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Ideologías: fin o partida

(por Abelardo Gómez Márquez)

Quizá por debilidad o permeabilidad ideológica, pero me parece más razonable que las ideologías sean un punto de llegada, más que de partida. En el primer caso, uno va construyendo su manera de pensar a partir de la propia experiencia, con una perspectiva amplia y sin prejuicios, dando importancia fundamentalmente a los argumentos que cada cual exponga para defender su pensamiento, e, incluso, a los propios. En el segundo caso, cuando la ideología es un punto de arranque, uno tiende a defenderse a capa y espada ante los argumentos diferentes, sin pararse a pensar si en lo que nos cuenta el otro hay o pudiera haber algo de razón. Y, en este segundo caso, desgraciadamente uno se radicaliza a la par que se convierte en víctima de las incoherencias del partido político con el que simpatizamos.

Les cuento algunos ejemplos. En estos días veía la tele y salía un ex-político diciendo que le parecía bien que se restaurase la legalidad en torno al asunto de la urbanización del Istmo de Las Palmas de Gran Canaria, pero que le parecía mal la forma de llevarse a cabo porque su ideología nacionalista le impedía admitir que dicha restauración la ejecutase un ente estatal, como el Ministerio de Fomento. Este es un ejemplo de ideología como punto de partida. Si hubiese sido como punto de llegada, ese señor habría tirado un volador a favor del Ministerio, porque lo importante es la legalidad y no tanto quién haga que se ejecute; además, quizá habría advertido que su nacionalismo, hoy por hoy, es un sinsentido en Canarias, viéndose conducido a moderarlo para bien de la compatibilidad de sus ideas con la realidad.

Otro ejemplo aparece muy frecuentemente, por desgracia, cuando te encuentras a quien dice estar a favor de la Guerra de Irak, o en contra de las ideas del Ministerio de la Vivienda, o blablabla... todo aquello que suene a socialismo, izquierdas o progresismo. Creo que es conveniente, en estos casos, pararse a escuchar las otras partes para ver qué hay de cierto en lo que proponen, demostrando que nuestras ideas son un punto de llegada, modificándolas si fuera preciso. De lo contrario, uno se aferra a lo indefendible, por el hecho de ser lo que pregonan aquellos a los que en su día votamos. Pareciera que más que defenderlos a ellos, lo que defendemos es que no nos equivocamos al votar, lo cual no tiene demasiada razón de ser porque el voto es secreto. En este sentido, el partido político con el que más críticos debemos de ser es, precisamente, aquel al que votamos, ya que es el que desarrolla su actividad gracias a nuestros votos.

Pues eso, que creo fundamental que nos escuchemos un poquito más los unos a los otros y no tanto a los políticos, modificando nuestras ideas si así entendemos que debe de ser. Es enriquecedor.

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