo que sí se puede trabajar para dar una respuesta a la pregunta de qué entendemos por razón y conocimiento, en qué consiste, ahí está la obra de Husserl para mostrarlo. Y también creo que de muy poco sirven los miles de estudios puntuales sobre temas intrascedentes en la investigación histórica; la historia sólo tiene sentido como intento de interpretación general de nuestro pasado y nuestra realidad (pocos se han atrevido a hacerlo en Canarias después de Viera, si acaso Manuel Alemán). El interés emancipador de la ciencia social puede sustituir la presunta objetividad científica en la escala de sus motivaciones.
Pero sucede que la razón objetiva que defiende el marxista Hobsbawn recuerda mucho a las debilidades teóricas del cientifismo marxista del XIX y XX: el criterio darwinista de la optimización de beneficios, la supervivencia, es decir, el esquema de las ciencias naturales. Por eso se apoya en los avances de la ciencia, el descubrimiento del ADN, etc., para justificar la nueva objetividad de la historia.
¿Aplicar, como la psicología, las medidas de espacio a lo esencialmente temporal del hombre? En ese sentido, debemos volver a leer La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental de Husserl o cualquier libro de Bergson.
La explicación del tipo: esto que parece complejo no es más que X, muy simple, sea el deseo freudiano o la economía acumula un gran dogmatismo teórico. Desde luego, pensar no es explicar reductivamente.
Así, el punto de vista del proletariado en la historiografía marxista se nos presenta no como decisión ética, sino como exigencia científica: cada cual actúa según el estrato social al que pertenece. Otra vez, la izquierda sigue conservando los trasfondos teóricos absolutamente desmontados por la mejor filosofía del XX, desde Nietzsche hasta Derrida. Su naturalismo fisicalista, ¿no lo comparte al final con la visión que tiene el neoliberalismo del sujeto? El último libro de Vattimo sobre política y derecho expone muy bien esas aporías teóricas de la izquierda. Y en lo que respecta a la filosofía de la historia, Paul Ricoeur está a años luz de todo objetividad cientifista en su Tiempo y narración.
29 comentarios
soraya -
Yupanqui: -
daniel -
daniel -
Philippe Tacoronte -
Bethencourt -
Bueno, quizá por una referencia de Daniel. La del culto a la personalidad:
Hay un equívoco generalizado en Europa Occidental al atribuir el culto a la personalidad a la Unión Soviética y, más en concreto, a Stalin. El culto a la personalidad está inserto hasta los tuétanos de la cultura rusa y, en ese sentido, La Unión Soviética -y más en concreto, Stalin- no hicieron sino continuar una tradición que venía de la época zarista y antes. No sé si la comparación viene al caso, pero ahí va: es como si nos preguntamos por qué unos países musulmanes han derivado en la autocracia y otros no; la respuesta, está, creo, no en la teología, sino en la sociología, en la historia y en la Ciencia política. Es decir, en el sustrato culturo-mental de cada comunidad musulmana (lo que había antes de la llegada del islam, etc). Pues algo parecido pasa con lo del culto a la personalidad. ¿Que la Unión Soviética fomentó el culto a la personalidad? Sin duda, pero eso no fue un "logro" soviético: fue una continuación de la mentalidad tradicional rusa, fuertemente patriarcal.
Gracias por este debate y un abrazo.
daniel -
perera -
perera -
perera -
Philippe Tacoronte -
maila -
maila -
Philippe Tacoronte -
daniel -
maila -
daniel -
Fernando -
Anónimo -
DAN NO PUEDO CREER LO DE REYES MATE, DECIME JUSTO QUÉ DÍA JUSTO ATERRIZARÁ EN MI AMADO LAS PALMAS.UN ABRAZO-MASA.
daniel -
daniel -
justo lo que no suelen hacer ciertos pensadores marxistas y de otras corrientes dogmáticas, que prefieren cambiar los resultados y adaptarlos a su teroira, por las buenas o las malas. Yo le tengo cariño a los físicos y a los biólogos...
daniel -
daniel -
hideyoshi2 -
hideyoshi -
Philippe Tacoronte -
Fernando -
daniel -
Daniel -