EN CASA DEL POETA
(Por Agustín Bethencourt)
Una vez más he tenido el inmenso honor de estar en casa del poeta y amigo Juan Jiménez. Él no sabe que estoy escribiendo estas líneas y me hubiera dicho que empleara mi tiempo en cosas más útiles si se me hubiera ocurrido insinuárselo siquiera. Pero es una urgencia la que me lleva a escribir esto ahora. La urgencia de la amistad correspondida. Y del agradecimiento ante tanta letra vivida. Compartir con él una conversación en su biblioteca o en su despacho es llenarse de energía y de ganas de romper con la rutina mala, con la impuesta estéril, para hacer la revolución y ganarle la partida a lo que no es vida. Cada palabra salida de su boca tiene un peso y una densidad propias. Me recuerda en esto a otro amigo, Manolo, el de el Pico del Viento, el hermano de Alfredo. Ambos tienen esto en común. Y otra cosa. En Juan se encuentra la ética del Sur. La misma que aprendí de mi padre. La palabra justa y el trabajo duro.
La urgencia y el agradecimiento, decía. Gracias a María por sus atenciones después de un día duro. Rodeado de tanto libro y de tanta palabra vivas, hablando con Juan y con Daniel me he reencontrado con Canarias en medio de versos con sabor a oración antigua.
Ojalá la vida me dé tiempo para agradecer todo esto. De veras.
Una vez más he tenido el inmenso honor de estar en casa del poeta y amigo Juan Jiménez. Él no sabe que estoy escribiendo estas líneas y me hubiera dicho que empleara mi tiempo en cosas más útiles si se me hubiera ocurrido insinuárselo siquiera. Pero es una urgencia la que me lleva a escribir esto ahora. La urgencia de la amistad correspondida. Y del agradecimiento ante tanta letra vivida. Compartir con él una conversación en su biblioteca o en su despacho es llenarse de energía y de ganas de romper con la rutina mala, con la impuesta estéril, para hacer la revolución y ganarle la partida a lo que no es vida. Cada palabra salida de su boca tiene un peso y una densidad propias. Me recuerda en esto a otro amigo, Manolo, el de el Pico del Viento, el hermano de Alfredo. Ambos tienen esto en común. Y otra cosa. En Juan se encuentra la ética del Sur. La misma que aprendí de mi padre. La palabra justa y el trabajo duro.
La urgencia y el agradecimiento, decía. Gracias a María por sus atenciones después de un día duro. Rodeado de tanto libro y de tanta palabra vivas, hablando con Juan y con Daniel me he reencontrado con Canarias en medio de versos con sabor a oración antigua.
Ojalá la vida me dé tiempo para agradecer todo esto. De veras.
4 comentarios
Maribel Lacave -
Fernando: -
Philippe Tacoronte -
Profesor Ruano -