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Trapera

Unas líneas de Theodor W. Adorno

(por P. Tacoronte)

Que pertenecen al fragmento 84 de la obra “Minima Moralia”, publicada en 1951. Libro inagotable. Reinvención inacabable del sentido, basta concentramos en apenas unas frases. El fragmento se titula “Horario” y describe las implicaciones de la estricta división capitalista entre tiempo de ocio y tiempo de trabajo. El intelectual, según Adorno, se hace incomprensible para la cadena productiva cuando no respeta esa división, su ritmo, es decir, cuando disfruta con su trabajo y trabaja en su tiempo de ocio: leer más de lo que corresponde para conseguir un título o un trabajo, estudiar sin utilidad profesional o económica, pensar en lo que no sirve para nada…, todo ello le resulta inaguantable a la moral del mercado. En ese contexto, las líneas (en traducción nuestra, aligerada):

“No puede darse en el trabajo ninguna plenitud personal que perdiera su humildad funcional en la totalidad de los objetivos, ninguna chispa de reflexión puede caer en el tiempo libre, porque podría saltar hacia el mundo del trabajo y provocar en él un incendio.”

4 comentarios

Fernando -

Quizá el secreto o salvación adorniana viniera -y esto no es ninguna novedad- por una experiencia del tiempo desencajada de los tiempos de la producción y el consumo. De eso ya habla Marx cuando dice que todo trabajo es "subjetivo" , es decir, que detrás del trabajo hay una persona y no un engranaje más de la máquina. No sólo el tiempo "que no sirve para nada" es necesario, sino el tiempo presente que promete otro futuro. Saludos.

Philius Tacoronte -

Bethencourt, que exista eso que Adorno llama el "intelectual" (cuyo modelo era para él Walter Benjamin) ya indica que la álternativa a esa división del tiempo es de algún modo posible. Pero al mismo "tiempo", en el mismo libro, Adorno apenas deja sitio al optimismo explícito. En otro fragmento afirma con contundencia que haga lo que haga ese "intelectual", estará mal, de entrada, precisamente por las condiciones sociales en las que es dueño de su tiempo. Creo que ahí lo importante es evitar la armonía de la buena conciencia como cierre, como clausura ante el dolor ajeno.
Luis, comparto lo que dices sobre el aprendizaje de una lengua extranjera, absolutamente funcionalizado. Un fuerte abrazo para los dos allá.

Luis -

Es cierto, ¡cuánta razón tiene Adorno!. Yo añadiría que a la moral del mercado le molesta profundamente cualquier tipo de humanismo. Ahora mismo se está discutiendo acerca del recorte de las horas de clase en materias como filosofía. Algunas carreras de letras pueden desaparecer de las universidades, o verse subsumidas en eso que llaman enseñanzas transversales. Lo que equivale a ningunearlas. La literatura hace tiempo que se considera un simple adorno (nada que ver con el filósofo) y la enseñanza de la lengua es sólo un medio para conseguir unas determinadas metas, para parecer lo que no eres, para ajustarte a unas normas impuestas con las que te admitan en el club de los que mandan (campo predilecto de la sociolingüística aplicada al aprendizaje de la lengua materna). Esto conecta con lo que comentaba Tacoronte en otra parte acerca de la imitación.

Bethencourt -

¡Joder, qué fuerte! ¡Y qué cierto! Y lo más fuerte es que en esa división artificial se nos puede ir la vida, nuestra (una sola) vida...
Una pregunta, Philippe: ¿Tú crees que se puede escapar de esta lógica diabólica de modo personal? ¿O en este sistema la alienación es una especie de condena de la que no se puede escapar?