Trato vejatorio en las entrevistas de trabajo
Cuando se habla del trato vejatorio en las entrevistas de trabajo a menudo se cita aquel anecdótico caso en el que unas fichas del equipo de selección de personal de una empresa fueron encontradas junto a un contenedor de basura y de ahí saltaron a la luz pública. Para quien no recuerde la noticia cabe decir que en las fichas se describía a los entrevistados con apelativos como "moraca, no sabe ni dar la mano", "voz de pito, parece idiota" o "gorda, tetuda". Debemos reconocer el imperdonable error de la empresa actuando de este modo ya que cualquier empresa mínimamente competente y seria destruye toda aquella información confidencial o delicada que le pueda perjudicar en caso de ser descubierta por terceros.
También se habla, al mencionar el trato vejatorio en las entrevistas de trabajo, de algunas preguntas realizadas durante el proceso de selección que se han dado en llamar de manera absurda ’discriminatorias’, como por ejemplo "¿Tienes ganas de quedarte embarazada?". ¿Por qué este tipo de preguntas no las puede hacer una empresa y sí un amigo o una amiga tomando café?
Injustamente también se habla del trato humillante que reciben los entrevistados durante las entrevistas sin tener en cuenta la paciencia que deben mostrar en todo momento los seleccionadores de personal con los candidatos. El parado es uno de los seres más desesperados del planeta, y en su afán por encontrar trabajo puede incluso llegar a mentir. Mentir sobre su apetencia de tener hijos, por ejemplo. O sobre su sexualidad. O sobre su religión.
Sin embargo, cuando hablo en este artículo del trato vejatorio en las entrevistas de trabajo lo hago para denunciar la nueva tendencia que se está produciendo en muchas ciudades españolas y, según me consta, en otros países del mundo civilizado. Me refiero al trato vejatorio al que son sometidos los seleccionadores de personal por parte de los ’parados desairados’, así se les ha bautizado, que buscan empleo.
El primer caso documentado de ’parado desairado’ es el de J.G.S., un hombre de cincuenta y dos años casado y con tres hijos que, tras ser despedido de una empresa de Madrid en la que llevaba veinte años trabajando, tardó casi tres años y centenares de entrevistas laborales en encontrar de nuevo empleo, y una vez asentado en su nuevo trabajo engendró la rara afición de acudir en su tiempo libre a entrevistas laborales fingiendo por teléfono tener treinta años menos.
Aunque la primera impresión de los entrevistadores al encontrarse con un joven de veintidós años tan envejecido era siempre de sorpresa -mezclada con cierto desagrado-, J.G.S. contestaba que debía de haber habido algún error en la toma de datos, y aclaraba con un suspiro su edad real. A continuación J.G.S. se mostraba claramente desmotivado durante toda la entrevista, como pasivo, y respondía de manera impropia a las preguntas que se le hacían:
-¿Estás casado? -No, soy homosexual. Aunque ya podemos casarnos. -Bien, dime qué tres cosas valoras más en ti. -Qué valoro más de mí... Uhmm, soy muy fiel. -Eres fiel, eso está bien. -Fiel al Islam quiero decir. Profeso el Islam desde hace tres años. -Vaya, curioso. -Otra virtud que tengo es que practico la solidaridad obrera. El concepto de felicidad colectiva de Bentham me apasiona. -Ya. -Y otra virtud... a ver que piense. Ah, no quisiera parecer pretencioso pero desde pequeño tengo la habilidad de resistir ayunos prolongados. Puede parecer algo estúpido pero si te pierdes en un bosque resulta muy útil. -Y tres defectos. -Uf. Soy impuntual, un poco. Me cuesta llegar con exactitud. Y algo vago, pero no se crea, como todo el mundo. No es que no me guste trabajar, es... por pereza, aunque cuando me pongo me pongo. Y otro defecto, pues no sé, me gusta la bebida y soy muy fumador. Fumador empedernido.
Esta es la clase de respuestas de los ’parados desairados’ que actualmente buscan empleo. El contagio de esta extraña práctica está larvando las estructuras empresariales del país y la estabilidad emocional de los seleccionadores de personal. Cada vez son más los entrevistadores a los que les sudan las manos durante las entrevistas. Cada día más seleccionadores de personal padecen depresión o ansiedad. Ya no anotan "moraca" o "gorda" o "parece idiota" para describir a un trabajador porque están demasiado nerviosos durante la entrevista. Por lo contrario, se ha llegado a oír que algunos parados sacan durante la conversación un cuadernillo del bolsillo y realizan secretas anotaciones.
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[Artículo publicado en Rebelión el 14-11-2005]
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