Reflexiones sobre "Dogville" de Lars von Trier
(por Philippe Tacoronte)
I
Desde el principio de la película, en el que el escritor de obra pendiente, Thomas, plantea el problema ético a los habitantes de Dogville, quedan enunciadas las cuestiones que se anudarán en torno a la pregunta por el don, el dar, el recibir y la generosidad posible o imposible. No es que directamente Thomas pregunte ¿qué es el don?; toda el film es la puesta a prueba de la generosidad de una comunidad. Tal vez, más o menos, cualquier comunidad. La cuestión de si es posible dar y, por tanto, perder y recibir. Saber perder y recibir, la otra cara de la buscada posibilidad de dar. Ahí donde el donador recibe a cambio un provecho equivalente, sea en la forma que sea, -puede incluso recuperarse el don en la cuota de buena conciencia que produzca- no hay don posible. Ir en su busca, rastrear su condición de (im)posible corresponde a lo que se ha llamado un «pensamiento de la pérdida». Y en directa conexión con ello, lo que se reúne junto al nudo de Dogville: el per-dón y la justicia.
II
El código moral de una comunidad, Dogville, es puesto a prueba por la llegada de una extranjera, de una total desconocida. En la ausencia de este reto, en la ausencia del intruso , no hay experiencia ética ninguna. El estado de letargo de una irresponsabilidad plena, aquí Dogville, conlleva a la situación de vernos cerrados sobre nosotros mismos. Aparece Grace, la intrusa, como un regalo (también lo señala así ya su nombre). El propio Thomas la anuncia en su plan como tal, una gracia entregada sin causa, en pura gratuidad, a Dogville. ¿Qué razón habría para acogerla, para ofrecerle hospitalidad?, dirán casi como protesta reunidos los habitantes del pueblo. Thomas logra convencerlos: el intruso es tal porque no sabemos si puede ser finalmente una amenaza, un peligro. Su acogida debe contar con ese riesgo, con un margen al menos del riesgo que preserva su alteridad al desconocido dentro de los límites de Dogville. Pero pronto vemos la primera imposibilidad de dar: no haber sabido recibir. Nadie quiere exponerse realmente al don de Grace, a Grace que es un don. Indiferencia como sinónimo de tolerancia. Y ya ahí se ha programado la lógica de la contrapartida o del quid pro quo, como el propio Thomas le hace entender a Grace. Quid pro quo, la imposibilidad de dar. Lo evidente de la denuncia a que la película somete la política norteamericana del último siglo no debe hacer perder la multitud de registros que ello conlleva. No sólo en política: también en un nivel ético se muestra la violencia en tanto indiferencia ante el intruso.
III
La figura del escritor Thomas reúne una buena muestra de la doble miseria del intelectual autopretendidamente superior o, mejor decir, «arrogante», para recoger otro motivo clave de la película. Thomas quiere hacer crecer, mejorar la condición humana. Sus ideales y valores son superiores a los del resto de los habitantes de Dogville-Humanidad (y no solo la evidente Dogville-USA). La verdadera generosidad es lo que, a través de su «ejemplo» (algo que encarne utilitariamente la idea universal), quiere enseñar. Digo miseria del intelectual porque detrás de su proyecto de salvación moral funciona también la lógica del egoísmo. Es un personaje que responde a las sospechas de Nietzsche: la voluntad de verdad y mejora social es desenmascarada como voluntad de dominio. Todos sus sacrificios, su defensa de Grace, al final esperan ser saldadas. Es por ello, una lógica sacrificial la que lo conduce. La propia Grace lo descubre sencillamente: si al final Thomas exige acostarse con ella nada le ha hecho sustraerse al egoísmo brutal de Dogville. La sublimación intelectual tan sólo hace más despreciable e hipócrita la cosificación del intruso.
¿La ética un problema finalmente de resolución filosófica? Ni siquiera, en Dogville, podemos consolarnos con la convicción de Kant de que lo único perfectamente bueno en el mundo sea la buena voluntad. Pero ¿y Grace? ¿No es ella absolutamente buena? ¿No es ella la propia gracia, el regalo que no han sabido recibir? Una gracia o gratuidad que tampoco exige la acción moral kantiana por «respeto al deber» (aus Pflicht). No se «debe» ninguna deuda saldable en la llegada del intruso a Dogville.
IV
Grace acaba literalmente convertida en una esclava. Maltratada y vejada por todos los habitantes del encantador pueblecito yanqui. La violación cotidiana la cosifica. Indiferencia y la tolerancia no han dejado de ser tales, sino que han mostrado todo su significado.
V
Es llamativo el detalle de que Lars von Trier haya hecho desaparecer las referencias directamente religiosas en la comunidad de Dogville. La hipocresía moral y su justificación ideológica las asocia el pensamiento crítico de izquierdas con las instituciones religiosas. Si Dogville es también una alegoría de la sociedad norteamericana aunque no sólo, entenderla exclusivamente así sería desactivarla- es interesante observar cómo se ha desterrado la importante función de cohesión social que cierto modo de entender el cristianismo tiene en la sociedad norteamericana. Sociólogos de la religión estudiaron ya hace tiempo la importante función de colectivización y «comunitarización» de la religión en los Estados Unidos. Sin embargo, Lars von Trier sólo nos presenta un sustituto de la iglesia, del todo secularizado, el recinto donde se reúnen para escuchar las conferencias sobre ética de Thomas y tomar las decisiones sobre la intrusa desvalida. Dios está ausente de las justificaciones morales de los habitantes de Dogville. Son buenos porque respetan la ley o porque no quieren hacer daño a nadie. Aun así, y para entrar con ella en la cuestión de la justicia y el perdón, la presencia del padre de Grace, primero oculto, peligroso pero amable, el gangster que la persigue y le dispara y dice querer protegerla, se deja pensar simbólicamente tal vez como una intervención no del todo meramente «mundana». A través de su presencia, que podrá advenir, se dice en los Evangelios, como «un ladrón en la noche», se pone en marcha la relación entre el perdón y la justicia. ¿Grace debe perdonar o hacer justicia? Y esa justicia, ¿qué sería? ¿Volvería a repetir el mal recibido, ojo por ojo? ¿Cómo conciliar perdón y justicia? En lo que respecta a los dos, Grace, el regalo, se muestra excesiva.
I
Desde el principio de la película, en el que el escritor de obra pendiente, Thomas, plantea el problema ético a los habitantes de Dogville, quedan enunciadas las cuestiones que se anudarán en torno a la pregunta por el don, el dar, el recibir y la generosidad posible o imposible. No es que directamente Thomas pregunte ¿qué es el don?; toda el film es la puesta a prueba de la generosidad de una comunidad. Tal vez, más o menos, cualquier comunidad. La cuestión de si es posible dar y, por tanto, perder y recibir. Saber perder y recibir, la otra cara de la buscada posibilidad de dar. Ahí donde el donador recibe a cambio un provecho equivalente, sea en la forma que sea, -puede incluso recuperarse el don en la cuota de buena conciencia que produzca- no hay don posible. Ir en su busca, rastrear su condición de (im)posible corresponde a lo que se ha llamado un «pensamiento de la pérdida». Y en directa conexión con ello, lo que se reúne junto al nudo de Dogville: el per-dón y la justicia.
II
El código moral de una comunidad, Dogville, es puesto a prueba por la llegada de una extranjera, de una total desconocida. En la ausencia de este reto, en la ausencia del intruso , no hay experiencia ética ninguna. El estado de letargo de una irresponsabilidad plena, aquí Dogville, conlleva a la situación de vernos cerrados sobre nosotros mismos. Aparece Grace, la intrusa, como un regalo (también lo señala así ya su nombre). El propio Thomas la anuncia en su plan como tal, una gracia entregada sin causa, en pura gratuidad, a Dogville. ¿Qué razón habría para acogerla, para ofrecerle hospitalidad?, dirán casi como protesta reunidos los habitantes del pueblo. Thomas logra convencerlos: el intruso es tal porque no sabemos si puede ser finalmente una amenaza, un peligro. Su acogida debe contar con ese riesgo, con un margen al menos del riesgo que preserva su alteridad al desconocido dentro de los límites de Dogville. Pero pronto vemos la primera imposibilidad de dar: no haber sabido recibir. Nadie quiere exponerse realmente al don de Grace, a Grace que es un don. Indiferencia como sinónimo de tolerancia. Y ya ahí se ha programado la lógica de la contrapartida o del quid pro quo, como el propio Thomas le hace entender a Grace. Quid pro quo, la imposibilidad de dar. Lo evidente de la denuncia a que la película somete la política norteamericana del último siglo no debe hacer perder la multitud de registros que ello conlleva. No sólo en política: también en un nivel ético se muestra la violencia en tanto indiferencia ante el intruso.
III
La figura del escritor Thomas reúne una buena muestra de la doble miseria del intelectual autopretendidamente superior o, mejor decir, «arrogante», para recoger otro motivo clave de la película. Thomas quiere hacer crecer, mejorar la condición humana. Sus ideales y valores son superiores a los del resto de los habitantes de Dogville-Humanidad (y no solo la evidente Dogville-USA). La verdadera generosidad es lo que, a través de su «ejemplo» (algo que encarne utilitariamente la idea universal), quiere enseñar. Digo miseria del intelectual porque detrás de su proyecto de salvación moral funciona también la lógica del egoísmo. Es un personaje que responde a las sospechas de Nietzsche: la voluntad de verdad y mejora social es desenmascarada como voluntad de dominio. Todos sus sacrificios, su defensa de Grace, al final esperan ser saldadas. Es por ello, una lógica sacrificial la que lo conduce. La propia Grace lo descubre sencillamente: si al final Thomas exige acostarse con ella nada le ha hecho sustraerse al egoísmo brutal de Dogville. La sublimación intelectual tan sólo hace más despreciable e hipócrita la cosificación del intruso.
¿La ética un problema finalmente de resolución filosófica? Ni siquiera, en Dogville, podemos consolarnos con la convicción de Kant de que lo único perfectamente bueno en el mundo sea la buena voluntad. Pero ¿y Grace? ¿No es ella absolutamente buena? ¿No es ella la propia gracia, el regalo que no han sabido recibir? Una gracia o gratuidad que tampoco exige la acción moral kantiana por «respeto al deber» (aus Pflicht). No se «debe» ninguna deuda saldable en la llegada del intruso a Dogville.
IV
Grace acaba literalmente convertida en una esclava. Maltratada y vejada por todos los habitantes del encantador pueblecito yanqui. La violación cotidiana la cosifica. Indiferencia y la tolerancia no han dejado de ser tales, sino que han mostrado todo su significado.
V
Es llamativo el detalle de que Lars von Trier haya hecho desaparecer las referencias directamente religiosas en la comunidad de Dogville. La hipocresía moral y su justificación ideológica las asocia el pensamiento crítico de izquierdas con las instituciones religiosas. Si Dogville es también una alegoría de la sociedad norteamericana aunque no sólo, entenderla exclusivamente así sería desactivarla- es interesante observar cómo se ha desterrado la importante función de cohesión social que cierto modo de entender el cristianismo tiene en la sociedad norteamericana. Sociólogos de la religión estudiaron ya hace tiempo la importante función de colectivización y «comunitarización» de la religión en los Estados Unidos. Sin embargo, Lars von Trier sólo nos presenta un sustituto de la iglesia, del todo secularizado, el recinto donde se reúnen para escuchar las conferencias sobre ética de Thomas y tomar las decisiones sobre la intrusa desvalida. Dios está ausente de las justificaciones morales de los habitantes de Dogville. Son buenos porque respetan la ley o porque no quieren hacer daño a nadie. Aun así, y para entrar con ella en la cuestión de la justicia y el perdón, la presencia del padre de Grace, primero oculto, peligroso pero amable, el gangster que la persigue y le dispara y dice querer protegerla, se deja pensar simbólicamente tal vez como una intervención no del todo meramente «mundana». A través de su presencia, que podrá advenir, se dice en los Evangelios, como «un ladrón en la noche», se pone en marcha la relación entre el perdón y la justicia. ¿Grace debe perdonar o hacer justicia? Y esa justicia, ¿qué sería? ¿Volvería a repetir el mal recibido, ojo por ojo? ¿Cómo conciliar perdón y justicia? En lo que respecta a los dos, Grace, el regalo, se muestra excesiva.
5 comentarios
Zaratustra -
daniel -
Daniel Barreto -
El comentario de Miguel sobre la puesta en escena de Dogville lo suplementaría con dos posibles respuestas:por un lado, la teatralidad del decorado puede funcionar como motivo de burla a los dispendios multimillonarios del cine norteamericano para hacer películas-estupefacientes como artefactos de ideologización sin freno; por otro lado, quizá Lars von Trier quiere dar a entender que la supuesta intimidad de cada casa, de cada habitante consigo mismo y su familia es una ficción. Recuerdo un pequeño texto de Kafka en el que un paseante nocturno se da cuenta de que todos los habitantes de la ciudad (Praga, seguramente, pero podría ser también Las Palmas, hoy)en realidad están desvalidos a la intemperie, en plena calle, desprotegidos ante el no saber y el sinsentido de su existencia. Gracias por los generosos comentarios.
Miguel_AG -
daniel -