LEAMOS A ANTONIO CARBALLO COTANDA
(por Philippe Tacoronte)
Recientemente, leíamos en la prensa insular que el PSOE federal se había pronunciado sobre la posible reforma del estatuto de autonomía canario. Sorpresa: un partido no nacionalista considera razonable que Canarias asuma mayores cotas de autogobierno, como por ejemplo en lo que respecta al tráfico aéreo interinsular (no internacional, ¿es que estamos locos?) y al control del ámbito marítimo. Lo curioso es que los encargados de manifestar tales ideas se esfuerzan en lo que, en lógica, puede llamarse una falacia argumentativa: reivindicar mayor autogobierno no implica en absoluto subrayar un signo cultural canario. Es decir, mayor autogobierno debido a unas circunstancias únicas no expresan ni tienen nada que ver con diferencias culturales. Lo dicho, curioso.
Y esa noticia habría que relacionarla con la publicación de un texto que en su momento, en 1977, no vio la luz, Del Colonialismo a la Autonomía (Biblioteca Económica Canaria, 2003), escrito por el abogado y economista Antonio Carballo Cotanda, militante en los setenta del PSOE. Carballo Cotanda murió poco después de terminar este brillante resumen de la historia económica y jurídica de Canarias, con apenas cuarenta años y una vocación de compromiso por el socialismo interesantísima. Se trata de un texto divulgativo pensado para una sociedad, según el estudioso, que tras el sistema de los 500 años (diría Enrique Dussel) ha despertado para asumir por primera vez su protagonismo histórico. La conquista del autonomismo iba asociada para Carballo con el socialismo (pero el socialismo de los setenta) como el único remedio a la sufriente situación generada por la gestión oligárquica de los sucesivos monocultivos (azúcar, vid, cochinilla, plátanos y turismo) y sus consecuencias.
Junto a la interpretación de datos económicos y la reflexión sobre las condiciones jurídicas de Canarias en la historia encontramos penetrantes juicios sobre los orígenes del despertar nacionalista en las Islas, de modo serio en el XIX y opiniones sobre la existencia de una cultura canaria. Es muy interesante, de cara a pensar la historia del canarismo y de sus manifestaciones políticas, tener en cuenta que se trata de un movimiento de origen burgués que no puede entenderse fuera de los efectos del industrialismo en la Europa del XIX. Y en esto Carballo coincide con las tesis de Ernst Gellner, tras la concienciación de la clase ilustrada, el siguiente paso es la posible propagación de esa articulación política de la diferencia cultural (sin la cual no hay nacionalismo posible) al resto de la sociedad. (Tendríamos que preguntar dónde se inscribe la figura de Secundino Delgado, que no proviene de la burguesía y sí de ámbitos obreros anarquistas).
Otro apunte clarividente, del que deberían tomar nota los estudios literarios (la filología clásica en especial) es la opinión sobre los hologramas míticos que encubren la realidad canaria. Escribe Carballo (en una sección con título muy hegeliano-marxista, La falsa imagen): Los residuos de viejos mitos como el del Jardín de las Hespérides, el de las Islas Afortunadas o los sucedáneos más modernos de las Islas de la Eterna Primavera, están reducidos hoy casi exclusivamente aparte leyendas populares o la sensibilidad puramente estética de los isleños sobre el medio insular- a las exigencias más comunes del consumismo turístico, a los determinantes del folclorismo fácil o a los sentimientos románticos de más de un paisajista del exotismo de nuestros días.
En fin, estamos ante una excelente introducción a su obra principal, Canarias, región polémica, también de reciente reedición. Libros imprescindibles hoy para orientarnos con rapidez y efectividad en la intriga económica, jurídica e histórica de Canarias (sin la cual nada importante podremos decir sobre la cultura) y que se presta de modo excelente para el trabajo en colegios e institutos, en grupos de estudios, en cadenas de televisión locales, en programas de radio y en espacios como Trapera.
Valdría la pena acercarse a contrastar la lectura de prologuista, Alfonso González Jerez y del epiloguista, Julio Pérez con la interpretación de otros lectores, por ejemplo cualquiera de nosotros (dejando el pronombre infinitamente abierto).
Recientemente, leíamos en la prensa insular que el PSOE federal se había pronunciado sobre la posible reforma del estatuto de autonomía canario. Sorpresa: un partido no nacionalista considera razonable que Canarias asuma mayores cotas de autogobierno, como por ejemplo en lo que respecta al tráfico aéreo interinsular (no internacional, ¿es que estamos locos?) y al control del ámbito marítimo. Lo curioso es que los encargados de manifestar tales ideas se esfuerzan en lo que, en lógica, puede llamarse una falacia argumentativa: reivindicar mayor autogobierno no implica en absoluto subrayar un signo cultural canario. Es decir, mayor autogobierno debido a unas circunstancias únicas no expresan ni tienen nada que ver con diferencias culturales. Lo dicho, curioso.
Y esa noticia habría que relacionarla con la publicación de un texto que en su momento, en 1977, no vio la luz, Del Colonialismo a la Autonomía (Biblioteca Económica Canaria, 2003), escrito por el abogado y economista Antonio Carballo Cotanda, militante en los setenta del PSOE. Carballo Cotanda murió poco después de terminar este brillante resumen de la historia económica y jurídica de Canarias, con apenas cuarenta años y una vocación de compromiso por el socialismo interesantísima. Se trata de un texto divulgativo pensado para una sociedad, según el estudioso, que tras el sistema de los 500 años (diría Enrique Dussel) ha despertado para asumir por primera vez su protagonismo histórico. La conquista del autonomismo iba asociada para Carballo con el socialismo (pero el socialismo de los setenta) como el único remedio a la sufriente situación generada por la gestión oligárquica de los sucesivos monocultivos (azúcar, vid, cochinilla, plátanos y turismo) y sus consecuencias.
Junto a la interpretación de datos económicos y la reflexión sobre las condiciones jurídicas de Canarias en la historia encontramos penetrantes juicios sobre los orígenes del despertar nacionalista en las Islas, de modo serio en el XIX y opiniones sobre la existencia de una cultura canaria. Es muy interesante, de cara a pensar la historia del canarismo y de sus manifestaciones políticas, tener en cuenta que se trata de un movimiento de origen burgués que no puede entenderse fuera de los efectos del industrialismo en la Europa del XIX. Y en esto Carballo coincide con las tesis de Ernst Gellner, tras la concienciación de la clase ilustrada, el siguiente paso es la posible propagación de esa articulación política de la diferencia cultural (sin la cual no hay nacionalismo posible) al resto de la sociedad. (Tendríamos que preguntar dónde se inscribe la figura de Secundino Delgado, que no proviene de la burguesía y sí de ámbitos obreros anarquistas).
Otro apunte clarividente, del que deberían tomar nota los estudios literarios (la filología clásica en especial) es la opinión sobre los hologramas míticos que encubren la realidad canaria. Escribe Carballo (en una sección con título muy hegeliano-marxista, La falsa imagen): Los residuos de viejos mitos como el del Jardín de las Hespérides, el de las Islas Afortunadas o los sucedáneos más modernos de las Islas de la Eterna Primavera, están reducidos hoy casi exclusivamente aparte leyendas populares o la sensibilidad puramente estética de los isleños sobre el medio insular- a las exigencias más comunes del consumismo turístico, a los determinantes del folclorismo fácil o a los sentimientos románticos de más de un paisajista del exotismo de nuestros días.
En fin, estamos ante una excelente introducción a su obra principal, Canarias, región polémica, también de reciente reedición. Libros imprescindibles hoy para orientarnos con rapidez y efectividad en la intriga económica, jurídica e histórica de Canarias (sin la cual nada importante podremos decir sobre la cultura) y que se presta de modo excelente para el trabajo en colegios e institutos, en grupos de estudios, en cadenas de televisión locales, en programas de radio y en espacios como Trapera.
Valdría la pena acercarse a contrastar la lectura de prologuista, Alfonso González Jerez y del epiloguista, Julio Pérez con la interpretación de otros lectores, por ejemplo cualquiera de nosotros (dejando el pronombre infinitamente abierto).
3 comentarios
Bethencourt -
Un abrazo.
hideyoshi -
Pierre -