Más acá del éter: la poesía canaria
(por P. Tacoronte)
Perder la compostura y la discreción, decía Hölderlin, es señal de que el entusiasmo tiene un límite. Lo mismo quizá vale para la indignación. La sentida al leer un párrafo del poeta Luis Antonio de Villena en un texto dedicado al también poeta canario Arturo Maccanti. La verdad, si las críticas injustas que hacían en su tiempo a Hugo Chávez no lograron (pero casi) convencerme de no volver a ver El País, ese mínimo fragmento de Villena me ha hecho recordar el afortunado título del libro de Jorge Riechmann: El día que dejé de leer El País.
Ahí va la cita, en apariencia intrascendente:
... los peninsulares hemos emblematizado mal a Canarias en dos o tres nombres, y de ahí surge ignorancia, más física que estilística. Por el contrario, muchos canarios, no sintiéndose llamados, han cerrado la puerta soñando con algún aliento interno- en alimentarse sólo de una tradición local o Latinoamérica. Ambas posturas son a mi entender estériles y equivocadas.
Para empezar, es sorprendente como en 80 años no ha cambiado el tópico sobre la soñarrera canaria, esa cualidad que se dice califica nuestra literatura. El sueño es el espacio del mito, el lugar donde no pasa nada, donde no hay historia, ni protagonismo, sino tan solo la languidez soñadora de quien no actúa, pasividad frugal del hombre inmóvil, surrealismo de lejanías. Dicho de otro modo: fuga de sí mismo. Cuando se hace una pausa y uno se baja de la realidad, se va a soñar, allá a las islas afortunadas, a coger sol rodeado de columnas de cemento.
Y después el mito del aislamiento mezclada con la falsa polaridad local-universal: alimentarse sólo de una tradición local. Hay que deconstruir esa frase, ideología en estado puro. La tradición canaria es local, pero la de cualquier otro lugar no, el resto de los lugares no son lugares, sino aroma universal, éter. La tradición castellana se escribe por lo visto en lo que en antropología se llaman no-lugares: los aeropuertos, las grandes naves comerciales, las hamburgueserías, etc.
Es más, alimentarse de Latinoamérica (mejor decir su otro nombre de justicia: Abbya Yala), la pluralidad inagotable de tradiciones artísticas incomparablemente superior en poesía en el último siglo al estancamiento de lo castizo de lengua desfallecida por el peso de la tradición, es, parece decir, empobrecedor. ¿Cómo se atreven los canarios a alejarse de la gran tradición nacional española del primer mundo civilizado y acercarse a lo extraño, lo excéntrico, la fuente misma de la poesía? ¿Por qué no volver la vista al origen, a la cuna de lo hispano, a la expresión recia y aburrida de quien tiene razón porque habla más alto y mejor?
Pero se equivoca el poeta sobre todo en aludir, al final del artículo, a la cuestión del reconocimiento. Ese capítulo debe concluir. No se trata ya de que allá arriba reconozcan nada de aquí abajo. ¿Por qué tendrían que hacerlo? ¿Qué obligación tienen? A los poetas de Canarias no le va nada en ello; como decía Juan Jiménez en 1976, no debemos nada a nadie: el conocimiento es mundial. Trabajar en conocer el mundo y su poesía ya es mucho trabajo desde aquí para estar ocupados en no sé qué reconocimiento que viene o no desde el éter universal.
Perder la compostura y la discreción, decía Hölderlin, es señal de que el entusiasmo tiene un límite. Lo mismo quizá vale para la indignación. La sentida al leer un párrafo del poeta Luis Antonio de Villena en un texto dedicado al también poeta canario Arturo Maccanti. La verdad, si las críticas injustas que hacían en su tiempo a Hugo Chávez no lograron (pero casi) convencerme de no volver a ver El País, ese mínimo fragmento de Villena me ha hecho recordar el afortunado título del libro de Jorge Riechmann: El día que dejé de leer El País.
Ahí va la cita, en apariencia intrascendente:
... los peninsulares hemos emblematizado mal a Canarias en dos o tres nombres, y de ahí surge ignorancia, más física que estilística. Por el contrario, muchos canarios, no sintiéndose llamados, han cerrado la puerta soñando con algún aliento interno- en alimentarse sólo de una tradición local o Latinoamérica. Ambas posturas son a mi entender estériles y equivocadas.
Para empezar, es sorprendente como en 80 años no ha cambiado el tópico sobre la soñarrera canaria, esa cualidad que se dice califica nuestra literatura. El sueño es el espacio del mito, el lugar donde no pasa nada, donde no hay historia, ni protagonismo, sino tan solo la languidez soñadora de quien no actúa, pasividad frugal del hombre inmóvil, surrealismo de lejanías. Dicho de otro modo: fuga de sí mismo. Cuando se hace una pausa y uno se baja de la realidad, se va a soñar, allá a las islas afortunadas, a coger sol rodeado de columnas de cemento.
Y después el mito del aislamiento mezclada con la falsa polaridad local-universal: alimentarse sólo de una tradición local. Hay que deconstruir esa frase, ideología en estado puro. La tradición canaria es local, pero la de cualquier otro lugar no, el resto de los lugares no son lugares, sino aroma universal, éter. La tradición castellana se escribe por lo visto en lo que en antropología se llaman no-lugares: los aeropuertos, las grandes naves comerciales, las hamburgueserías, etc.
Es más, alimentarse de Latinoamérica (mejor decir su otro nombre de justicia: Abbya Yala), la pluralidad inagotable de tradiciones artísticas incomparablemente superior en poesía en el último siglo al estancamiento de lo castizo de lengua desfallecida por el peso de la tradición, es, parece decir, empobrecedor. ¿Cómo se atreven los canarios a alejarse de la gran tradición nacional española del primer mundo civilizado y acercarse a lo extraño, lo excéntrico, la fuente misma de la poesía? ¿Por qué no volver la vista al origen, a la cuna de lo hispano, a la expresión recia y aburrida de quien tiene razón porque habla más alto y mejor?
Pero se equivoca el poeta sobre todo en aludir, al final del artículo, a la cuestión del reconocimiento. Ese capítulo debe concluir. No se trata ya de que allá arriba reconozcan nada de aquí abajo. ¿Por qué tendrían que hacerlo? ¿Qué obligación tienen? A los poetas de Canarias no le va nada en ello; como decía Juan Jiménez en 1976, no debemos nada a nadie: el conocimiento es mundial. Trabajar en conocer el mundo y su poesía ya es mucho trabajo desde aquí para estar ocupados en no sé qué reconocimiento que viene o no desde el éter universal.
28 comentarios
antuán -
Iván -
En todo esto me parece que hay algo importantísimo: no necesitamos reconocimiento de nadie para ser valiosos por nosotros mismos. Tenemos que convencernos de que podemos andar sin la tutela de nadie, sin esperar a que vengan a decirnos qué hacer a continuación, sin esperar a ver qué hace el vecino más maduro para imitarle. Nosotros también podemos pensar e innovar y crecer como el otro, en pie de igualdad, con alegría y sin resquemor hacia nadie... El día que seamos muchos los que empecemos a entreverlo irán tomando cuerpo muchas ilusiones.
Saludos!! (Magec, mira tu correo!)
Philippe Tacoronte -
rogers -
Que Canarias se queda en la poesia local y latinoamericana? Que es lo local sino lo universal con caracteristicas univocas de identidad propia? No me parece que yo deba definirme mas alla de como me perciban los demas, a menos que yo difiera de esa percepcion.
Se considera el escritor de "El Pais" un periodista local? Quizas es una interpretacion personal que lo lleva a admirar la poesia canaria en su subconsciente y, por costumbre, le cuesta reconocer la virtud ajena en la poesia canaria.
Yo, por mi parte, no me atrevo a hacer un comentario literario, y mucho menos una valoracion universal de algo tan unico, especifico, local y universal simultaneamente, como la poesia canaria. Que los especialistas se encarguen de ello (y, por si algun periodista no lo tiene claro, me refiero a los investigadores de la poesia canaria).
Un besote muy grande para Canarias y para sus angeles, que por ahi abundan (aunque, recuerden, los angeles tambien tienen derecho a expresar su opinion)
magec-3 -
magec-2 -
magec-1 -
hideyoshi -
Profesor Ruano-2 -
Profesor Ruano-1 -
Iván -
Otra Poesía -
Tacoronte -
Daba -
Daba -
Bethencourt -
Otra Poesía -
Otra Poesía -
Otra Poesía -
Anónimo -
Iván-3 -
Iván-2 -
¡Un saludo!
Iván-1 -
daniel -
Profesor Ruano -
Luis -
hideyoshi -
perera -
Y cuando haya que hacer papeleos (burocráticos-estatales), y poner en "país" ESPAÑA, se pone. No hay problema. La renuncia ya está hecha desde hace tiempo. He mentido tantas veces diciendo cualquier cosa cuando he estado convencido de algo, y no quiero expresar ese algo; pero lo tengo clarísimo. Pues más o menos igual. No se me caen los anillos.
Eso sí: lo que hay que hacer es ejercer canariamente.
Lo malo, lo único malo que nos podría pasar, sería que nos pusieran pistolas en la cabeza, literalmente hablando.
No me interesa España como tal (y tal).
Me quedo escuchando, a lo lejos, los bucios que anuncian La Rama de Guía, en su Fiesta de las Marías. Qué pérdida de tiempo España.