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El Consejero de Medio Ambiente arremete contra la Universidad de La Laguna por oponerse a la incineración

Por Juan Jesús González Afonso (*)

La Universidad de La Laguna tiene hoy por hoy el prestigio que le han dado esencialmente todos sus miembros. Todos sus miembros, incluido el actual consejero de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife, Wladimiro Rodríguez Brito, que aunque dedicado a esto de la política desde hace unos buenos años, se le supone todavía integrante de la comunidad universitaria, con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas.

Por eso resulta un poco triste ver cómo arremete tan virulentamente contra nuestra Universidad, como lo ha hecho este domingo en el espacio que le reserva el periódico El Día como habitual colaborador.

Y es que el Sindicato de Estudiantes Canarios presentó al claustro una resolución contra la incineración de residuos, el pasado 21 de abril, y este órgano de máxima representación de la Universidad tuvo la ocurrencia de aprobarlo por 90 votos a favor, 20 en contra y 5 abstenciones. Pues bien, este sencillo ejercicio democrático ha desatado las iras de Wladimiro que ha arremetido contra la Universidad por falta de rigor. Eso sí, el cabreo es consecuencia de que la votación obtuvo ese resultado, si hubiese sido el contrario seguro se hubiese deshecho en elogios hacia nuestra Universidad que, supuestamente, es la suya también y debería defenderla con uñas y dientes por poco que le gusten las decisiones que adopta democráticamente, y que no son dictámenes sino opiniones y apreciaciones democráticamente debatidas.

Wladimiro siempre ha rehuido manifestarse sobre la incineración, desde que tiene responsabilidades directas en la materia. Es como si le tuviese miedo a algo que no se sabe lo que es. Pero cuando tiene la oportunidad arremete contra quien sea y por los medios que sean para defender este método caro, peligroso, dilapilador de empleo y de recursos e incompatible con políticas agresivas de reducción y reciclaje de residuos; de tratar los residuos.

En este caso ha arremetido virulentamente contra su Universidad, que probablemente el ridículo más grande que ha cometido en su historia, como el Consejero recuerda para ilustrar lo absurdo que son algunos acuerdos del Claustro, fue aquella decisión de hace unos 20 años de dirigirse a la Casa Blanca pidiendo la dimisión de Ronald Reagan como presidente de los EE.UU. por sus continuas agresiones a numerosos países del planeta. Reconoce honestamente que él era miembro del Claustro, pero lo que no menciona -seguramente por olvido- es que él no sólo la apoyó sino que fue su promotor como secretario del Partido Comunista de Canarias. Aunque los avatares de la vida le hayan llevado a la CoCa, conglomerado de intereses privados que nos gobiernan desde hace tantos años.

Wladimiro ha encabezado de toda la vida todas las pancartas. Nadie duda de que de no disfrutar todavía de coche oficial -en su caso de todoterreno oficial- también caminaría detrás de la pancarta contra la incineración. La última pancarta tras la que quiso caminar, aunque la gente se lo impidió, fue la que movilizó a más de cien mil personas contra las torres de Vilaflor. Jamás ha sido capaz de explicar coherentemente qué hacía detrás de esa pancarta cuando antes y después siempre ha defendido esas torres, lo que probablemente sea legítimo, pero resulta algo grotesco y poco ético pretender estar en misa y repicando.

El año 2002 el Cabildo de Tenerife presentó un plan de residuos que pretendía quemar el 80% de las basuras, con una de las incineradoras más grandes de Europa. Ese plan se paró, desde las pasadas elecciones se han cambiado también a los responsables políticos y técnicos de la gestión de los residuos en la Isla. La diferencia fundamental entre el señor Guisado y don Wladimiro parece ser, según se desprende de la carta dominical de este último, es que Guisado nunca ocultó sus planes de quemar basura, mientras Wladimiro se ha convertido en un auténtico maestro en el mareo de la perdiz. Lo único que nos ha presentado para que debatamos y nos entretengamos es una bonita, cara e inútil página web -que presentó en enero en el salón noble del Cabildo- y que a día de hoy no ofrece información alguna sobre las líneas del nuevo plan.

Si alguien, sin embargo, tenía alguna duda sobre las intenciones ocultadas del Cabildo, este domingo esperamos que don Wladimiro se las haya despejado. Dice sin rubor alguno que la incineración tiene una -nula polución a la atmósfera-, por lo que todos nos preguntamos que si eso es tan maravilloso que hace, además, desaparecer la basura como por arte de magia, por qué en lugar de proponer una tan grande para Arico, que genera el 1% de la basura de la isla y cuesta más de 2.000 pesetas llevar una tonelada de residuos hasta un sitio tan alejado de los centros de producción, no hace tres más pequeñitas: una en el Valle de la Orotava, otra en el área metropolitana y una tercera en el sur turístico, donde los alemanes, tan acostumbrados a estos aparatos según el consejero, no los echarían de menos y podrían disfrutar de la incineradora como lo hacen de la cerveza y las salchichas.

La realidad es que nadie quiere una incineradora cerca de sus casas. Pero hay mucha gente, más de la que cabría esperar y entre ellas Wladimiro, que no queriéndola cerca de sus casas, no les importaría que la colocasen en Arico, por mucho que cueste llevarse la basura hasta allí, pese que también allí viven vecinos nuestros a los que la brisa nocturna les enviaría los humos sobre sus casas como ocurre desde hace 20 años con olores de un vertedero nefastamente gestionado. Así somos.

(*) Juan Jesús González Afonso es el portavoz del Foro Ciudadano contra la Incineración de Residuos.
Artículo publicado originalmente en Ania (Agencia de Noticias de Información Alternativa) el 15-05-2005

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