LOS NIÑOS: ¿MONEDAS O PERSONAS?
(Por Elena_ BR)
En pleno siglo XXI, aún seguimos utilizando a la parte más débil de nuestras sociedades, en cualquiera de las culturas, para provecho de los adultos de las mismas.
Aún pervive en muchos lugares del mundo el tener o no tener hijos como garantía de sustento en nuestra edad anciana. Si todo quedara ahí, todavía sería capaz de entenderlo pero, voy más allá.
En sociedades llamadas del bienestar, sin peligros para los jubilados, los niños no debieran tener ninguna situación de riesgo, desgraciadamente, no es así.
Realizando un análisis muy etéreo, nos encontramos con pornografía infantil (cada vez más y aparentemente con poco acoso por parte de los gobiernos), prostitución infantil (incluso en nuestro alrededor más inmediato, no hace falta más que leer la prensa local de estos últimos días), abandono de los mismos en los centros escolares, y sobre todo lo que más me indigna, la utilización que hacemos los adultos para satisfacer nuestras frustraciones, y paranoias.
A estas últimas, que aparentemente no son delito como las primeras, me dirijo. Las divido en dos grandes bloques. El primero, el del contexto socio-laboral-familiar. No quiero ni pretendo entrar a discutir el cambio sufrido por la sociedad, es más no creo que ahora, existan ni más ni menos cambios de sociedades, me parece que se llama evolución. Dicha evolución lleva aparejadas una serie de consecuencias. Una de esas consecuencias es la del poco tiempo que nos queda para atender como se merecen a los niños, después de la jornada laboral. No, claro que no me refiero a esas necesidades fisiológicas básicas, a ésas no. Está muy claro que el ritmo en el que estamos inmersos, nos resta tiempo para otros placeres y sobre todo para uno de los más grandes, el de ver crecer, querer y saber decírselo a nuestros hijos. Bien, mi crítica no va por ahí, va por otro camino. ¿Qué soluciones busca o está buscando nuestra sociedad? Desde mi punto de vista, las más cómodas y menos adecuadas pero sin duda hay otras más eficaces pero menos comerciales, se ganaría menos dinero y eso en nuestro sistema actual es casi un delito.
Últimamente vemos como hasta los partidos políticos en sus programas electorales ofertan abrir los colegios los fines de semana, para que podamos aparcar los niños sin ningún problema. Es como crear más redes de aparcamientos subterráneos para despejar el tráfico. Si bien es cierto que muchas profesiones, realizan su tarea en días no lectivos, lo que no se puede seguir tolerando es que los niños vivan permanentemente en los centros que en un primer momento fueron diseñados para el estudio, el aprendizaje y la educación.
Si nosotros viviéramos todos los días en el sitio donde trabajamos, aunque cambiásemos de actividad durante algunas horas del día, si permaneciésemos en el mismo sitio siempre, qué nos ocurriría. Terminaríamos desquiciados, más aún de lo que estamos. Ese detalle no parece importarnos cuando se trata de los niños, que ya acabarán desquiciados antes de llegar a la edad adulta.
¿Por qué no se crean otros espacios donde los niños desarrollen otro tipo de actividades? ¿Por qué no se diseñan otras iniciativas desde el mercado laboral dirigidas a los padres y madres? Por supuesto, costaría mucho dinero. Entonces la solución, incluso para comprar nuestro voto es prometernos abrir los centros escolares, todas las horas del día, y todos los días del año (ni siquiera los centros de salud o las farmacias que me parecería más lógico). Y que dicen los votantes, pues pican, claro, que me quiten un problema.
El otro gran problema, el segundo bloque, es el de las relaciones propiamente de parentesco dentro de las familias. Estamos más que cansados de ver lo mal legislado que está el tema de la infancia en casos de separación. En la actualidad, no se molesta nadie en averiguar si es más conveniente que el niño esté con uno u otro progenitor, se aplica de oficio que se quede con la madre y en casos realmente excepcionales, con muchos juicios detrás, el niño se queda bajo la custodia del padre. Nuestro sistema judicial, ni se plantea las custodias realmente compartidas. Estamos hartos de encontrarnos mujeres y hombres discutiendo y usando de una manera asquerosa a los hijos comunes para hacerse daño entre ellos. ¿Y el supuesto amparo legal del menor?, casi nunca existe.
En la actualidad ha aparecido otro gran fraude familiar. No se me ocurre otra manera de llamarlo. Los abuelos y sus derechos. Aquí siguen importando los derechos de los adultos, los menores son chicos, ignorantes y sobornables fácilmente, total qué importan. Resulta que ahora aquellos tiernos abuelitos que no se relacionan con los padres de los niños, por diferencias y desavenencias, que no llevan a la práctica la idea de familia por lo tanto, tienen DERECHO a visitar a sus nietos. Ya lo que faltaba. Hemos llegado al colmo de los colmos. Es decir usted tiene a bien no hablarse con su hijo/a nuera/yerno en muchos años pero, claro ¿cómo va a quedar usted por menos que sus vecinos que van al parque a presumir de nietos guapos e inteligentes?. Qué se hace ahora en este santo país, ¿se intenta un acercamiento familiar y fumar la pipa de la paz en todo el entorno familiar? No, se denuncia a los padres del menor y el juez estipula que efectivamente, el menor y sus abuelos (a los que desconoce por completo), solo por compartir unos trozos de ADN en común, deben tener un régimen de visitas establecido.
Una vez más queda claro que el menor es el que menos importa en nuestra sociedad. Y con estas bases tan sólidas, estamos formando en todos los aspectos, incluido el afectivo, a nuestros hombres y mujeres del día de mañana. ¡Fantástico!
En pleno siglo XXI, aún seguimos utilizando a la parte más débil de nuestras sociedades, en cualquiera de las culturas, para provecho de los adultos de las mismas.
Aún pervive en muchos lugares del mundo el tener o no tener hijos como garantía de sustento en nuestra edad anciana. Si todo quedara ahí, todavía sería capaz de entenderlo pero, voy más allá.
En sociedades llamadas del bienestar, sin peligros para los jubilados, los niños no debieran tener ninguna situación de riesgo, desgraciadamente, no es así.
Realizando un análisis muy etéreo, nos encontramos con pornografía infantil (cada vez más y aparentemente con poco acoso por parte de los gobiernos), prostitución infantil (incluso en nuestro alrededor más inmediato, no hace falta más que leer la prensa local de estos últimos días), abandono de los mismos en los centros escolares, y sobre todo lo que más me indigna, la utilización que hacemos los adultos para satisfacer nuestras frustraciones, y paranoias.
A estas últimas, que aparentemente no son delito como las primeras, me dirijo. Las divido en dos grandes bloques. El primero, el del contexto socio-laboral-familiar. No quiero ni pretendo entrar a discutir el cambio sufrido por la sociedad, es más no creo que ahora, existan ni más ni menos cambios de sociedades, me parece que se llama evolución. Dicha evolución lleva aparejadas una serie de consecuencias. Una de esas consecuencias es la del poco tiempo que nos queda para atender como se merecen a los niños, después de la jornada laboral. No, claro que no me refiero a esas necesidades fisiológicas básicas, a ésas no. Está muy claro que el ritmo en el que estamos inmersos, nos resta tiempo para otros placeres y sobre todo para uno de los más grandes, el de ver crecer, querer y saber decírselo a nuestros hijos. Bien, mi crítica no va por ahí, va por otro camino. ¿Qué soluciones busca o está buscando nuestra sociedad? Desde mi punto de vista, las más cómodas y menos adecuadas pero sin duda hay otras más eficaces pero menos comerciales, se ganaría menos dinero y eso en nuestro sistema actual es casi un delito.
Últimamente vemos como hasta los partidos políticos en sus programas electorales ofertan abrir los colegios los fines de semana, para que podamos aparcar los niños sin ningún problema. Es como crear más redes de aparcamientos subterráneos para despejar el tráfico. Si bien es cierto que muchas profesiones, realizan su tarea en días no lectivos, lo que no se puede seguir tolerando es que los niños vivan permanentemente en los centros que en un primer momento fueron diseñados para el estudio, el aprendizaje y la educación.
Si nosotros viviéramos todos los días en el sitio donde trabajamos, aunque cambiásemos de actividad durante algunas horas del día, si permaneciésemos en el mismo sitio siempre, qué nos ocurriría. Terminaríamos desquiciados, más aún de lo que estamos. Ese detalle no parece importarnos cuando se trata de los niños, que ya acabarán desquiciados antes de llegar a la edad adulta.
¿Por qué no se crean otros espacios donde los niños desarrollen otro tipo de actividades? ¿Por qué no se diseñan otras iniciativas desde el mercado laboral dirigidas a los padres y madres? Por supuesto, costaría mucho dinero. Entonces la solución, incluso para comprar nuestro voto es prometernos abrir los centros escolares, todas las horas del día, y todos los días del año (ni siquiera los centros de salud o las farmacias que me parecería más lógico). Y que dicen los votantes, pues pican, claro, que me quiten un problema.
El otro gran problema, el segundo bloque, es el de las relaciones propiamente de parentesco dentro de las familias. Estamos más que cansados de ver lo mal legislado que está el tema de la infancia en casos de separación. En la actualidad, no se molesta nadie en averiguar si es más conveniente que el niño esté con uno u otro progenitor, se aplica de oficio que se quede con la madre y en casos realmente excepcionales, con muchos juicios detrás, el niño se queda bajo la custodia del padre. Nuestro sistema judicial, ni se plantea las custodias realmente compartidas. Estamos hartos de encontrarnos mujeres y hombres discutiendo y usando de una manera asquerosa a los hijos comunes para hacerse daño entre ellos. ¿Y el supuesto amparo legal del menor?, casi nunca existe.
En la actualidad ha aparecido otro gran fraude familiar. No se me ocurre otra manera de llamarlo. Los abuelos y sus derechos. Aquí siguen importando los derechos de los adultos, los menores son chicos, ignorantes y sobornables fácilmente, total qué importan. Resulta que ahora aquellos tiernos abuelitos que no se relacionan con los padres de los niños, por diferencias y desavenencias, que no llevan a la práctica la idea de familia por lo tanto, tienen DERECHO a visitar a sus nietos. Ya lo que faltaba. Hemos llegado al colmo de los colmos. Es decir usted tiene a bien no hablarse con su hijo/a nuera/yerno en muchos años pero, claro ¿cómo va a quedar usted por menos que sus vecinos que van al parque a presumir de nietos guapos e inteligentes?. Qué se hace ahora en este santo país, ¿se intenta un acercamiento familiar y fumar la pipa de la paz en todo el entorno familiar? No, se denuncia a los padres del menor y el juez estipula que efectivamente, el menor y sus abuelos (a los que desconoce por completo), solo por compartir unos trozos de ADN en común, deben tener un régimen de visitas establecido.
Una vez más queda claro que el menor es el que menos importa en nuestra sociedad. Y con estas bases tan sólidas, estamos formando en todos los aspectos, incluido el afectivo, a nuestros hombres y mujeres del día de mañana. ¡Fantástico!
1 comentario
daniel -
Otra cuestión, dado que la familia no puede mantenerse a pela de la mujer, como ha sido hasta ahora, y a lo que quieren volver algunos (Ver portada de la revista "Epoca" de este mes), hay que ir a un gran pacto verdaderamente social: entre hombres mujeres, empresas, trabajadores, administraciones etc... salvo que se quiera optar por el genocidio silencioso.