CRISIS: EL XIX CANARIO Y OTRAS CUESTIONES
(por Philippe Tacoronte)
A finales del XIX, con el declive paulatino de la exportación de cochinilla, la economía canaria, es decir, las leyes de la casa, quedó arruinada. La casa se desmorona y obliga a emigrar. Después del comercio de la vid, el siguiente monocultivo salvador, la cochinilla (y sobre todo su versión masculina), volvía a dejar una sociedad entera en la estacada. Poco más de un siglo después aquí nadie ha aprendido nada. La confianza ciega en el monocultivo del turismo parece que se empeñara en repetir la historia. Para empezar, desencarrilarse de la historia como círculo y sobre todo, como supuesto progreso, pasa por conocer bien el pasado, las miserias y los peligros vividos. Si la conciencia es memoria y no otra cosa, como dice Bergson, entonces, una vez más, saber responder hoy va a significar recordar.
La Biblioteca Económica Canaria, de Ediciones Idea, ha publicado un librito titulado La Crisis de Finales del Siglo XIX (2003), que recoge los siguientes textos: Canarias, el Peligro y sus remedios (1899), escrito por el arquitecto madrileño Mariano Belmás; Bases para restablecer y afirmar los Puertos Francos de Canarias (1899), de Tomás García Guerra y Memoria sobre las causas de la actual decadencia de Canarias y medidas para evitar su ruina (1880), de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Los tres trabajos son de extraordinario interés histórico e ideológico. Junto al problema específico planteado por la cochinilla y su imposibilidad de competir con colorantes artificiales, el otro foco importante del debate es la condición y el papel de los Puertos Francos, cuya ley se promulga en 1852.
Un detallado comentario merecería cada uno de los documentos, pero por razones espacio nos centraremos en el de Mariano Belmás, el arquitecto madrileño que visita Canarias poco antes de que termine el siglo y que se ve impulsado a reunir sus reflexiones en ese escrito. Atendamos bien al título: Canarias, el Peligro y sus remedios. ¿A qué peligro se referirá? Con toda probabilidad tendemos a pensar que alude a los terribles efectos de la emigración, a la pobreza y la postración social. Pero no. Escribe Belmás: Por no fijarnos bien en lo que demandaban las colonias, por despreciar advertencias de estadistas ilustres y expertos, por hacernos ilusiones acerca del escaso espíritu militar de cierto pueblo, y no darnos cuenta de nuestro estado, perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Si no estudiamos cuanto se refiere a Canarias, los contratiempos que como consecuencia vendrán, serán muy análogos a los sufridos en aquellas islas. Hay aquí un paralelismo que no forma parte del discurso políticamente correcto, hoy, unos 100 años después. Entonces sí lo era.
Un contratiempo. Una objeción al curso que nuestro tiempo tiene que seguir, sin desfases, ni cambios de horario ni de otros tiempos. Lo llama Belmás el Problema canario, un posible contratiempo. Pero el preocupado arquitecto anima a que tales contratiempos no se produzcan, la razón está a la mano, como él mismo ha visto: Porque hay que decirlo muy alto; allí existe una privilegiada tierra que no hay que abandonar; allí hay un progreso desconocido por la Península que debe fomentarse [ ] allí se carece de lazos comerciales con el resto de España que es necesario establecer. Sí, todavía no había dado tiempo, desde la llegada de Castilla, de establecer esos lazos comerciales. Pero todo a su tiempo, sin obstáculos. Sigue Belmás: Pues bien, esas tres características, clima, situación y seguridad de las islas, son de tanta valía, que no hay nación civilizada que lo desconozca, ni extranjero que no considere a las Canarias como perlas medio abandonadas por sus dueños en medio del Atlántico. Así, la consigna política actual Tú voz en Madrid podría resultar una traducción del no nos abandonencomo perlas perdidas en el Atlántico
Otro interés visionario de Belmás es el futuro turístico de las Islas, un ámbito que habrá que explotar para mayor gloria: y cuando los buques de todas las naciones tengan a las Canarias como puerto obligado, y los turistas como lugar de cita, y los convalecientes como manantial de salud, lejos de temer por la integridad de aquel territorio, se afianzará para siempre nuestra bandea sobre aquellas hermosas perlas del Atlántico, para provecho y gloria de la patria española. Todo un visionario, digno de un W. Blake o un Swedenborg. Y, por cierto, ahí tenemos en potencia y prosa la apología del progreso y del capital entrante que hace el poeta Tomás Morales como expresión de la clase social a la que pertenece (este apunte se lo debemos al escritor Antonio Martín Medina).
Es interesante ver cómo el prologuista (cuya firma no hemos visto por ningún lado, lástima) subraya que el peligro que mueve a Belmás a escribir es exagerado. Según el anónimo, las proclamas nacionalistas del XIX fueron más intensas y frecuentes en la primera mitad del siglo y estuvieron canalizadas por la clase burguesa ilustrada con objeto de presionar a la corona en relación a sus demandas económicas. Una vez conseguida la libertad comercial que significaron los Puertos Francos (como comprueba Belmás, hay más comercio con Inglaterra o Alemania que con España) la burguesía se calmará. Preguntas: ¿las expresiones nacionalistas de entonces eran perfectamente deducibles de una estrategia puramente económica en su postura ideológica? ¿Eso era el problema canario? Al escritor Graciliano Afonso, del ámbito ilustrado seguro, ¿lo movía la estrategia económica? Al obrero anarquista Secundino Delgado, ¿lo empujaba la cuestión de los Puertos Francos? Preguntas que requerirán todo un trabajo de estudio, documentación y, sobre todo, interpretación.
Un siglo más tarde volvemos a hablar de la crisis en nuestro monolcultivo o, sobre todo, de la posibilidad de crisis fuertes que pudiesen descalabrar el actual nivel de vida (a qué altura esté ese nivel y según qué criterio decimos alto o bajo es otra cuestión que nadie plantea). Los comunicados de las sociedades constructoras sobre la economía canaria desestiman la moratoria y aseguran que el bienestar social proviene de la liberalización y del capital metamorfoseado en cemento y viceversa. Quizá un Belmás actual podría dar la nueva visión que nos falta, otra vez, para mayor gloria: Un vasto paisaje de bloques sin luz, agrietados y abandonados para siempre, interminables filas de hoteles donde el capital solo resuena como un espectro, una vibración.
A finales del XIX, con el declive paulatino de la exportación de cochinilla, la economía canaria, es decir, las leyes de la casa, quedó arruinada. La casa se desmorona y obliga a emigrar. Después del comercio de la vid, el siguiente monocultivo salvador, la cochinilla (y sobre todo su versión masculina), volvía a dejar una sociedad entera en la estacada. Poco más de un siglo después aquí nadie ha aprendido nada. La confianza ciega en el monocultivo del turismo parece que se empeñara en repetir la historia. Para empezar, desencarrilarse de la historia como círculo y sobre todo, como supuesto progreso, pasa por conocer bien el pasado, las miserias y los peligros vividos. Si la conciencia es memoria y no otra cosa, como dice Bergson, entonces, una vez más, saber responder hoy va a significar recordar.
La Biblioteca Económica Canaria, de Ediciones Idea, ha publicado un librito titulado La Crisis de Finales del Siglo XIX (2003), que recoge los siguientes textos: Canarias, el Peligro y sus remedios (1899), escrito por el arquitecto madrileño Mariano Belmás; Bases para restablecer y afirmar los Puertos Francos de Canarias (1899), de Tomás García Guerra y Memoria sobre las causas de la actual decadencia de Canarias y medidas para evitar su ruina (1880), de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Los tres trabajos son de extraordinario interés histórico e ideológico. Junto al problema específico planteado por la cochinilla y su imposibilidad de competir con colorantes artificiales, el otro foco importante del debate es la condición y el papel de los Puertos Francos, cuya ley se promulga en 1852.
Un detallado comentario merecería cada uno de los documentos, pero por razones espacio nos centraremos en el de Mariano Belmás, el arquitecto madrileño que visita Canarias poco antes de que termine el siglo y que se ve impulsado a reunir sus reflexiones en ese escrito. Atendamos bien al título: Canarias, el Peligro y sus remedios. ¿A qué peligro se referirá? Con toda probabilidad tendemos a pensar que alude a los terribles efectos de la emigración, a la pobreza y la postración social. Pero no. Escribe Belmás: Por no fijarnos bien en lo que demandaban las colonias, por despreciar advertencias de estadistas ilustres y expertos, por hacernos ilusiones acerca del escaso espíritu militar de cierto pueblo, y no darnos cuenta de nuestro estado, perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Si no estudiamos cuanto se refiere a Canarias, los contratiempos que como consecuencia vendrán, serán muy análogos a los sufridos en aquellas islas. Hay aquí un paralelismo que no forma parte del discurso políticamente correcto, hoy, unos 100 años después. Entonces sí lo era.
Un contratiempo. Una objeción al curso que nuestro tiempo tiene que seguir, sin desfases, ni cambios de horario ni de otros tiempos. Lo llama Belmás el Problema canario, un posible contratiempo. Pero el preocupado arquitecto anima a que tales contratiempos no se produzcan, la razón está a la mano, como él mismo ha visto: Porque hay que decirlo muy alto; allí existe una privilegiada tierra que no hay que abandonar; allí hay un progreso desconocido por la Península que debe fomentarse [ ] allí se carece de lazos comerciales con el resto de España que es necesario establecer. Sí, todavía no había dado tiempo, desde la llegada de Castilla, de establecer esos lazos comerciales. Pero todo a su tiempo, sin obstáculos. Sigue Belmás: Pues bien, esas tres características, clima, situación y seguridad de las islas, son de tanta valía, que no hay nación civilizada que lo desconozca, ni extranjero que no considere a las Canarias como perlas medio abandonadas por sus dueños en medio del Atlántico. Así, la consigna política actual Tú voz en Madrid podría resultar una traducción del no nos abandonencomo perlas perdidas en el Atlántico
Otro interés visionario de Belmás es el futuro turístico de las Islas, un ámbito que habrá que explotar para mayor gloria: y cuando los buques de todas las naciones tengan a las Canarias como puerto obligado, y los turistas como lugar de cita, y los convalecientes como manantial de salud, lejos de temer por la integridad de aquel territorio, se afianzará para siempre nuestra bandea sobre aquellas hermosas perlas del Atlántico, para provecho y gloria de la patria española. Todo un visionario, digno de un W. Blake o un Swedenborg. Y, por cierto, ahí tenemos en potencia y prosa la apología del progreso y del capital entrante que hace el poeta Tomás Morales como expresión de la clase social a la que pertenece (este apunte se lo debemos al escritor Antonio Martín Medina).
Es interesante ver cómo el prologuista (cuya firma no hemos visto por ningún lado, lástima) subraya que el peligro que mueve a Belmás a escribir es exagerado. Según el anónimo, las proclamas nacionalistas del XIX fueron más intensas y frecuentes en la primera mitad del siglo y estuvieron canalizadas por la clase burguesa ilustrada con objeto de presionar a la corona en relación a sus demandas económicas. Una vez conseguida la libertad comercial que significaron los Puertos Francos (como comprueba Belmás, hay más comercio con Inglaterra o Alemania que con España) la burguesía se calmará. Preguntas: ¿las expresiones nacionalistas de entonces eran perfectamente deducibles de una estrategia puramente económica en su postura ideológica? ¿Eso era el problema canario? Al escritor Graciliano Afonso, del ámbito ilustrado seguro, ¿lo movía la estrategia económica? Al obrero anarquista Secundino Delgado, ¿lo empujaba la cuestión de los Puertos Francos? Preguntas que requerirán todo un trabajo de estudio, documentación y, sobre todo, interpretación.
Un siglo más tarde volvemos a hablar de la crisis en nuestro monolcultivo o, sobre todo, de la posibilidad de crisis fuertes que pudiesen descalabrar el actual nivel de vida (a qué altura esté ese nivel y según qué criterio decimos alto o bajo es otra cuestión que nadie plantea). Los comunicados de las sociedades constructoras sobre la economía canaria desestiman la moratoria y aseguran que el bienestar social proviene de la liberalización y del capital metamorfoseado en cemento y viceversa. Quizá un Belmás actual podría dar la nueva visión que nos falta, otra vez, para mayor gloria: Un vasto paisaje de bloques sin luz, agrietados y abandonados para siempre, interminables filas de hoteles donde el capital solo resuena como un espectro, una vibración.
15 comentarios
Philippe -
perera -
perera -
perera -
Anónimo -
perera -
perera -
Leí en su momento “El retorno a la polis” (La marea, 2001). Ahora he releído alguna parte y, por supuesto, hay que pararse a pensar y a activar las mentes con este libro. Quizás sea Trapera un espacio adecuado para debatirlo y pensarlo; es decir, hacer que no pase desapercibido, aunque sea tres años después de su publicación. Lo de que el nacionalismo siempre fue apropiado por la burguesía, sí; Garí lo dice explícitamente, y en varios momentos: los movimientos nacionalistas “han sido hegemonizados por las fuerzas conservadoras".
Philippe -
Philippe -
Thacourontef -
Bethencourt -
Anónimo -
Una de los aspectos más atractivos de esta colección es que intenta conjugar rigor con carácter divulgativo.
Un aplauso para la Editorial Idea, sin dudarlo ni un instante.
Abrazos para todos.
P.D. Philippe, es el tuyo un artículo certero que huye de tópicos y mete los dedos en algunas llagas.
Ánimo, y a seguir por esa senda de búsqueda insaciable.
perera -
Primero, que la gente esta de Ediciones Idea están sacando libritos muy llamativos e interesantes, sobre todo para gente que, como yo, quizás está poco puesto en otras materias más allá de la literatura; y, en concreto, escritos sobre Canarias o desde Canarias.
Tu comentario me vuelve a poner ante los ojos la mina que -según lo que medio uno ha visto, según lo que medio uno intuye- es el siglo XIX canario. Sobre todo me refiero al arsenal de textos que están por leer y sacar a la luz (para después pensar e interpretar), que están (fundamentalmente)en los interiores del Museo Canario. Lo digo a propósito del ese valioso texto que comentas.
Por otro lado, no conozco la tesis de Domingo Garí Hayek sobre el nacionalismo canario (¿la han leído?). Lo digo porque me pregunto si allí no tratará el tema sobre el que Tacoronte se interroga. Es decir, las relaciones entre intereses económicos y nacionalismo en el siglo XIX; Secundino Delgado y los Puertos Francos... Un abrazo.
Hideyoshi -
tibicena -
A estas alturas de la vida, con una población preparada como nunca (no nos engañemos, las oportunidades son escasas pero la preparación es buena), con un nivel de autogobierno inusitado en toda nuestra historia (que puede ser agrandado, no lo pongo en duda, hasta donde el pueblo lo decida) creo que es hora de coger al toro por los cuernos y preguntarnos qué responsabilidad tienen los propios canarios (todos, sin escaqueos) en la construcción de su futuro. Para dialogar, hace falta primero tener claro que las partes estén constituidas, que existan como entes dialogantes y no como cajones estancos cerrados en sagrado.
A lo mejor habría que preguntarles a los gobernantes que nosotros hemos aupado hasta sus cargos si la moral, la ecología o la simple supervivencia de esta (aún no toda) esquilmada tierra valen más que el minuto de gloria que suponen sus legislaturas.
Como todo, supongo que depende de quién me conteste, aunque me puedo imaginar la respuesta de algunos.