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Trapera

PERSONAS DIGNAS DE SER RECORDADAS (II): LOS GOMEROS

(Por el Profesor Ruano)

2.1. Los Gomeros
2.2. José Alberto Trujillo Fagundo

Cada día nos depara una nueva buena o mala noticia. O ambas cosas. ¡Nunca te acostarás sin que sepas algo nuevo! Estaba entretenido leyendo la prensa internáutica cuando llamó doña Isabelita, señora de don Antonio Quintero, de la Playa de La Calera, Valle de Gran Rey, el municipio más occidental de la Isla de La Gomera. Hechos los saludos de rigor, me comunica el fallecimiento de su consuegro, el Sr. Negrín. Lamento su pérdida y desde ya envío mis condolencias a sus hijos don Diego y don José Ramón. A todas estas personas las conocí encabalgando agosto/septiembre del año 2004 cuando, por primera vez, visitamos mi esposa y yo la isla colombina, después de las muchas ocasiones que habíamos estado en ella con el pensamiento.

Al llegar a la isla pensábamos que iba a ser una tarea de titanes. ¡Tan mal nos habían hablado de sus carreteras! Pero no fue así. ¡Por supuesto que se deben mejorar, Gobierno de Canarias y Cabildo gomero! La isla se lo merece. Es una reserva macaronésica, el bosque del Cedro, que debe ser cuidada con mimo y mantenida para la posteridad. Una joya dentro de la gran mina diamantífera que son las Canarias. También sus habitantes son dignos de la mayor atención. Siempre creí saber cómo era el gomero: noble, amable, desprendido, inteligente, laborioso y sufrido. Muy sufrido. A los gomeros no se les perdona que hayan sido los primeros y únicos canarios en castigar la soberbia del conde medieval europeo. ¡Por eso hay lumbreras, arrimadas al pesebre del colonizador, que tildan al gomero de bruto! Confunden, interesadamente, valentía con brutalidad. ¡Noble gesta y valiente gesto el de nuestros hermanos! Siempre los imaginé semejantes a los grancanarios, si bien nosotros hemos perdido parte de nuestra tradicional sencillez y desprendimiento por influencia del desarrollo turístico. ¡Necesidad obliga!

La Gomera es redonda como Gran Canaria. La Gomera recibió tres veces al descubridor como Gran Canaria. Por el Real de Las Palmas, capital de la Isla de Canaria, pasó Colón, sólo nueve años después de la conquista, antes de arribar a San Sebastián pensando saludar afectuosamente a doña Beatriz de Bobadilla, y después partiría rumbo a lo desconocido el 6 de septiembre de 1492. Isla de señorío hasta el siglo XIX, fue la única no conquistada por medio de las armas, aunque sí muy maltratada por las atrocidades del verdugo real, Pedro de Vera, por Beatriz de Bobadilla, condesa, viuda enlutada de Fernán Peraza el Joven, en el siglo XV, y por el abandono secular del
Gobierno español hasta el siglo XX.

Debido a las diversas cercanías, los emigrantes gomeritas arriban mayormente a Tenerife (La Cuesta) o a las lejanas tierras de promisión americanas. Gran Canaria, al no ser un fabuloso y atractivo Eldorado”, a lo que se unen las grandes dificultades de desplazamiento, se les hace muy distante. Quizá por eso no conocí profundamente, con quietud y sosiego, al primer gomero hasta 1974. Me refiero a don José Alberto Trujillo Fagundo.

La llamada de Isabelita me trajo a la memoria dos recuerdos lejanos, no conectados entre sí.

El primero, en realidad el más fresco, el más cercano a nosotros, visualiza un viaje, “una locura juvenil”, realizado por mi hija mayor, Déborah, cuando estudiaba en la Universidad de La Laguna. Estaba en aquellos días de 1991 acompañada de su hermana menor, Arminda, y, al rememorar entre ellas los agradables comentarios que hacíamos en casa de la islita colombina, así como la intención de ir a verla, decidieron hacer una aventura por su cuenta. ¡No, mentira, por cuenta del padre! Sin pensarlo dos veces y aprovechando que unos días antes habían conocido a una señora gomera, doña Eusebia Plasencia, esposa de don Diego Negrín, de Vallehermoso, y madre de José Ramón, compañero de estudios en la Universidad lagunera, en un periquete se trasladaron a Los Cristianos y de allí a San Sebastián en alrededor de hora y media . Y como no hay historia sin anécdota, antes de embarcar tuvieron tiempo de prestarle mil pesetas (en realidad, nada más que seis euros) a un chico que había perdido su cartera. A la llegada, los padres del joven, agradecidos, les devolvieron las perras.

Ya pueden ustedes imaginarse el revuelo que se armó en casa cuando nos llamaron desde Los Cristianos, comunicándonos que iban a tomar el ferry Benchijigua para trasladarse a La Gomera. Vista desde Tafira Baja, en Gran Canaria, San Sebastián de la Gomera -- recuerden que no conocíamos la islita colombina-- era como San Francisco de California vista desde Miami, enlazadas ambas ciudades a través del Canal de Panamá. Además, con la circunstancia agravante de que llegarían anocheciendo a la capital gomerita.

¿Dónde dormirían aquella noche?

De inmediato llamamos a Vallehermoso para que la familia Negrín nos concretase las señas domiciliarias, pues no se trataba de llegar a la calle tal número cual piso tanto puerta equis, sino –los que somos nacidos maúros, y a mucha honra, lo sabemos—de acertar con la esquina adecuada, cabe el repecho correspondiente, justo detrás de la casa del vecino que vive a cien metros, ¡a las diez de la noche, cuando todos están durmiendo! Como diría un campesino preocupado, observador y burletero: “¡Ayúdamelo a coger, que es macho!”

Nada más llegar el ferry, le dije a Déborah que, sin soltar el teléfono de la cabina, ¡cosa difícil, cristiano!, nos pusiera en contacto con el primer taxista que tuviese a mano, el cual, con toda amabilidad, calmó un poco nuestro estado de ánimo y nos aseguró que de inmediato partiría con las aventureras hacia el municipio noroccidental, ¡y que no nos preocupáramos, pues “aquí todos nos conocemos”! ...Que las distancias eran pequeñas, solamente que se tardaba más por tratarse de carreteras antiguas, serpenteantes, estrechas y mal atendidas desde siempre por el Gobierno de España y de la provincia de Santa Cruz de Tenerife. ¡En fin, que todos los gobiernos, deduje, estaban en contra de la islita! Como un relámpago me vino a la mente: “¡Hautacuperche!, éste es el castigo por vindicar el honor ultrajado por el conde, al romper los Pactos de Sangre. ¡Hernán Peraza, pollillo, te la buscaste!”.

Mis hijas pasaron unos días muy felices en Vallehermoso en compañía de la familia Negrín. No teníamos más que agradecimientos para con todos los gomeros que habíamos tratado vía teléfono o por intermedio de las jóvenes estudiantes. Nuevas razones, si es que alguna hacía falta, para visitar la isla colombina. Sólo en un encargo me fallaron las viajeras. Aprovechando que se hallaban en la isla, les pedí que pasaran por la villa de Hermigua y visitaran a mi ex-alumno de la UNED, don José Alberto Trujillo Facundo. Durante esos días no se movieron de Vallehermoso. En fin, no pudo ser. ¡Pero no importa! Cuando yo vaya el próximo año o el otro, le haré una visita. ¡Que sorpresa se va a llevar!

La llamada de Isabelita desde Valle Gran Rey revivió nuestros deseos de volver a la isla de la Gomera, adonde estamos invitados y pensamos ir, pues a las personas que tan bien nos trataron en nuestra primera visita no se les puede fallar.

De nuestra estancia en la isla colombina, entre otros muchos lugares y personas que la memoria no retiene, recordamos la playita de Alojera, donde don Mariano Vera nos atendió con exquisitez sibarítica durante nuestra visita a su “Prisma”, convite que no olvidaremos; a don Ramón Marichal Felipe y familia, amabilísimas personas que nos agasajaron con sus vinos blanco y tinto, así como los derivados vitícolas de su cosecha en Macayo, Vallehermoso. Imposible olvidar la visita al Santuario de la Virgen de Guadalupe, a la que llegamos por una pendiente que ¡ya, ya!: el coche parecía querer llegar antes que los ocupantes, bajando por una vereda semejante a una serpiente de mil anillos. Luego, vista desde abajo, allá arriba la montaña parecía pequeñita, pero vista desde arriba, allá abajo casi no se distinguía la ermita-santuario ¡Allí me gustaría verlos!
Valió la pena. Es pura poesía etérea, donde se juntan lo más grande y lo más pequeño.

Hermosa la cerámica de El Cercado. Guardan en sus formas y hermosura la noble ascendencia aborigen. O los Chorros de Epina, que hacen brotar de continuo el agua del amor genésico. ¿Y qué decir de El Cedro e incluso del aeropuerto? El Parque de Garajonay es una hornacina arbórea, pletórica de húmedas umbrías, donde la variedad macaronésica no tiene fin; la laurisilva lo domina todo desde lo más alto a lo más profundo; y lo mismo el museo del parque que las profundidades más recónditas, donde usted puede montar su tienda de campaña, parecen estar puestas allí para deleite del visitante. Una ligera detención en Laguna Grande, zona de recreo y aperitivo, se hace obligada. Decenas de hermosos lugares quedaron pendientes, pero la próxima vez no escaparán a nuestra visita. Esperen y verán.

El aeropuerto, la última instalación de este tipo en Canarias, en la costa de Alajeró, es recoleto y abalconado. Me quedé extasiado observando la balconada interior, trenzada en la más noble madera de pino gomerita, el pinus canariensis. ¡Qué preciosidad! Como geógrafo e historiador y, si me lo permiten, en este momento como narrador, les contaré la anécdota no por muy repetida parece menos graciosa: --“Sabían ustedes que Playa Santiago se encuentra en Tenerife?” – “¿Y desde cuándo, usted?”, me dirán los sorprendidos gomeros. Ante mí tengo una postal que en su cara anterior refleja en letra de molde bien grande el nombre de la isla tinerfeña; sólo al girarla veo que dice; “Playa Santiago (Gomera), en letra más pequeña. De donde se deduce que en cualquier documento conviene leer la letra pequeña, a fin de que no te engañen. ¿La cogiste, Manuéé?

Interesante fue también la visita, durante todo un día, a San Sebastián. Sus edificios históricos (¡ssshhs!, ¡hablemos bajito, no vayan a oírnos los derruidores de construcciones históricas!) son variados: la Torre del Conde, cabe la que murió Hautacuperche; la Casa de Colón, lugar de residencia del descubridor cuando paraba por La Gomera; el Pozo de Colón, en el interior de la Casa de la Aduana, donde recogió agua para llevar a las tierras recientemente descubiertas, al otro lado de la mar océana; la iglesia de la Asunción que nos recuerda un gótico movedizo de tendencia barroquizante, etc.

Estuvimos también en el I.E.S. capitalino para saludar al profesor Negrín, quien conserva buenos recuerdos de su estancia lagunera, así como de la visita de mis hijas a la casa de sus padres en Vallehermoso. Lamenté no haber conocido a su madre. Conservo una agradable memoria de su padre, al que visité en la Residencia de Vallehermoso, donde nos sacamos una foto y luego, aquel soleado día del estío que finalizaba, lo llevé de paseo, valle abajo, a la caletita marina, cubierta de callaos, provista de una hermosa piscina y de un bar-restaurante todo reluciente con reverberaciones de pétreo almagre. Ya no podremos repetir el paseo. Pero él, desde su residencia estelar, me recuerda que fue en la provisional de Vallehermoso donde, junto con otros compañeros y compañeras, me presentaron a una familia de Macayo, lugar del que llevaría para Tafira --tierra, EL Monte, también de buenos caldos-- excelentes vinos gomeros y otros derivados vinícolas, como el Gomerón, que degustaría durante largo tiempo con mi familia.

Son cosas que no se olvidan. Al salir del I.E.S. saludé a un señor que era una especie de ángel guardián de la institución, pues, decía, el director era su hermano y estaba muy orgulloso de él. No nos cabe la menor duda, y que sea por muchos años. De aquí nos dirigimos al remozadito puerto de San Sebastián. Llegamos a Tafira Baja al atardecer, casi cerrada la noche.
Vale.

[Fin de la primera parte].

9 comentarios

filosofando -

¿qué le pasa a trapera que se está poniendo soso?

Kundera -

Sólo puedo añadir que estoy deseando leer el siguiente escrito (y los que vengan), pues no es fácil leer una historia en la que el autor transmita tan fielmente a los lectores las sensaciones que le produjo lo narrado. Casi me siento como una de las protagonistas, al leerla. Ánimo, y que no se pierdan las mañas. Un abrazo.

Laureano -

He leido con verdadero placer sus acertados comentarios sobre mi isla de nacimiento La Gomera). Ahora aguardo con ansiedad la segunda parte de este artículo, en la que va a escribir sobre su alumno gomero, José Alberto Trujillo Fagundo,por las razones que usted sabe.
Reciba mi agradecimiento y felicitación por adelantado, y el aliento de seguir escribiendo con ese estilo y maestría.

Luis -

Al final quería decir que me corrijan, no que no me corrijan.

Luis -

Hola Magacín66. Me he vuelto a asomar por Trapera y me he detenido en los comentarios para el Profesor Ruano. Tengo entendido, y que me corrija alguien, por favor, si me equivoco, que, con lo de que la excepción confirma la regla, se hace referencia al latinajo "exceptio confirmat regulam". Sólo que la interpretación que se le da hoy día es errónea. Este era el procedimiento utilizado por los escolásticos en sus discusiones para poner a prueba los argumentos que traían a colación. De esa manera se anticipaban a cualquier posible objeción para reforzar o cambiar aquellos aspectos más débiles de sus planteamientos. En fin, ya te digo, es lo que tengo entendido. Si alguien conoce de otro posible origen, por favor, no corríjanme. Un nuevo saludo.

magacín66 -

... y eso que dicen que "segundas partes nunca fueron buenas"... lógicamente esta es la excepción que confirma la regla... por cierto, ¿alguien me podría aclarar (aunque no venga al caso) cuál es el enunciado de esa regla, la cual se confirma cuando hay una excepción?

Nunca me han gustado (por lo menos, cinematográficamente) las sagas, pero espero que haya más...

Saludos a todos!!!!!

Fernando Y. -

Muy bueno, sin duda, lectura encantada por el tiempo, y por La Gomera, maravilla de la creación. Un saludo.

Luis -

Volviendo a hacer uso de lo que usted considera estilo azoriniano, me sumo a lo dicho por Rogers. Ahora más en serio, tengo que felicitarlo nuevamente. Desde luego está usted evocador últimamente, una suerte de Proust a la canaria. Siga brindándonos escritos como este.
Tengo que decir que también echo de menos las aportaciones de monsieur Tacoronte y del señor Bethencourt. Supongo que estarán ocupadísimos con sus respectivas labores. Bueno, saludos a todos.

Rogers -

Me ha encantado su escrito, profesor Ruano. Esta es la segunda vez que escribo este comentario, pues parece que tenia que contestar una pregunta de "proteccion antispam": "En que mes estamos?" Afortunadamente, en Junio!
Bueno, si esta vez reciben el mensaje, amigos y amigas de Trapera, les tengo que invitar a que animen al profesor Ruano a que publique todos los articulos que ha ido escribiendo en un libro propio (ya tiene una compradora, y seguro que mas por ahi).
Tengo que decir que yo tambien he estado en La Gomera, y que tanto la belleza de la isla como de sus habitantes tienen que ser un regalo de Dios, pues no puede ser de otra manera.
Desde California, aprovecho para mandar muchos besos y abrazos a todas mis queridas Islas Canarias y sus maravillosos habitantes (si usted no se considera maravilloso, no se preocupe, no se de por aludido, y asunto concluido).
Muchos saludos para todos y todas, y viva la libertad, el bien mas preciado.