Homologar lo desigual tarea imposible
(Por Jose_MB)
Leyendo estos días las noticias sobre la huelga de profesores de nuestras dos universidades canarias y sus reivindicaciones sobre homologación, tema por cierto nada actual ni novedoso, me han hecho reflexionar y recordar algunas vivencias que me gustaría compartir con todos ustedes.
Durante muchos años he estado ligado a la universidad de Las Palmas de Gran Canaria, primero como alumno, luego como becario de investigación, contratado en una especie de comisión de servicios a través de la Fundación Universitaria y actualmente sigo colaborando en algunos proyectos de investigación.
Esta relación con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ha sido para mi una de las experiencias más gratificantes y enriquecedoras. Esta etapa me ha proporcionado los más bellos momentos y situaciones muy, muy felices, no sólo académicos o formativos, sino también personales y afectivos. En esta Universidad tengo muchísimos compañeros, y como dicen algunos, sin embargo amigos, excelentes amigos. Yo, como muchísimas personas de nuestra Comunidad Autónoma, salí a la calle, me manifesté, me encerré en el vicerrectorado de La Universidad de La Laguna, para pedir lo que considerábamos una necesidad urgente de toda sociedad moderna con intenciones de progreso, la creación de nuestra Universidad.
Por lo tanto no vean en este artículo una crítica de alguien ajeno o con resentimientos al mundo académico, todo lo contrario pienso que todo es mejorable y por supuesto, mi universidad.
Estoy de acuerdo con algunas voces que opinan que homologar la desigualdad es una tarea un tanto metafísica. Me explico, considerar que el profesorado universitario actual mantiene unas condiciones laborales (docentes e investigadoras) similares, algo parecidas, con algunas diferencias, con diferencias significativas, es una quimera.
Supongo, que este dato no es nuevo pero, para los que lo desconocen o no están muy relacionados con el mundo académico, deberían saber que han sido muchos los profesores que simplemente no acuden a su lugar de trabajo de manera cotidiana, como cualquier otro ciudadano. Yo conozco, y les garantizo que nunca hice demasiado pasillo, profesores que durante un curso académico, no sé exactamente si llegaron a ir dos o tres días del mismo Sus compañeros docentes ponían el grito en el cielo cuando veían llegar a estos individuos sólo a las Juntas de Facultad en las que se tocaba algún tema importante porque si no, ni eso. Ahora bien, lo penoso de todo esto es que el grito en el cielo se ponía en los pasillos o en petit comité, nunca vi reclamar o protestar frente a Jefes de Departamento, Comisiones Docentes, Vicerrectorados
Me acuerdo el guirigay que se formó cuando se oyó el rumor de que iban a poner un reloj para fichar y así controlar la asistencia del profesorado: ¿Pero qué se van a creer estos burócratas?, Nosotros no somos funcionarios como los demás, tenemos una formación superior
Curiosamente estas personas que protestaban no se caracterizaron nunca por ser un ejemplo de dedicación al trabajo. Por supuesto, sería injusto por mi parte meter en el saco a todo un colectivo profesional pero, creo que en parte el colectivo en conjunto tiene bastante de culpa por haber permitido llegar a esta situación y sobre todo al concepto que de ellos se tiene. El corporativismo nunca lo he entendido. Defender lo que a sabiendas es indefendible y justificar lo injustificable por el mero hecho de tener a un mismo patrón lo considero, cuando menos, una soberana estupidez, y creo que la universidad debe eliminar la estupidez.
¿Cuántos profesores hay que su labor investigadora se limita a firmar las becas de dos o tres becarios, que serán los que investiguen realmente a pesar, y digo bien, a pesar de sus directores o firmadores como ustedes lo quieran llamar?
Eso sí, cuando llega la hora de rellenar los inmensos formularios de retribuciones de complementos, vuelven locos a los pobres becarios porque tal o cuál tabla, o porque los datos de tal o cuál experimento, no están claros.
Evidentemente alguien dirá que la irresponsabilidad laboral no es una característica inherente a la docencia universitaria. Por supuesto que no. En España ejemplos de esta irresponsabilidad, la encontramos en Ayuntamientos, Cabildos, Ministerios, Consejerías, Educación pero, aquí nadie discute que por lo menos, se vaya al lugar del trabajo, ya luego que trabajes más o menos, o con más o menos efectividad o calidad, es otra cosa.
¡Miren señores, si quieren cobrar más, no seré yo quien lo impida! Es más, estoy totalmente de acuerdo. Pienso que unas mejoras retributivas pueden ayudar a alcanzar objetivos, que en el caso de la universidad, esos objetivos luego revierten en el resto de la sociedad. Pero, déjense inspeccionar, como se inspecciona en los países serios de Europa. No se oculten unos a otros porque de aquellas lluvias han llegado estos lodos
Llegó una vez un profesor polaco huido del este que trabajaba en Estados Unidos a hacer una visita a mi Facultad, mientras yo hacía el doctorado. El hombre a los dos días preguntó que quién era aquel señor que bebía cortados en la cafetería, bebía cortados en la cafetería, bebía cortados en la cafetería y en la hora del descanso se leía el periódico. Cuando alguien le contestó que era un profesor y que después de casi veinte años perteneciendo a la Universidad, nunca había sido investigador principal en ningún proyecto, mi hombre, en un polaco españolizado me comentó que este señor en su Universidad americana, hubiese durado dos días y que hoy estaría en Central Park, arrastrando un carrito con su ropa
¡Ojo!, también conozco y bastante, a profesores con un amor por la docencia inusitado y que a las dos o tres de la madrugada están cacharreando en sus laboratorios o en la biblioteca.
Evidentemente, estos dos ejemplos no se pueden homologar
Leyendo estos días las noticias sobre la huelga de profesores de nuestras dos universidades canarias y sus reivindicaciones sobre homologación, tema por cierto nada actual ni novedoso, me han hecho reflexionar y recordar algunas vivencias que me gustaría compartir con todos ustedes.
Durante muchos años he estado ligado a la universidad de Las Palmas de Gran Canaria, primero como alumno, luego como becario de investigación, contratado en una especie de comisión de servicios a través de la Fundación Universitaria y actualmente sigo colaborando en algunos proyectos de investigación.
Esta relación con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ha sido para mi una de las experiencias más gratificantes y enriquecedoras. Esta etapa me ha proporcionado los más bellos momentos y situaciones muy, muy felices, no sólo académicos o formativos, sino también personales y afectivos. En esta Universidad tengo muchísimos compañeros, y como dicen algunos, sin embargo amigos, excelentes amigos. Yo, como muchísimas personas de nuestra Comunidad Autónoma, salí a la calle, me manifesté, me encerré en el vicerrectorado de La Universidad de La Laguna, para pedir lo que considerábamos una necesidad urgente de toda sociedad moderna con intenciones de progreso, la creación de nuestra Universidad.
Por lo tanto no vean en este artículo una crítica de alguien ajeno o con resentimientos al mundo académico, todo lo contrario pienso que todo es mejorable y por supuesto, mi universidad.
Estoy de acuerdo con algunas voces que opinan que homologar la desigualdad es una tarea un tanto metafísica. Me explico, considerar que el profesorado universitario actual mantiene unas condiciones laborales (docentes e investigadoras) similares, algo parecidas, con algunas diferencias, con diferencias significativas, es una quimera.
Supongo, que este dato no es nuevo pero, para los que lo desconocen o no están muy relacionados con el mundo académico, deberían saber que han sido muchos los profesores que simplemente no acuden a su lugar de trabajo de manera cotidiana, como cualquier otro ciudadano. Yo conozco, y les garantizo que nunca hice demasiado pasillo, profesores que durante un curso académico, no sé exactamente si llegaron a ir dos o tres días del mismo Sus compañeros docentes ponían el grito en el cielo cuando veían llegar a estos individuos sólo a las Juntas de Facultad en las que se tocaba algún tema importante porque si no, ni eso. Ahora bien, lo penoso de todo esto es que el grito en el cielo se ponía en los pasillos o en petit comité, nunca vi reclamar o protestar frente a Jefes de Departamento, Comisiones Docentes, Vicerrectorados
Me acuerdo el guirigay que se formó cuando se oyó el rumor de que iban a poner un reloj para fichar y así controlar la asistencia del profesorado: ¿Pero qué se van a creer estos burócratas?, Nosotros no somos funcionarios como los demás, tenemos una formación superior
Curiosamente estas personas que protestaban no se caracterizaron nunca por ser un ejemplo de dedicación al trabajo. Por supuesto, sería injusto por mi parte meter en el saco a todo un colectivo profesional pero, creo que en parte el colectivo en conjunto tiene bastante de culpa por haber permitido llegar a esta situación y sobre todo al concepto que de ellos se tiene. El corporativismo nunca lo he entendido. Defender lo que a sabiendas es indefendible y justificar lo injustificable por el mero hecho de tener a un mismo patrón lo considero, cuando menos, una soberana estupidez, y creo que la universidad debe eliminar la estupidez.
¿Cuántos profesores hay que su labor investigadora se limita a firmar las becas de dos o tres becarios, que serán los que investiguen realmente a pesar, y digo bien, a pesar de sus directores o firmadores como ustedes lo quieran llamar?
Eso sí, cuando llega la hora de rellenar los inmensos formularios de retribuciones de complementos, vuelven locos a los pobres becarios porque tal o cuál tabla, o porque los datos de tal o cuál experimento, no están claros.
Evidentemente alguien dirá que la irresponsabilidad laboral no es una característica inherente a la docencia universitaria. Por supuesto que no. En España ejemplos de esta irresponsabilidad, la encontramos en Ayuntamientos, Cabildos, Ministerios, Consejerías, Educación pero, aquí nadie discute que por lo menos, se vaya al lugar del trabajo, ya luego que trabajes más o menos, o con más o menos efectividad o calidad, es otra cosa.
¡Miren señores, si quieren cobrar más, no seré yo quien lo impida! Es más, estoy totalmente de acuerdo. Pienso que unas mejoras retributivas pueden ayudar a alcanzar objetivos, que en el caso de la universidad, esos objetivos luego revierten en el resto de la sociedad. Pero, déjense inspeccionar, como se inspecciona en los países serios de Europa. No se oculten unos a otros porque de aquellas lluvias han llegado estos lodos
Llegó una vez un profesor polaco huido del este que trabajaba en Estados Unidos a hacer una visita a mi Facultad, mientras yo hacía el doctorado. El hombre a los dos días preguntó que quién era aquel señor que bebía cortados en la cafetería, bebía cortados en la cafetería, bebía cortados en la cafetería y en la hora del descanso se leía el periódico. Cuando alguien le contestó que era un profesor y que después de casi veinte años perteneciendo a la Universidad, nunca había sido investigador principal en ningún proyecto, mi hombre, en un polaco españolizado me comentó que este señor en su Universidad americana, hubiese durado dos días y que hoy estaría en Central Park, arrastrando un carrito con su ropa
¡Ojo!, también conozco y bastante, a profesores con un amor por la docencia inusitado y que a las dos o tres de la madrugada están cacharreando en sus laboratorios o en la biblioteca.
Evidentemente, estos dos ejemplos no se pueden homologar
12 comentarios
Anónimo -
Anónimo -
yo misma -
Que tal si los profesores hacen una huelga a la inversa? No dejando de dar clase, sino dando mas clases que nunca, adelantando temario, poniendo las notas con meses de antelacion y, luego, diciendo a los estudiantes que ya estan aprobados, pero que solo tienen que esperar a la fecha oficial para recibir sus calificaciones? Nadie saldria perjudicado, y los profesores podrian hacerse escuchar, tambien.
Anónimo -
Elena -
Elena -
yo misma (2) -
Puedo mencionar con orgullo nombres como Samper y su esposa, Clara Eugenia, modelos de etica y profesionalidad, o John Amador Bedford, excelente profesor de literatura americana. Y lo dicho, eludire los que no debieran ser llamados profesores porque es realmente un insulto a los que si son merecedores de tan alto orgullo.
Con orgullo puedo decir en Estados Unidos que me forme inicialmente en las dos universidades canarias, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y la Universidad de La Laguna. Y a las nuevas generaciones, recuerden: Los libros me ensegnaron a pensar, y los pensamientos me hicieron libre. Como la astronauta americana Mae Jemison dijo una vez (traduzco al espagnol) no dejes que los suegnos limitados de los demas limiten tus propios suegnos.
Besotes para todos/as
Viva la libertad, el bien mas preciado
yo misma -
Anónimo -
Anónimo -
Bethencourt -
Ejemplos no homologables, sin duda, José Luis.
Por otro lado, coincido contigo, Philippe, en que tendría que haber un debate de fondo sobre la Universidad y su incidencia en la sociedad en la que la homologación fuera un componente importante, pero no el único.
Por último, ánimo y gracias a los magníficos profesores que tuve en la ULPGC. A los otros, ojalá que algún día descubran lo que es la vergüenza y dejen paso a los buenos investigadores jóvenes que se están forjando en nuestro país. Soñar es gratis, dicen...
Philippe Tacoronte -