1º de Mayo en Canarias. Hace falta una revolución de vez en cuando
Por Teodoro Santana (*)
Juan malvive con una pensión mínima (muchos años trabajando sin contrato). Aunque procura vestirse dignamente, su ropa está ajada y casi siempre con alguna mancha. No le alcanza para comprar ropa nueva y, además, tiene que dosificar muy bien lo que gasta en electricidad y en polvos para lavar.
Antonia es diabética. Cualquier día entra en coma, porque no le da para llevar un régimen. La comida sana está lejos de su alcance, y eso no lo puede solucionar su médico de cabecera. Ella no se lo aclara, porque le da vergüenza.
Pino es una mujer joven con un hijo. Cuando la conocí hace unos años me deslumbró con su hermosa sonrisa. Ahora nunca sonríe, y ha cogido el gesto de taparse la boca. Le faltan tres dientes, pero ni de lejos tiene para arreglarse la boca.
Carmen, en cambio, tiene tres hijos. Es afortunada: tiene unas pocas casas que limpiar de las que saca unas perrillas. Así y todo, a partir de mitad de mes en su casa se desayuna, almuerza y cena leche y galletas. De marcas blancas, claro. Algunos últimos días de mes sólo se almuerza. O sólo se cena.
Manolo no lee estos artículos. No tiene para comprar el periódico y, aunque yo se lo pase, no puede ver las letras. Hace tiempo que tenía que haber comprado gafas nuevas, pero con qué. Y no digamos nada de ese lujo de conectarse a Internet o, simplemente, tener un ordenador.
Con la Reserva de Inversiones de Canarias (RIC) se han dejado de pagar en impuestos cinco mil millones de euros (más de ochocientos mil millones de pesetas). Con eso se podrían haber construido veinticuatro megahospitales como el "Doctor Negrín". Imagínense la cantidad de hospitales comarcales, más racionales y baratos, que se podrían haber hecho.
En general, imagínense lo que podríamos hacer con la riqueza que producen los trabajadores canarios. Juan tendría ropa nueva y detergente para lavarla. Manolo leería mis artículos, o lo que quisiera. Antonia comería verduras. Los hijos de Carmen, simplemente, comerían. Y Pino volvería a deslumbrarnos a todos con su sonrisa. Ahora que nos digan que no hace falta una revolución de vez en cuando.
(*) Publicado en Rebelión el 26-04-2005
Juan malvive con una pensión mínima (muchos años trabajando sin contrato). Aunque procura vestirse dignamente, su ropa está ajada y casi siempre con alguna mancha. No le alcanza para comprar ropa nueva y, además, tiene que dosificar muy bien lo que gasta en electricidad y en polvos para lavar.
Antonia es diabética. Cualquier día entra en coma, porque no le da para llevar un régimen. La comida sana está lejos de su alcance, y eso no lo puede solucionar su médico de cabecera. Ella no se lo aclara, porque le da vergüenza.
Pino es una mujer joven con un hijo. Cuando la conocí hace unos años me deslumbró con su hermosa sonrisa. Ahora nunca sonríe, y ha cogido el gesto de taparse la boca. Le faltan tres dientes, pero ni de lejos tiene para arreglarse la boca.
Carmen, en cambio, tiene tres hijos. Es afortunada: tiene unas pocas casas que limpiar de las que saca unas perrillas. Así y todo, a partir de mitad de mes en su casa se desayuna, almuerza y cena leche y galletas. De marcas blancas, claro. Algunos últimos días de mes sólo se almuerza. O sólo se cena.
Manolo no lee estos artículos. No tiene para comprar el periódico y, aunque yo se lo pase, no puede ver las letras. Hace tiempo que tenía que haber comprado gafas nuevas, pero con qué. Y no digamos nada de ese lujo de conectarse a Internet o, simplemente, tener un ordenador.
Con la Reserva de Inversiones de Canarias (RIC) se han dejado de pagar en impuestos cinco mil millones de euros (más de ochocientos mil millones de pesetas). Con eso se podrían haber construido veinticuatro megahospitales como el "Doctor Negrín". Imagínense la cantidad de hospitales comarcales, más racionales y baratos, que se podrían haber hecho.
En general, imagínense lo que podríamos hacer con la riqueza que producen los trabajadores canarios. Juan tendría ropa nueva y detergente para lavarla. Manolo leería mis artículos, o lo que quisiera. Antonia comería verduras. Los hijos de Carmen, simplemente, comerían. Y Pino volvería a deslumbrarnos a todos con su sonrisa. Ahora que nos digan que no hace falta una revolución de vez en cuando.
(*) Publicado en Rebelión el 26-04-2005
4 comentarios
Profesor Ruano-4 -
Con todo, si hacer algo por Juan, Antonia, Pino, Carmen, Manolo o Aythami pasa por usar la Reserva de Inversiones de Canarias, hagámoslo; pero, ojo, si la solución es tan maravillosa que atrae hacia Canarias a otros dos millones de personas necesitadas del entorno universal, quizá sería más práctico unir parte de esa Reserva a otras inversiones del Mundo desarrollado y hacer más habitables, productivas y humanas África, América Latina y Asia, a la vez que parte de la población podría hallar trabajo en otros sitios que no sea sólo unas islitas cuya misión primordial, a lo que parece, es primero ser colonizadas, y segundo ser superpobladas por europeos codiciosos y necesitados de todo el mundo.
Profesor Ruano-3 -
Profesor Ruano-2 -
Profesor Ruano-1 -
Pecaría de ingenuo si creyera que unos cuantos escritos como el suyo o mi modesta aportación pudieran arreglar el problema de la clase trabajadora.
Para intentar, no ya llegar sino aproximarnos a alguna solución, harían falta varios factores: Unos de Mayo, Ochos de Marzo, Revoluciones octo-novembrinas y toda una serie de adaptaciones sociales, culturales, laborales, económicas, intelectuales y mentales no sólo del dueño de los medios de producción sino también del trabajador asalariado.
Hemos comprobado que, desgraciadamente, el ansia de "Yo mañana seré rico y crearé una gran empresa y podré explotar a mis empleados" (no importa la clase de metáfora que se emplee) domina no sólo al explotador habitual sino incluso al aspirante.