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Trapera

PERSONAS DIGNAS DE SER RECORDADAS

(Por el Profesor Ruano)

1. Maestro Diego y Margarita

Corrían los 70's del pasado siglo cuando, comentando con un compañero del Instituto de Bachillerato de Tafira-Gran Canaria mi hobby vocacional de signo arqueológico, me dijo: "Una vez tropecé con un señor que tiene como setenta años y conoce todas las cuevas del Oeste de nuestra isla". Este compañero, natural de Sardina de Gáldar, amante de la naturaleza y buen motorista, sólo sabía que se llamaba Dieguito y que vivía junto a la plaza de San Sebastián, en Agaete de Gran Canaria.

Así pues, un domingo antes de que amaneciera, en compañía de mi hijo Julio-César, que entonces tenía nueve años, cogí mi Peugêot 404 todo terreno (porque no había terreno donde yo no lo metiera) y nos fuimos por la "ruta del plátano", caminito del Rincón, Tinoca, Bañaderos, Guía, Gáldar y Agaete. Dicho así, y con las carreteras actuales, parece cosa de niños; pero en aquel entonces el viajito duraba más de dos horas, pues había que trasladarse desde Tafira Baja al Puente de Piedra y tirar León y Castillo o el Paseo de Chil alante hasta encontrar el cruce de Fernando Guanarteme, para después enlazar con la carretera del Norte, que nos llevaba a las diferentes estrecheces y, en ocasiones, peligrosas curvas existentes en aquella época en El Hormiguero, la Cuesta de Silva, la villa de Santa Mª de Guía y la ciudad de Gáldar, y luego enfilar por otra carreterita estrecha hacia San Isidro y ¡por fin! Agaete, al cabo de dos horas y media.

¿Quién no conocía al señor Diego en la linda villa del Poniente grancanario? Enseguida me indicaron dónde se ubicaba la placita y la ermita de San Sebastián (que siempre vi cerrada), así como la calle de Pescadores, donde tenía su casa.

Nada más llegar, una señora no muy alta, de tez blanca, rostro risueño, guapa, cercana a los setenta (nos dijo que se llamaba “Margarita” y era la esposa de "Dieguito", como yo me habitué a llamarlo, por parecerme más afectuoso), nos invitó a Julio-César y a mí a un desayuno de leche de cabra recién ordeñada, con gofio de millo del país. Era la primera vez que nos veía, aunque, para una madre canaria, es como si nos conociera de toda la vida. ¡He aquí una de las grandes virtudes de nuestra tierra!

Cuando supo que veníamos de Tafira Baja se le saltaron las lágrimas: Ella pasó allí los años de su niñez, junto a la ermita de Salvago. ¡Cómo la recordaba! A decir verdad, fue su entusiasmo lo que hizo que yo le tomara
cariño a esta ermita, cuyo nombre oía repetidamente a mis vecinos, pues yo me había mudado a la zona baja de Tafira, sede hoy de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, hacía poco más de un año. Yo aún no había visitado la ermita, por hallarse en el interior de una finca privada. Le prometí que iría a verla y le contaría, como así fue. Aprovechando la fiesta de la Asunción de Agosto (Virgen nueva, Fiesta aborigen de la cosecha), el día siguiente a la fiesta fui con mi esposa a verla. Al igual que la de san Sebastián y otras que ustedes y yo conocemos, es digna de estar en el catálogo de visitas, semejante a como lo hacen nuestros inteligentes hermanos de la isla de La Gomera, cuya riqueza "eremítica" es prácticamente insuperable.

Nunca agradeceré lo suficiente a mi compañero del Instituto que me hablara de Maestro Diego. Este emblemático pozo de sabiduría, de algo más de setenta años, de estatura no muy alto, tenía el rostro curtido, la
mirada risueña y la predisposición continua al diálogo y a contarnos incontables historias, cuentos y anécdotas que yo siempre procuraba escuchar con la mayor atención. Maestro Diego se mostró dispuesto a acompañarnos ese día y todos los que yo quisiera para visitar los parajes más lindos y recónditos del far-west grancanario. Recorrimos, yendo una veces en mi coche y otras en el de san Fernando, docenas de cuevas y lugares: Las Arenas, El Risco, Bentayga, Tirma, el "campo de aterrizaje del OVNI" o "campo de cebollas quemadas", como él lo definía, y así un sinfín de parajes interesantes de la costa occidental. Me parecía imposible que una persona de su edad pudiera subir cuestas y montañas con la agilidad de un muchacho. Nos contaba historias de sesenta años atrás. Un día descubrí que era un socialista de verdad, no de película.

El señor Diego estuvo preso en la prisión provincial y en la “adaptada” de Lasalle Antúnez. Preso de guerra, sin haber estado en combate. Contradicciones de los levantamientos militares. Le incoaron Causa por “Rebelión” en febrero de 1937 y lo tuvieron preso hasta finales de 1941. ¡Más de cuatro años y medio estuvo preso por pensar! El levantamiento militar que a nosotros los “neófitos del franquismo” nos cogió “en un futuro nacerás”, castigó a los trabajadores progresistas con la cárcel... o con la muerte. Iba a decir “el cementerio”, pero seguramente los asesinados en la Sima o la Mar Fea o ignotos lugares de la isla de Gran Canaria estarían en
desacuerdo. A pesar de ello, octubre de 1959, todavía Juan el Nuestro ¿quién no recuerda a Juan García “el Corredera”? nos recuerda que fue ejecutado por la justicia ¡ironías! de la Dictadura. Sería más serio decir: “por la injusticia”. ¿No cree usted?

En 1997, dos años antes de su marcha a las estrellas --a su estrella particular--, nuestro amigo Dieguito recibía un homenaje de sus amigos socialistas. ¡Nunca es tarde!

Quienes tuvieron la suerte de conocerlo saben que este aldeano de Agaete era todo generosidad. Era todo verdad. He aquí la razón de que nunca apareciera en una lista electoral. Eso se deja para los políticos.

En su casa, a la hora del “Parte” (muy en sintonía con la época) le gustaba oír las noticias, leer algún libro o entretenerse haciendo algo de hogareña albañilería, profesión que dominaba. A los amigos que lo visitaban les mostraba un calendario muy original compuesto de tres barras de madera con los días, semanas y meses, caracteres góticos y uso eterno y universal.
No he visto otro semejante.

Cuando llegábamos a buscarlo y no estaba en la casa, sabíamos dónde encontrarlo: Según la hora, estaba entretenido cogiendo comida para los animales, atendiéndolos, ordeñando las cabras, plantando alguna mata de platanera, de las que hoy nos podemos comer algún sabroso y dulcísimo “pedrito” de pequeño tamaño, en la finquita del barranco, o pescando en La Salina, cerca de La Fortaleza, acompañado de su yerno o un amigo de éste conocido por “el Verga” (¿o “el Belga”?, nunca lo supe con certeza), persona muy habilidosa para arreglar fallos en los coches. Normalmente tenía cerca de él a algún nieto, sobre todo en verano. Solía situarse cerca
de los riscos que se encuentran en la desembocadura de la margen derecha del barranco de Agaete. Usaba de cebo migas de pan duro amasadas con agua salada. ¡Qué habilidad para la pesca! Allí en su casetita, a la orilla
del mar, comimos muchos calditos de pescado.

En una ocasión me contó que estaba indignado y triste porque el Ayuntamiento no se preocupaba de arreglar la Fuente de los Chorros (cuatro, creo recordar), situada en el barranquillo, junto a la Villa. Le prometí que tocaría el tema en un artículo de prensa. Aprovechando que solía publicar algún trabajo en uno de los periódicos matutinos grancanarios, nombré el asunto más por alegrar al ya de por sí alegre rostro de mi amigo que porque tuviese esperanzas de que nadie se preocupara de reparar la fuente. Fuese coincidencia (más bien creo que cualquier sugerencia del socialista real de Agaete era una orden), o porque el alcalde estaba deseando que le comentasen las necesidades de la villa, la fuente fue reparada y los chorros comenzaron a funcionar.

¡Odisea aquella, usted! Un día fuimos los tres, pues Julio-César se apuntaba el primero, a Las Arenas. Aquí quizá debo aclarar que otro de mis hijos, Doramas, se quedó llorando porque también quería ser "pionero en
proezas occidentales". No pudo ser: ¡Solamente tenía cinco años!). Al paso del tiempo, también Tenesor, tres años viejo –diría un angloparlante, con graciosa expresión--, acompañaba a la familia, incluídas las damas desde la mamá hasta Déborah y Guayarmina, pues Arminda nacería más tarde. Los críos pasaban sus horas jugando a la pelota con otros niños en la placita de san Sebastián ....Digo que fuimos los tres a Las Arenas. Desde lo alto de la carretera que lleva a la Aldea de San Nicolás se veía abajo, bastante lejito, junto al mar, como una especie de playa de arena blanquecina. Empezamos a bajar por una vereda muy estropeada que pasaba junto a la
casa muchos años antes habitada por Cho Juan de Dios, donde un niñito nativo se había caído desde lo más alto hasta allá al fondo de sus profundidades, mientras correteaba con sus piernitas infantiles. Tardamos casi una
hora bajando por aquel angosto caminito hasta la orilla del mar y disfrutamos del olor marino yodado durante un buen rato. Luego nuestro guía nos propuso subir directamente la empinada cuesta por una antigua vereda sólo apta
para iniciados, ya que, decía, “es una aventura más corta”. ¡Pues, venga, hala, a comerse el mundo! Julio-César y sus diez añitos saltaban de alegría.
¡En mala hora! A mí me pareció que hacía siglos que aquella cuesta no había sido utilizaba por humano alguno; las aguas de lluvia habían roto toda conexión entre vereda y roca, entre vereda y arbusto. Tuvimos que usar todos los sentidos, y gracias a las indicaciones, habilidades y agilidad del señor Diego pudimos llegar sanos y salvos junto a la parte inferior de la inolvidable casita abandonada. Mi hijo aún recuerda la gesta con emoción
contenida.

Maestro Diego tenía amigos en todas partes. Nacido en La Aldea de san Nicolás a finales de la primavera de 1904, en Agaete todos lo querían, lo mismo que a su esposa Margarita. A veces nos íbamos a lugares de las montañas olvidados de los conquistadores y charlábamos con aborígenes grancanarios vestidos a la usanza europea; pero la tonalidad y el sombrero eran típicos de nuestra gente de campo. Verdaderos cromañones en contacto con la naturaleza, vivían en sus frescálidos paraísos trogloditas a donde nos invitaban a pasar, haciendo gala de la hospitalidad isleña.
Charlábamos durante horas, parte dentro acompañando a algún familiar enfermo, parte fuera porque en el interior de la cueva no se permitía fumar. Se respira puro aroma de montaña. Hablábamos en la lengua de nuestros campesinos.
¡Qué hermosos recuerdos! ¡Momentos inefables!

En el Risco, Maestro Diego era como Dios en su Edén privado. Todos querían estar junto a él y conversar. Allí hice buenos amigos. Que me perdonen si no recuerdo el nombre de todos, lo contrario de sus imágenes, que están frescas en mi retina. Domingo y Martín, entre otros muchos, eran muy amables. Un día me llevaron a un altozano, en donde recogí algunos utensilios dejados por nuestros aborígenes, que iba entregando en el Museo
Canario de nuestra capital, bien a los hermanos Pepito y Carlitos Naranjo, bien a Jesús Cantero, joven enamorado de su tarea etnoarqueológica.
Recuerdo la cara de felicidad que pusieron cuando aparecí con los restos de aquel cuerpo humano desenterrado en un solapón; si bien no es menos cierto que pasados los años, dedicado a mi numerosa prole y tareas docentes, nunca supe su antigüedad. Supongo que el Carbono/14 los habrá datado con bastante precisión.

Hace seis años, un aciago día, el señor Diego nos abandonó. Es decir, nos dejó físicamente, porque él está siempre con nosotros. Aún recuerdo el rostro triste y amable de Antoñita, su hija, mientras nos daba la noticia; o la cara serena de su esposa, Margarita, contándonos una vez más, con esa dulce parsimonia de esposa feliz y madre cariñosa, las variadas anécdotas que rodean la vida siempre remembrada de Maestro Diego.

Margarita está a punto de cumplir un siglo. Agradezcamos al periodista Salvador Sagaseta que nos lo haya recordado en su página habitual, seccionada con premio "huevo de oro", en el periódico matutino “La Provincia”, de la capital grancanaria.

Tafira Baja de Gran Canaria, mayo de 2005.

13 comentarios

Rogers -

Profesor Ruano:
Si, un descuentito cuando publique su libro se va a agradecer. Yo se lo recuerdo, para que lo pueda hacer (me va a disculpar la rima casera, pero es que esto en casa, con mis hijos revoloteando alrededor y usted comprendera que, cuando hay pequegnitos cerca, las rimas se alejan (ja, ja).
Besotes, y hasta la vista

clemente -

amor por su tierra y por sus semejantes se desprenden de cada una de sus palabras prof Ruano un ejemplo para todos yo me incluyo en primer lugar.un abrazo clemente

Profesor Ruano -

Y ahora, un poquito más en serio.

Seguro, Perera, que el Cabildo de Gran Canaria se ocupará de la conservación de nuestra riqueza arqueológica, arquitectónica, etc...; pero como todo tiene un precio, habría que esperar el relevo en la Institución. Por cierto, el Sr. Diego se apellidaba Rodríguez Díaz, omisión que ya tengo subsanada en la base de datos.

Me congratula que el profesorado femenino se sienta tan satisfecho de esta lectura. Y es bien cierto que "la excepción [profesora Naniuska] confirma la regla". Creo, sin temor a exagerar que pocos Seminarios o Departamentos han congeniado tanto (exceptionem habemus) como el de Geografía e Historia del Instituto de Tafira-Gran Canaria. Efectivamente, estimada compañera, aunque noblemente orgulloso de ser grancanario, ello no obnubila mi cariño por Fuerteventura, La Gomera, La Graciosa y así hasta nueve, porque la islita de Lobos también está habitada. Sin olvidar que Cuba y Venezuela son "nuestras islas" más internacionales.

No menor es mi satisfacción al comprobar que nuestra intrahistoria une los sentimientos de un estudiante tafireño con los de otros dentro y fuera de Canarias pues, aunque profesionales hoy, ayer todos fuimos niños.
Un abrazo para todos (barra -as, por supuesto).

Profesor Ruano -

Gracias a todo el personal por las palabras de ánimo.

Pongámosle música:

-Si algún día se publica/
-Como suele suceder/
-Suplico me lo recuerden/
-Para un descuento hacer.

(Convendrán conmigo en que, habiéndose encarecido la cesta de la compra en Canarias hasta un 40% en cinco años, ganas nos dan de meternos a mayorista de la alimentación).

De momento, el premio se lo lleva Luis, pues en dos palabras ad pedem litterae resumen sus impresiones, superando incluso a Azorín, en mi mocedad preferido por su síntesis; bien es verdad que en Literatura desconocíamos a Pérez Galdós ya que el Dr. Pildáin nos lo tenía prohibido, y a Blasco Ibáñez, que se hallaba incluído en el Índice expurgatorio de obras "escogidas" por la Santa Sede. Y ustedes saben que en aquella época de apolítica felicidad, en la que "contra Franco estábamos mejor", a decir de los luchadores de la izquierda, el conocimiento estaba supeditado a la fé.(Reforcémosla).

Ana -

Querido compañero y afectuoso profesor.
¡Que historia tan entrañable!. Qué recuerdos de la niñez cuando mencionas tantas expresiones canarias ya casi olvidadas.Y cuántos recuerdos de aquel departamento de historia del instituto de Tafira donde contabas tantas anécdotas con esa sencillez y amor a Gran Canaria del que siempre presumias . ¡Cómo nos gustaba oirte! (aunque había excepciones). Hablabas de la canariedad, del hombre del campo, de respeto a nuestra gente, a nuestras costumbres;de tu sentimiento de ser canario desde siempre. Felicidades profesor Ruano por el rato tan agradable y por este generoso regalo que es leer tus artículos.

Kundera -

Este es, desde luego, el mejor homenaje que le haya podido hacer a "Dieguito", que bien orgulloso debe de estar allá arriba de haber transmitido tales sensaciones, y de ser la inspiración del artífice de tan bello relato. Sin duda, profesor Ruano, ha conseguido que todos, al leerlo, sintiéramos lo que vivió, olió, vio y caminó en compañía de "Dieguito".
Un abrazo

hideyoshi -

tiene la maravillosa habilidad de trasladar a la gente a lugares y emociones con sus palabras...."nunca las mañas pierda" y nosotros que lo gocemos. Un abrazo profesor

magacín66 -

Me auno a lo ya comentado: espero que no sea el último texto, con el que disfrutar muchísimo, del Profesor.

En este caso concreto, el texto me ha llevado 25 años atrás, al recordar la ermita de Salvago, cuya existencia y recuerdos los tenía totalmente olvidados.

En los meses de mayo, solíamos ir cada jueves los alumnos del colegio donde estudié a ver a la virgen...

Iván -

Gracias profesor Ruano porque, a pesar de la distancia, me acaba de trasladar usted casi físicamente a los bellos rincones de nuestra isla, me pareció percibir la luz de los riscos, el salitre de la marea y el deje tan familiar y querido de nuestra gente. En verdad tiene algo muy especial la tierra de donde venimos.
Salud!

Rogers -

Queridisimo profesor Ruano, su unico estilo, personal, historico, entragnable y Canario Universal me ha llenado de alegria en este dia. Que recuerdos tan hermosos ha despertado en mi memoria, y cuantas anecdotas de las que no sabia! Me permite que lo invite a un baile dialectico en compagnia de su esposa el proximo verano? Sera todo un placer: Al ritmo de la musica de Gran Canaria, bailemos el vals de la celebracion de la canariedad.
Salud,y libertad, el bien mas preciado.

Elena -

Otra vez más, y espero que no sea la última, he disfrutado mucho con sus líneas, profesor

perera -

He estado preguntando a cercanos de Agaete y por ahora no tengo ninguna información clara al respecto sobre estas personas que el profesor Ruano nos menta.
Me ha encantado el texto. Muchísimo. Testimonio vivo y enriquecedor.
También he estado en alguna de esas zonas que nombra. ¡Qué triste caminar por Tirma y ver que los alrededores están llenos de materiales arqueológicos de nuestra cultura aborigen, ahí, dejados a la mano de Dios, sin ningún cuidado! Qué triste que nuestro Cabildo no haga nada. Que jueguen a su apreciado turismo en la zona, por ejemplo, pero que conserven todos esos testimonios. Es una obligación.
Salud mucha, querido profesor.

Luis -

Entrañable texto.