El primer libro de Emmanuel Levinas
(por P. Tacoronte)
En 1930, apenas comenzada la veintena, el judeo-lituano de escritura francesa Emmanuel Levinas publicaba un trabajo sobre el padre de la fenomenología, E. Husserl: "Teoría fenomenológica de la intuición" (ahora en Sígueme, 2004). Este trabajo representa la primera introducción sistemática del pensamiento de Husserl en Francia, y de él aprendieron gente como Sartre, Ricoeur o Merleau-Ponty. Hoy pocos dudan que la corriente de la fenomenología ha intervenido radicalmente en la historia del siglo XX. Y sigue en parte de lo mejor (Marion y Henry, por ejemplo).
Tres décadas más tarde, con la publicación de su "Totalidad e infinito", Levinas presentó una radical sacudida de la filosofía occidental al atender al primado radical de la relación intersubjetiva con el otro más otro, el próximo más distinto. Un nuevo pensamiento de la responsabilidad y de la ética se dio a conocer y desencadenó verdaderos "golpes de exterior" en la luz de herencia griega.
Y, sin embargo, Levinas siempre se dijo fiel al método luminoso de Husserl, al lema de recuperar para el pensamiento la experiencia vivida y viviente, anterior a las construcciones teóricas de las ciencias naturales. En efecto, preguntar radicalmente al fenómeno tal como aparece ante mi conciencia, sin recurso a saberes previos o autoridades teóricas, significó una renovación de las posibilidades de la vida cultural. Era recuperar la vida. También ya en Husserl, el sentido de la relación intersubjetiva como constituyente de todo sentido.
En este primer libro Levinas consigue una brillante introducción a Husserl, a las categorías novedosas de "intencionalidd", "intuición", "reducción eidética" etc. Sorprendentemente ya apunta las primeras críticas a las posibles derivas intelectualistas de Husserl frente a las dignidades de la experiencia sensible y emotiva en todo su sentido intencional.
El pensamiento de Levinas no se deja asimilar por un discurso fácil de buenas intenciones a pesar de ser el gran pensador de la ética como responsabilidad por el otro hombre; no, como dice Peñalver, su lectura no está "al alcance de los niños" y plantea una paciencia del concepto difícil y trabajosa, ajena a toda ingenuidad. "Ni un versículo sin experiencia fenomenológica", llegará a decir el lituano.
Quien quiera seguir ese camino de "vuelta a la fenomenología" quizá tenga un buen apoyo inicial en el libro de B. Waldenfels "De Husserl a Derrida" (Paidós, 1990).
En 1930, apenas comenzada la veintena, el judeo-lituano de escritura francesa Emmanuel Levinas publicaba un trabajo sobre el padre de la fenomenología, E. Husserl: "Teoría fenomenológica de la intuición" (ahora en Sígueme, 2004). Este trabajo representa la primera introducción sistemática del pensamiento de Husserl en Francia, y de él aprendieron gente como Sartre, Ricoeur o Merleau-Ponty. Hoy pocos dudan que la corriente de la fenomenología ha intervenido radicalmente en la historia del siglo XX. Y sigue en parte de lo mejor (Marion y Henry, por ejemplo).
Tres décadas más tarde, con la publicación de su "Totalidad e infinito", Levinas presentó una radical sacudida de la filosofía occidental al atender al primado radical de la relación intersubjetiva con el otro más otro, el próximo más distinto. Un nuevo pensamiento de la responsabilidad y de la ética se dio a conocer y desencadenó verdaderos "golpes de exterior" en la luz de herencia griega.
Y, sin embargo, Levinas siempre se dijo fiel al método luminoso de Husserl, al lema de recuperar para el pensamiento la experiencia vivida y viviente, anterior a las construcciones teóricas de las ciencias naturales. En efecto, preguntar radicalmente al fenómeno tal como aparece ante mi conciencia, sin recurso a saberes previos o autoridades teóricas, significó una renovación de las posibilidades de la vida cultural. Era recuperar la vida. También ya en Husserl, el sentido de la relación intersubjetiva como constituyente de todo sentido.
En este primer libro Levinas consigue una brillante introducción a Husserl, a las categorías novedosas de "intencionalidd", "intuición", "reducción eidética" etc. Sorprendentemente ya apunta las primeras críticas a las posibles derivas intelectualistas de Husserl frente a las dignidades de la experiencia sensible y emotiva en todo su sentido intencional.
El pensamiento de Levinas no se deja asimilar por un discurso fácil de buenas intenciones a pesar de ser el gran pensador de la ética como responsabilidad por el otro hombre; no, como dice Peñalver, su lectura no está "al alcance de los niños" y plantea una paciencia del concepto difícil y trabajosa, ajena a toda ingenuidad. "Ni un versículo sin experiencia fenomenológica", llegará a decir el lituano.
Quien quiera seguir ese camino de "vuelta a la fenomenología" quizá tenga un buen apoyo inicial en el libro de B. Waldenfels "De Husserl a Derrida" (Paidós, 1990).
17 comentarios
Tacoronte, Philippe -
Tacoronte -
Philippe Tacoronte -
perera -
perera -
Podría ponerme a escribir en torno a la INTENCIÓN sin más, fenomenológicamente (?); sobre todo, podría hablar (me gustaría pensar) en cómo no acaba de entrarme (?) "eso" de que la INTENCIÓN esté repleta de "bienes" (de "bien", pero también de -mal- negocio) éticos. ¿Y lo no intencional? ¿Lo que, y entonces sí, no tiene ningún tipo de intención? ¿Es que -acaso- todo es conciencia?
Voy comentando: aunque sé que hay cosas, de los comentarios anteriores, que no he acabado de entender.
Yupanqui -
Tacorente -
philippe Tacor. -
Yupanqui: -
Tacoronte -
Yupanqui -
"alterización" que comenta Philippe se abre una radicalmente nueva dimensión del pensar equiparable al Buber de Yo y Tú. Lo que creo, y eso critica Henry, en Husserl sigue estando no pensado el más allá de "la conciencia en relación". Habría aún en Husserl, supongo,(diganme si me equivoco)una relación estrictamente situada en el orden del ser, no, como quisiera Michel Henry, del aparecer, de la encarnación -categoría que Henry sitúa como anterior a la de ser-. En Husserl hay relación, creo (repito que lo desconozco), pero aún emplazada en el fenómeno tradicional, a la luz del mundo, según Lévinas, a la luz dela impersonalidad del "hay realidad". Pero, ¿y si la Intención fuera anterior incluso a la intencionalidad? ¿Si la intencionalidad de la conciencia fuera también un fenómeno intencionado? Saludos.
Tacoronte -
Yupanqui, fuertes abrazos a la sombra no-fenoménica y judaizante, aunque con Husserl y Henry "rebrote Jonia".
Tacoronte -
Philippe Tacoronte -
perera -
perera -
Yupanqui: -