El mito de la gestión
(por P. Tacoronte)
Hoy la crítica a la actuación política queda reducida a este juicio: se trata de una mala gestión. En esa palabra, gestión, en la simplificación de ideas, decisiones e intereses y su sustitución por la referencia a la mera gestión queda bloqueada toda posible crítica libre.
¿Por qué? Primero: porque todos suponen que existe un criterio objetivo, compartido de lo que es una gestión correcta, adecuada, una gestión que pertenece a la lógica de lo que se maneja y que se supone independiente de posiciones políticas y éticas. Apelar a la gestión exilia del horizonte a la ética y los ideales políticos, de ahí que sea la derecha la que más disfrute con esa referencia a un ámbito objetivo, indiscutible, donde no entran las valoraciones morales como egoísmo, solidaridad, compasión, etc. En la medida en que la supuesta izquierda adopta el mito de la gestión se desvela como la otra cara (la misma) de su contrincante político.
Segundo: el mito de la gestión es otra expresión de lo que se conoce en filosofía como razón instrumental, opuesta a la razón con arreglo a fines. Aquélla determina la corrección y articulación adecuada de un procedimiento, de un medio, pero no dice nada sobre los fines, sobre el reino de los fines.
En la modernidad prima la razón instrumental. Un discurso de una racionalidad que, en nombre de la eficiencia olvida la pregunta por el sentido. La palabra gestión y su repetición en el teatro político expresa el engaño de esa supuesta racionalidad sin fines. Porque está claro, esa gestión encubre un modelo de racionalidad que nadie puede cuestionar: la optimización de beneficios económicos. Dicho de otro modo: ganar más dinero, acumular dinero y ser racional se identifican. Y esa ecuación se eleva en la verdad superior de la gestión. Por tanto, uno puede ser de izquierdas o derechas, escuchar a U2 o a Don Omar, pero estaremos de acuerdo en que los técnicos gestionan objetivamente, fríamente; es decir, juegan el juego del capital.
El mito de la gestión anula el verdadero debate sobre lo que realmente pasa en economía, de quién está acumulando frente a una pobreza que crece mundialmente, por supuesto en Canarias también.
La retórica del buen gestor se encuentra en las antípodas del buen pastor; éste, como se sabe, se arriesga a perder el rebaño entero por una oveja perdida: no calcula, su racionalidad es otra.
Hoy la crítica a la actuación política queda reducida a este juicio: se trata de una mala gestión. En esa palabra, gestión, en la simplificación de ideas, decisiones e intereses y su sustitución por la referencia a la mera gestión queda bloqueada toda posible crítica libre.
¿Por qué? Primero: porque todos suponen que existe un criterio objetivo, compartido de lo que es una gestión correcta, adecuada, una gestión que pertenece a la lógica de lo que se maneja y que se supone independiente de posiciones políticas y éticas. Apelar a la gestión exilia del horizonte a la ética y los ideales políticos, de ahí que sea la derecha la que más disfrute con esa referencia a un ámbito objetivo, indiscutible, donde no entran las valoraciones morales como egoísmo, solidaridad, compasión, etc. En la medida en que la supuesta izquierda adopta el mito de la gestión se desvela como la otra cara (la misma) de su contrincante político.
Segundo: el mito de la gestión es otra expresión de lo que se conoce en filosofía como razón instrumental, opuesta a la razón con arreglo a fines. Aquélla determina la corrección y articulación adecuada de un procedimiento, de un medio, pero no dice nada sobre los fines, sobre el reino de los fines.
En la modernidad prima la razón instrumental. Un discurso de una racionalidad que, en nombre de la eficiencia olvida la pregunta por el sentido. La palabra gestión y su repetición en el teatro político expresa el engaño de esa supuesta racionalidad sin fines. Porque está claro, esa gestión encubre un modelo de racionalidad que nadie puede cuestionar: la optimización de beneficios económicos. Dicho de otro modo: ganar más dinero, acumular dinero y ser racional se identifican. Y esa ecuación se eleva en la verdad superior de la gestión. Por tanto, uno puede ser de izquierdas o derechas, escuchar a U2 o a Don Omar, pero estaremos de acuerdo en que los técnicos gestionan objetivamente, fríamente; es decir, juegan el juego del capital.
El mito de la gestión anula el verdadero debate sobre lo que realmente pasa en economía, de quién está acumulando frente a una pobreza que crece mundialmente, por supuesto en Canarias también.
La retórica del buen gestor se encuentra en las antípodas del buen pastor; éste, como se sabe, se arriesga a perder el rebaño entero por una oveja perdida: no calcula, su racionalidad es otra.
16 comentarios
anónimo -
Andrei -
Tacoronte -
Nellie Bly -
Uliana.
Natalia -
Tacoronte -
Marita -
Cuando todo está perfecto no pensamos en nada y lo recibimos todo como es debido. Pero al ocurrir algo, empezamos a buscar a un culpable. Y, por supuesto, el culpable es siempre "gestor" que a proposito hemos elejido nosotros mismos. Acusar a alguien es muy fàcil - todo el mundo lo puede. Es un rasgo de las personas flojas.
!Basta! Somos fuertes. Tenemos todo en nuestras manos, no somos muñecas en las manos de "buen o mal gestor". Y si ahora es imposible hacer algo, podemos cambiar nuestra actitud.
Me parece que es inutil buscar soluciòn en la palabra, es mejor tardar este tiempo haciendo algo real para sobrevivir el problema.
Y en general creo que alguien ha credo la palabra "gestiòn" para discutirlo cuando no hay màs temas para hablar (como en caso de tiempo), mientras nosotros rompemos el coco buscano la màgica de esta palabra.
Airam -
Airam -
Janele -
Eso lo que ha susedido en Rusia, me parece. Y todavia todos problemas que tenemos los ligamos con la falta de buen gestión. Parece a una palabra mágica que puede explicar y resolver todos nuestros problemas.
Irina -
Creo que en el tiempo actual todo se somete al dinero. El poder pertenece a quien que tiene mucho dinero.
Me parece que todo que existe, ocurre en el pais dirige a ganar el dinero y nunca mas.
Tacoronte -
Bethencourt -
El discurso está en marcha. ¿Es el discurso política en sí mismo o está necesitado de una actuación comunitaria al mismo tiempo? O, dicho de otra manera. ¿Pueden los discursos ser motores de cambio hacia una Canarias (un ser aquí) más justa?
Tacoronte -
perera -
Clarificador este pequeño texto.
Saludos, Tacoronte.
Profesor Ruano -