Desapropiar Jorge Oramas
(por Philippe Tacoronte)
Dos recientes y bien recibidas exposiciones de la escasa obra del pintor canario José Jorge Oramas una en Madrid y otra en Las Palmas- dan prueba del ingreso del pintor en los círculos culturales oficiales del Estado español. Por supuesto que Oramas ya era referencia tanto para muchos artistas y escritores de las Islas como para cualquier canario interesado por la pintura. En los dos ámbitos se daban por supuesto diversidad de lecturas, pero podía afirmarse que la irradiación de los cuadros, el alcance extraño de su color sobrevivía en una especie de relación íntima con la persona que se entregaba atenta a su contemplación. Oramas era frecuentemente, en secreto (por ello siempre alguna vez confesado) el pintor preferido. La experiencia de la luz insular quedaba condensada en ellos de modo tal que quizá sólo tenga correlación en la poesía del último Manuel Padorno.
Ahora bien, hacía falta la operación de divulgación a gran escala, la producción y construcción mediática del personaje y su obra para poner de manifiesto en bloque las dependencias a las que estaban sujetas muchas de sus interpretaciones. Si la mayoría de éstas articulaban una desingularización de los cuadros ubicándolos en una supuesta red de relaciones abstractas con otros pintores de otros lugares, la producción mediática, el hacer digerible al pintor, ha significado su plena apropiación por un grupo social que por el hecho mismo de ese movimiento de posesión queda impedido para entrar en el misterio de sus cuadros.
Las interpretaciones dominantes de la obra de Oramas lo inscribían en una vivencia extática de la realidad insular, de un desasimiento espiritualista que se expresa muy bien en los aforismos y en la obra misma del pintor Luis Palmero como en algunos libros de poemas de Andrés Sánchez Robayna (donde se daría una confluencia con el misticismo de José Ángel Valente. En cierto modo, la apropiación y desactivación que éste hace de la poesía de Paul Celan recuerda bastante a lo que queremos diagnosticar para el caso Oramas). Basta reflexionar sobre el lema que sintetiza la aportación artística del canario en las exposiciones de Madrid y Las Palmas, comisariadas por Juan Manuel Bonnet; se trata de presentar al pintor como un metafísico solar. Para calibrar en toda su resonancia el contenido ideológico del lema habría que estudiar el uso efectista y vano que en la crítica de arte se hace del término metafísica. No podemos llevar aquí ese análisis. Baste indicar que como sucede en el caso de Oramas- metafísica quiere decir aquí purificación e inmovilidad de las formas espiritualizadas y del goce estético elevado sobre los obstáculos locales y temporales que permiten la simbiosis entre experiencia mística y estética así como la traducibilidad total del código Oramas a cualquier otra sensibilidad. De nuevo regresa, como un trauma no vencido, el complejo de inferioridad del canario en su obstinada pretensión de universalidad (no en ser o no universal, sino en defenderlo sin haber problematizado qué significa ello realmente). La metafísica se ocupa de lo que está más allá de la física. Esto, en arte, el terreno de la verdad en lo sensible, como describía Hegel, se traducirá en la superación de lo físico en beneficio de ese más allá inmaterial, formal acaso, que lo haga universal y digerible para cualquiera.
He ahí al Jorge Oramas que ha circulado. Prohibido, por tanto, hablar, pensar o tomar en serio qué implica el hecho de que Oramas pintara las casas de los riscos de la ciudad de Las Palmas o por lo general a la clase trabajadora. Pintar la dignidad intacta con la que la luz insular descubre sus rostros. ¿Un simple tema sustituible? ¿Un soporte para las inspiraciones cubistas, para la abstracción progresiva? Como muestra en cuadro Dos mujeres, Oramas pinta en clave. ¿Los cuadros de Felo Monzón sobre los riscos no nos dan al menos alguna pista de interpretación posible?
Pintar con alegría las zonas de la ciudad donde a día de hoy muchos se avergonzarían de vivir, los riscos que siguen funcionando como marcas de estratificación social. Ir a admirar esos cuadros y vivir como si lo que esas casas apiñadas significan desde hace décadas en Las Palmas no hubiese ni tuviera lugar. Eso es lo que llamamos apropiación de Oramas. ¿Hará falta recordar cuál es la historia de los riscos de la ciudad, de sus habitantes?
Todo documento de cultura es también un documento de barbarie, escribió Walter Benjamin. Pero eso no significa que no sea posible liberar, tanto retrospectivamente como en el futuro, los documentos de esperanza del sistema de la propiedad y de la segunda naturaleza como "habitus" y aquí habría que citar y homenajear la sociología de Pierre Bourdieu- que quisiera hacernos creer que existe un sector social predeterminado a quien corresponde el disfrute, llamémoslo ahora así, de los bienes espirituales.
Dos recientes y bien recibidas exposiciones de la escasa obra del pintor canario José Jorge Oramas una en Madrid y otra en Las Palmas- dan prueba del ingreso del pintor en los círculos culturales oficiales del Estado español. Por supuesto que Oramas ya era referencia tanto para muchos artistas y escritores de las Islas como para cualquier canario interesado por la pintura. En los dos ámbitos se daban por supuesto diversidad de lecturas, pero podía afirmarse que la irradiación de los cuadros, el alcance extraño de su color sobrevivía en una especie de relación íntima con la persona que se entregaba atenta a su contemplación. Oramas era frecuentemente, en secreto (por ello siempre alguna vez confesado) el pintor preferido. La experiencia de la luz insular quedaba condensada en ellos de modo tal que quizá sólo tenga correlación en la poesía del último Manuel Padorno.
Ahora bien, hacía falta la operación de divulgación a gran escala, la producción y construcción mediática del personaje y su obra para poner de manifiesto en bloque las dependencias a las que estaban sujetas muchas de sus interpretaciones. Si la mayoría de éstas articulaban una desingularización de los cuadros ubicándolos en una supuesta red de relaciones abstractas con otros pintores de otros lugares, la producción mediática, el hacer digerible al pintor, ha significado su plena apropiación por un grupo social que por el hecho mismo de ese movimiento de posesión queda impedido para entrar en el misterio de sus cuadros.
Las interpretaciones dominantes de la obra de Oramas lo inscribían en una vivencia extática de la realidad insular, de un desasimiento espiritualista que se expresa muy bien en los aforismos y en la obra misma del pintor Luis Palmero como en algunos libros de poemas de Andrés Sánchez Robayna (donde se daría una confluencia con el misticismo de José Ángel Valente. En cierto modo, la apropiación y desactivación que éste hace de la poesía de Paul Celan recuerda bastante a lo que queremos diagnosticar para el caso Oramas). Basta reflexionar sobre el lema que sintetiza la aportación artística del canario en las exposiciones de Madrid y Las Palmas, comisariadas por Juan Manuel Bonnet; se trata de presentar al pintor como un metafísico solar. Para calibrar en toda su resonancia el contenido ideológico del lema habría que estudiar el uso efectista y vano que en la crítica de arte se hace del término metafísica. No podemos llevar aquí ese análisis. Baste indicar que como sucede en el caso de Oramas- metafísica quiere decir aquí purificación e inmovilidad de las formas espiritualizadas y del goce estético elevado sobre los obstáculos locales y temporales que permiten la simbiosis entre experiencia mística y estética así como la traducibilidad total del código Oramas a cualquier otra sensibilidad. De nuevo regresa, como un trauma no vencido, el complejo de inferioridad del canario en su obstinada pretensión de universalidad (no en ser o no universal, sino en defenderlo sin haber problematizado qué significa ello realmente). La metafísica se ocupa de lo que está más allá de la física. Esto, en arte, el terreno de la verdad en lo sensible, como describía Hegel, se traducirá en la superación de lo físico en beneficio de ese más allá inmaterial, formal acaso, que lo haga universal y digerible para cualquiera.
He ahí al Jorge Oramas que ha circulado. Prohibido, por tanto, hablar, pensar o tomar en serio qué implica el hecho de que Oramas pintara las casas de los riscos de la ciudad de Las Palmas o por lo general a la clase trabajadora. Pintar la dignidad intacta con la que la luz insular descubre sus rostros. ¿Un simple tema sustituible? ¿Un soporte para las inspiraciones cubistas, para la abstracción progresiva? Como muestra en cuadro Dos mujeres, Oramas pinta en clave. ¿Los cuadros de Felo Monzón sobre los riscos no nos dan al menos alguna pista de interpretación posible?
Pintar con alegría las zonas de la ciudad donde a día de hoy muchos se avergonzarían de vivir, los riscos que siguen funcionando como marcas de estratificación social. Ir a admirar esos cuadros y vivir como si lo que esas casas apiñadas significan desde hace décadas en Las Palmas no hubiese ni tuviera lugar. Eso es lo que llamamos apropiación de Oramas. ¿Hará falta recordar cuál es la historia de los riscos de la ciudad, de sus habitantes?
Todo documento de cultura es también un documento de barbarie, escribió Walter Benjamin. Pero eso no significa que no sea posible liberar, tanto retrospectivamente como en el futuro, los documentos de esperanza del sistema de la propiedad y de la segunda naturaleza como "habitus" y aquí habría que citar y homenajear la sociología de Pierre Bourdieu- que quisiera hacernos creer que existe un sector social predeterminado a quien corresponde el disfrute, llamémoslo ahora así, de los bienes espirituales.
7 comentarios
perera -
Por otro lado, escuché, el año pasado, una conferencia en la Universidad de Verano de La Gomera de Fernando Gómez Aguilera, donde presentaba a un Oramas sufriente que nada tenía que ver con las chorradas al uso. El vislumbre del artículo que aquí se nos ofrece radica en que ese dolor personal en la obra de Oramas no puede despegarse en absoluto con los señalamientos (más que referentes) que pinta. Y ahora sí puedo afirmar: y con la pobreza que en ellos bulle, porque pobreza aquí ya no puede seguir significando "pureza", "metafísica" o "cielos de color de rosa". Pobreza apunta a estar jodido, a estamos jodidos, a hemos estado jodidos... (léase esto literalmente, o de la forma que se quiera).
Sin más, una abrazo estrecho.
daniel -
AGUSTIN BETHENCOURT -
Anónimo -
Hagamos un esfuerzo de imaginación y recordemos los devastadores efectos que producía la tuberculosis en el cuerpo de una persona a principios del siglo XX (visión de la sangre incluida). Pistas para seguir rastreando al Oramas humano, demasiado humano...
Philippe -
daniel -
AGUSTIN BETHENCOURT -
Lo que está claro es que hay que seguir "leyendo" a Oramas sin ataduras. Cosa no habitual pero hermosísima.
Saludos.