NOVELA Y VERDAD
(por Fernando Yupanqui)
Más allá de las múltiples y estériles tensiones (alta cultura y cultura popular, estética y política, tradición y vanguardia...) que han gravitado sin pausa por sobre la opaca estrechez de la crítica filológica, el futuro cualitativo del análisis literario pasa por la ampliación filosófica de los espacios argumentativos. En tal empeño, habrá de ser convocada, a la escritura crítica, la filosofía de la historia, si bien será fundamental encarar una mostración de los presuestos éticos de la creación literaria en vista de los inagotables pliegues del lenguaje como relación.
Por ello, el justo sendero que podríamos encarar a la hora de comentar una obra escrita ha de tener como eje la mostración que, deliberadamente o no, se da en el pulso del decir de la escritura con respecto al "orden" de los lenguajes históricos establecidos. Siendo toda obra crítica y propositiva a la vez, es decir, que jamás podrá inscribirse fuera de la Vida, que jamás podrá desembarazarse de engendrar en su tejido un mundo propio, la mirada por sobre el núcleo seminal de la escritura habrá de conducirnos a una realización crítica, es decir, a desocultar el modo en el cual la obra se dispone, en su respiración, frente a las líneas estéticas presentes y hegemónicas del pensamiento.
La buena salud de la narrativa argentina actual (con Saer, Piglia, Rivera, Fogwill, Aira, Saccomano, Feinmann, Brizuela...), nos plantea, como apuntamos más arriba, la necesidad de ejercer la crítica obviando lo esperable. Sobre todo, porque la dimensión de la escritura, al menos en las obras que nos convocan, trasciende la autonomía de lo textual para establecerse en un ámbito dialógico, en un ámbito de escucha del acontecer histórico.
En concreto, atenderemos a dos novelas recién aparecidas en la Argentina: La crítica de las armas, de José Pablo Feinmann, y La lengua del Malón, de Guillermo Saccomanno.
Nos hemos centrado en tales textos dado que entre ellos se explicita una aguda y necesaria constante que pareciera, dada la perenne transición histórica en que se encuentra nuestro país, inundar las necesidades espirituales de la sociedad: hablamos de la reflexión que se dibuja espectralmente entre la historia colectiva y la memoria-experiencia individual. La constante en ambos escritores, sin duda, nos ha llamado la atención, pues las novelas contemplan, en su escucha, un controvertido movimiento político que, desde 1943, protagoniza la vida política argentina: el peronismo.
La crítica de las armas de José Pablo Feinmann vuelve a nacer de la convivencia del autor con su alter ego, Pablo Epstein, protagonista de otra de sus novelas, La astucia de la razón (1999). Pero esta vez la narración no proviene del terror político, de la experiencia de la neurosis y la enfermedad, sino de un monólogo de Epstein (el cual al igual que Feinmann milita en la Juventud Peronista, en los 70), el cual, aunque dirigido a su madre, significa una larga reflexión sobre su historia personal y sobre la trágica historia del país. Pablo analiza lo sucedido con su generación, tomando como experiencia plena (y sobre todo ética) la persecución que sufre bajo la dictadura militar argentina (76-83). Así, retomando temas que aparecían en La astucia de la razón, pero ampliándolos, el autor puede narrar su relación con un amigo, Hugo Hernández (que muere tras no llegar al hospital, atascado entre la masa que festeja la victoria argentina en el mundial 78), y con su familia, como verdades que llegan con su carnalidad al corazón de la experiencia de la historia.
En pleno exilio interior, Feinmann-Epstein describe la angustia que lo asalta al temer que los militares lo capturen y lo hagan desaparecer, a la vez que reflexiona con gran hondura sobre la actitud hipócrita de la sociedad media argentina, que, aún todavía, pese a los esfuerzos del presidente Kirchner, responde a la sangrienta represión militar con una indiferencia y un miedo cómplices, del todo carentes de responsabilidad social. Pero no tendríamos garantías de la calidad de la novela sin observar que la temática se imbrica en una escritura de gran amplitud imaginativa que se desarrolla a medio camino entre la narración ficcional y la investigación socio-histórica. Feinmann pone toda la carne el asador, dando a su escritura la atmósfera que las necesarias novelas requieren para asentarse en la lectura a la luz de un llamado de alarma.
Por otra parte, La lengua del malón, de Guillermo Saccomano, narra en la voz de Gómez, profesor de literatura, traductor, homosexual, "cabecita negra" y peronista, los hechos que en 1955 desembocarían en la caída del en ese momento presidente, Juan Domingo Perón. La novela nace de otro texto, ambientado en los 70, que buscaba una explicación impostergable a la violencia de esos años. Para entender los 70, dice el autor en una entrevista, se debe retroceder al 55, al derrocamiento de Perón, pues casi todo el movimiento político de izquierda que vino después no fue sino la prolongación y superación, ya en la clandestinidad, del primer movimiento peronista.
Lo central de la novela acontece cuando Gómez, ya al final de su vida, habiendo ido y venido en disquisiciones sobre el pasado, decide dar a conocer un texto: La lengua del malón, novela dentro de la novela, escrita por Delia, una señora bien, casada con un militar gorila (antiperonista). Delia mantiene una relación homosexual con Lía, buena amiga de Gómez, joven poeta, periodista, judía y socialista, que entrega a éste la novela, la cual transcurre durante la Colonia y narra el rapto de D., esposa de militar, por el indio Pichimán, así como el posterior encantamiento que éste produce en ella. De esta manera, entre los hechos trágicos de 1955 y los años de la conquista, Gómez, Delia y Lía nos muestran lo por siempre postergado, lo que no pudo ser, el país Nacional y Popular que Saccomano quiso traer al presente.
Pero al tiempo que todo se desarrolla, aparecen motivos que, más que ficcionales, parecieran suponer una reflexión ético-política. Así, se menciona a algunos miembros de la revista Sur (Borges y Victoria Ocampo) con los cuales Gómez-Saccomano tiene una relación ambivalente, que puede reconocer sus cualidades literarias y denigrar sus actitudes políticas. Gómez, no sin ironía, llega a acusar a Victoria Ocampo de "socia fundadora de la ESMA" (Escuela de Mecánica de la Armada, máximo campo de concentración durante la dictadura del 76), aunque sabe que en Sur se publican buenos textos. Y lo mismo sucede con Borges, un pobre infeliz que apoya el golpe de estado gorila del 55 (así como el de Videla en el 76 y el de Pinochet en Chile). Borges es caracterizado como el representante de la cultura liberal cipaya (o vendepatria); el mismo Borges que, afirma Gómez, es un gran escritor. Entre todo, la notable prosa de Saccomano se despliega tan plural como los acontecimientos narrados. El corazón de su escritura encierra los contornos de una gran novela que nos lleva de lo literario a lo histórico, de lo personal a lo social. La presencia de hechos tan fundamentales de la historia argentina habla por sí sola, cuando el mundo se hace texto renombrando al pasado con la distancia de la justicia.
Más allá de las múltiples y estériles tensiones (alta cultura y cultura popular, estética y política, tradición y vanguardia...) que han gravitado sin pausa por sobre la opaca estrechez de la crítica filológica, el futuro cualitativo del análisis literario pasa por la ampliación filosófica de los espacios argumentativos. En tal empeño, habrá de ser convocada, a la escritura crítica, la filosofía de la historia, si bien será fundamental encarar una mostración de los presuestos éticos de la creación literaria en vista de los inagotables pliegues del lenguaje como relación.
Por ello, el justo sendero que podríamos encarar a la hora de comentar una obra escrita ha de tener como eje la mostración que, deliberadamente o no, se da en el pulso del decir de la escritura con respecto al "orden" de los lenguajes históricos establecidos. Siendo toda obra crítica y propositiva a la vez, es decir, que jamás podrá inscribirse fuera de la Vida, que jamás podrá desembarazarse de engendrar en su tejido un mundo propio, la mirada por sobre el núcleo seminal de la escritura habrá de conducirnos a una realización crítica, es decir, a desocultar el modo en el cual la obra se dispone, en su respiración, frente a las líneas estéticas presentes y hegemónicas del pensamiento.
La buena salud de la narrativa argentina actual (con Saer, Piglia, Rivera, Fogwill, Aira, Saccomano, Feinmann, Brizuela...), nos plantea, como apuntamos más arriba, la necesidad de ejercer la crítica obviando lo esperable. Sobre todo, porque la dimensión de la escritura, al menos en las obras que nos convocan, trasciende la autonomía de lo textual para establecerse en un ámbito dialógico, en un ámbito de escucha del acontecer histórico.
En concreto, atenderemos a dos novelas recién aparecidas en la Argentina: La crítica de las armas, de José Pablo Feinmann, y La lengua del Malón, de Guillermo Saccomanno.
Nos hemos centrado en tales textos dado que entre ellos se explicita una aguda y necesaria constante que pareciera, dada la perenne transición histórica en que se encuentra nuestro país, inundar las necesidades espirituales de la sociedad: hablamos de la reflexión que se dibuja espectralmente entre la historia colectiva y la memoria-experiencia individual. La constante en ambos escritores, sin duda, nos ha llamado la atención, pues las novelas contemplan, en su escucha, un controvertido movimiento político que, desde 1943, protagoniza la vida política argentina: el peronismo.
La crítica de las armas de José Pablo Feinmann vuelve a nacer de la convivencia del autor con su alter ego, Pablo Epstein, protagonista de otra de sus novelas, La astucia de la razón (1999). Pero esta vez la narración no proviene del terror político, de la experiencia de la neurosis y la enfermedad, sino de un monólogo de Epstein (el cual al igual que Feinmann milita en la Juventud Peronista, en los 70), el cual, aunque dirigido a su madre, significa una larga reflexión sobre su historia personal y sobre la trágica historia del país. Pablo analiza lo sucedido con su generación, tomando como experiencia plena (y sobre todo ética) la persecución que sufre bajo la dictadura militar argentina (76-83). Así, retomando temas que aparecían en La astucia de la razón, pero ampliándolos, el autor puede narrar su relación con un amigo, Hugo Hernández (que muere tras no llegar al hospital, atascado entre la masa que festeja la victoria argentina en el mundial 78), y con su familia, como verdades que llegan con su carnalidad al corazón de la experiencia de la historia.
En pleno exilio interior, Feinmann-Epstein describe la angustia que lo asalta al temer que los militares lo capturen y lo hagan desaparecer, a la vez que reflexiona con gran hondura sobre la actitud hipócrita de la sociedad media argentina, que, aún todavía, pese a los esfuerzos del presidente Kirchner, responde a la sangrienta represión militar con una indiferencia y un miedo cómplices, del todo carentes de responsabilidad social. Pero no tendríamos garantías de la calidad de la novela sin observar que la temática se imbrica en una escritura de gran amplitud imaginativa que se desarrolla a medio camino entre la narración ficcional y la investigación socio-histórica. Feinmann pone toda la carne el asador, dando a su escritura la atmósfera que las necesarias novelas requieren para asentarse en la lectura a la luz de un llamado de alarma.
Por otra parte, La lengua del malón, de Guillermo Saccomano, narra en la voz de Gómez, profesor de literatura, traductor, homosexual, "cabecita negra" y peronista, los hechos que en 1955 desembocarían en la caída del en ese momento presidente, Juan Domingo Perón. La novela nace de otro texto, ambientado en los 70, que buscaba una explicación impostergable a la violencia de esos años. Para entender los 70, dice el autor en una entrevista, se debe retroceder al 55, al derrocamiento de Perón, pues casi todo el movimiento político de izquierda que vino después no fue sino la prolongación y superación, ya en la clandestinidad, del primer movimiento peronista.
Lo central de la novela acontece cuando Gómez, ya al final de su vida, habiendo ido y venido en disquisiciones sobre el pasado, decide dar a conocer un texto: La lengua del malón, novela dentro de la novela, escrita por Delia, una señora bien, casada con un militar gorila (antiperonista). Delia mantiene una relación homosexual con Lía, buena amiga de Gómez, joven poeta, periodista, judía y socialista, que entrega a éste la novela, la cual transcurre durante la Colonia y narra el rapto de D., esposa de militar, por el indio Pichimán, así como el posterior encantamiento que éste produce en ella. De esta manera, entre los hechos trágicos de 1955 y los años de la conquista, Gómez, Delia y Lía nos muestran lo por siempre postergado, lo que no pudo ser, el país Nacional y Popular que Saccomano quiso traer al presente.
Pero al tiempo que todo se desarrolla, aparecen motivos que, más que ficcionales, parecieran suponer una reflexión ético-política. Así, se menciona a algunos miembros de la revista Sur (Borges y Victoria Ocampo) con los cuales Gómez-Saccomano tiene una relación ambivalente, que puede reconocer sus cualidades literarias y denigrar sus actitudes políticas. Gómez, no sin ironía, llega a acusar a Victoria Ocampo de "socia fundadora de la ESMA" (Escuela de Mecánica de la Armada, máximo campo de concentración durante la dictadura del 76), aunque sabe que en Sur se publican buenos textos. Y lo mismo sucede con Borges, un pobre infeliz que apoya el golpe de estado gorila del 55 (así como el de Videla en el 76 y el de Pinochet en Chile). Borges es caracterizado como el representante de la cultura liberal cipaya (o vendepatria); el mismo Borges que, afirma Gómez, es un gran escritor. Entre todo, la notable prosa de Saccomano se despliega tan plural como los acontecimientos narrados. El corazón de su escritura encierra los contornos de una gran novela que nos lleva de lo literario a lo histórico, de lo personal a lo social. La presencia de hechos tan fundamentales de la historia argentina habla por sí sola, cuando el mundo se hace texto renombrando al pasado con la distancia de la justicia.
59 comentarios
yomisma -
Me parece este un debate (coincido con los que estan de acuerdo, obviamente, je, je) de lo mas interesante. Viva la falta de entendimiento! Es mucho mas interesante que cuando estamos todos/as de acuerdo, vaya que si! Por cierto, aparte de ama de casa, esposa, madre de dos revoltosillos y maestra de primaria, he sido profesora de secundaria y soy licenciada en Filologia (especialidad: linguistica), por si alguien se plantea mis credenciales. Pero, ante todo, ciudadana del mundo, y amante de la falta de harmonia (es la unica manera de que se generen debates interesantes, no?)
Saludotes para todos/as
Hasta la proxima!
Por cierto, gracias por tu articulo, he vuelto a leerlo, siguiendo el consejo de Bethencourt, y me ha dejado muy buen sabor (entre el cafe y el articulo, claro esta, ja, ja)
magacin66 -
Ha sido hoy cuando he descubierto esta avalancha de comentarios, discutiendo con un amigo que me decía que el artículo de Yupanqui tenía el record de comentarios y yo le decía que no, que era uno de Elena llamado "Y Jesucristo llegó al Roque Nublo".
Acabo de leerlo todo y la verdad es que hay tantas ideas mezcladas que me sobrepasan un poco.
No obstante, sí es verdad que tras mi comentario del otro día leí lo que escribió Philippe cuando disentía de los comentarios expuestos y entendí, que desde un punto de vista artístico, la escritura no tiene por qué ser entendida y lo asemejé con el cine. En mi caso, es verdad que hay películas que a pesar de no llegar a entenderlas del todo, me han encantado y fascinado. No sé si estoy hablando de lo mismo que Philippe, pero fue lo que me vino a la mente una vez que leí su comentario.
En cualquier caso, yo creo que se cumple con creces uno de los objetivos de Trapera: comunicación entre "escritores" y "lectores", algo de lo que carece, desgraciadamente, la prensa tradicional.
Por último hecho de menos a Daniel Bellón. Sé que tenía problemas para publicar sus artículos y debe ser que también los tiene para los comentarios.
Saludos a todos!!!!!!!!!
mmeida -
PD: La escritura, la pintura, la música... son siempre plataformas de comunicación. Pero la comunicación no es vía de un sólo carril ni calle de un sólo destino.
Saludos.
perera -
perera -
Anónimo -
perera -
perera -
Yupanqui -
Yupanqui -
Elena -
Philippe -
Philippe -
Y otra cosa, en todo el problema de la comprnsión, la claridad y la oscuridad es clave la refernca al "tiempo"; solo si nos tomamos tiempo con la otra persona llegaremos a algo. Lévinas dice: "El tiempo es el otro".
Philippe -
Lo de un lenguaje especializado que se deba saber vale para cualquier disciplina, pero no para la filosofía, al menos como Sócrates la practica. No hay un lenguaje de la filosofía porque ésta se involucra en todos los leguajes para cuestionar, para preguntar. Ser capaz de decir "no sé" y comenzar a preguntar y pensar radicalmente es hacer filosofía; ¿la pregunta principal? ¿Cómo vivir mi vida de modo que sea plena y tenga sentido? Y de ahí sale toda filosofía .Así que no me digan que hay que tener conocimientos previos en ella, porque se trata de poner en duda cualquier conocimiento previo.
Elena (Para Zambraca) -
Hideyoshi -
PD: ¿que poco te ha durado el record Elena jejeje. Abrazos a todos los traper@s
zambraca -
Jose -
¿Quién ha dicho que las formas no son importantes? Sigue escribiendo como te dé la gana.
Elena -
Elena -
Philippe -
Philippe -
Philippe -
Philippe -
Philippe -
perera -
Bethencourt -
Me gustaría únicamente decir algo con respecto al último intercambio de ideas (y sensaciones) entre Hideyoshi y Perera:
No veo soberbia por parte de nadie. Sinceramente. No creo que sea soberbia defender con vehemencia los criterios propios. Soberbia sería más bien negar la palabra o cederla con condescencia... Y sinceramente no veo nada de eso en este debate.
Por último, si me lo permiten, felicitar a todos los participantes en este debate por la profundidad del mismo. Me permito recordar, por último, que esta profundidad no ha nacido ni del punto de vista de los unos ni del punto de vista de los otros, sino del encuentro franco (y a pecho descubierto, me permitiría añadir) entre ambas posiciones. ´
P.D. Un último apunte y ya termino. Cuando hablo de re-creación (no de "recreación") lo hago, amigo Perera, en el sentido de crear cada día, incesantemente; ese es el sentido que quería darle a esa palabra por medio del guión. Crear el mundo cada día a través de la palabra. Me seduce esa idea.
perera -
perera -
perera -
perera -
perera -
Hideyoshi -
Hideyoshi -
Hideyoshi -
Hideyoshi -
Hideyoshi -
Hideyoshi -
perera -
perera -
perera -
Anónimo -
Bethencourt (3) -
P.D. ¿Alguien ha hecho el ejercicio de releer el texto transpirando los sentidos y no obsesionándose con entender cada palabra?
Sólo es un juego, que nadie se asuste.
Un abrazo.
Bethencourt (2) -
Según plantean quienes creen que las cosas se pueden explicar de modo "fácil" o "difícil", el mundo está ahí, delante nuestra, sólo tenemos que percibirlo correctamente y, en su caso, "saber explicarlo". Todo lo demás son pajas mentales.
Según los que creen que la escritura es un desafío y un riesgo, creando un texto no solamente se interpreta el mundo, sino que se re-crea el mundo. La escritura como re-creación permanente.
Bethencourt -
Las críticas de Hideyoshi (claro que sí son críticas, ¿qué son si no?, no le tengamos miedo a las palabras: sin crítica se acabó el pensamiento libre)son las que me han hecho animarme a dar mi punto de vista, aunque he seguido el debate desde la publicación del artículo.
Hideyoshi -
Hideyosih -
Hideyoshi -
Hideyoshi -
Yupanqui -
perera -
Zambraca), que incluso la mano del que escribe,
sin dejar de lado su responsabilismo, no conoce todo "lo cierto" (o no) de lo que expresa; de lo que, literalmente, ex-pulsa. Porque no sólo "se" lee, sino
tantas veces "se" escribe desde el desconocimiento, de algo que está por aclarar en el mismo salto de escribir.
Philippe -
Philippe -
jose -
Zambraca -
No cabe la menos duda que muchas novelas que transitan en la descripción de unos momentos históricos de especial necesidad para el presente, para amarrar sanamente hechos que se nos presenta neuróticos.
Quizás la historia moderna de Argentina se me presenta alejada, pero al leer tu artículo todo me ha sonado a cercano.
Muchas veces hemos leido novelas que pasan por nosotros y nos deja la misma sensación, pero también es cierto que hay obras narrativas que en determinados momentos personales que han llenado de sentimientos apasionados por lo injusta de una historia en la que las clases populares pocos hemos avanzado para buscar esa sociedad de iguales.
Pero por favor, díme si me equivoco, ya que el texto está muy condensado para un inculto como yo.
perera -
magacin66 -
Saludos!!!!!
yo misma -
perera -
Atractivos textos que comentas, según tú (como lo) comentas. Y me acuerdo, otra vez, otra vez, otra vez, del amigo Sabato: deletreo lo que escribes y no puedo dejar de pensar en él. Por cierto, esa visión que se tiene de Borges en el segundo escrito del que hablas, es la visión que el autor de "Sobre héroes y tumbas" tenía; más o menos. Lo que él llamaba (llama) "los dos Borges".
Por cierto, ¿existe esta relación, directa o no, según ves, entre la narrativa de Sabato y las nuevas novelas? Esta estrechez la intuyo por los entremezclamientos de los que hablas: política, lo personal, trabajo escritural, etc. Un abrazo.