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HENRY: UN PÁRRAFO VALE UNA VIDA

(Por Fernand Yupanqui)

Más allá de la página 300 del libro "Encarnación. Una filosofía de la carne", el archi-desconocido Michel Henry, fenomenólogo cristiano y uno de los pensadores más fascinantes y complejos de nuestro tiempo, escribe quizá uno de los párrafos más sublimes de toda su obra:

"Sólo aquel que escucha en él el ruido de su nacimiento -que se experimenta como dado a sí en la auto-generación de la vida absoluta en su Verbo-, aquel que, dado a sí en esta autodonación del comienzo, no se experimenta más, en rigor, él mismo, sino que experimenta en sí sólo el Sí que lo dona a sí, sólo aquel puede decir a este Sí del Verbo: Tengo certeza de la verdad que hay en Ti".

El Sí que lo dona a sí, en Henry, es la Vida. La Vida, el Sí, es más que el viviente, el sí. En el Cristianismo de Henry, el Padre (Sí) y el Hijo (sí). El Padre es lo que está fuera de las posibilidades del Hijo. El Hijo no puede dar Vida, pues en realidad nadie nace a una nueva Vida, sino que es dado a la Vida por quienes ya estaban dentro de la Vida. De este modo, Henry habla de Cristo como la manifestación del Primer Viviente, "el que escucha en él el ruido de su nacimiento".

Michel Henry, en el pasaje citado, habla del despertar, quizá Místico, dice Miguel García-Baró, a la Vida fenomenológica absoluta; del despertar al don de la Vida, a la total desposesión de sí. Ahora bien, no se trata de una huida a la irresponsable nada budista o a la nada del fundamento de Heidegger: se trata de la entrega a la Archi-inteligibilidad de la Vida que Henry descubre en el Prólogo del Evangelio de Juan. Sin lugar a dudas, el lugar de la Vida Absoluta es la Gracia, la Vida-praxis hecha persona en Cristo, la experiencia viva de la Revelación, que, según Franz Rosenzweig, "actúa como una cuña en el mundo", es decir, rompe con toda identidad egológica convirtiendo su origen en un deber ético infinito.

Henry nos dice que la Vida es más que el hombre, pero que sólo el hombre puede vivirla y, así, entregarse a ella, al escándalo de la desposesión de lo que a nadie pertenece. Así, cuando Cristo dice que "Padre hay sólo uno" de lo que está hablando, contra los griegos, es de que la Vida no es un tema, sino que es invisible.

6 comentarios

Anónimo -

El aparecer o la Vida, que no es de este mundo. Incluso vida antes de intencionalidad.

Anónimo -

El aparecer o la Vida.

Yupanqui -

Redescubrir lo olvidado: el aparecer del mundo. Pero no como ser: ser no igual a aparecer.
El aparecer del mundo, según Henry, no se abre desde un horizonte exterior, luminoso. El aparecer lo "hace" la carne, la encarnación. La vida fenomenológica absoluta, la experiencia cercada por la afectividad. Es un aparecer invisible, es decir, lo que "hace" aparecer es invisible. La vida no está en ninguna parte. El Evangelio: "Mi Reino no es de este mundo". De algún modo, contra Heidegger. Contra el aparecer anónimo del ser, el aparecer carnal de la persona. Un abrazo.

perera -

Gracias, siceramente, por estas palabras... de celebración.

perera -

Ese TEXTito de Henry, que (nos) ofreces, podría haber sido escrito (y no) por San Juan de la Cruz. No tengo a mano (¿?) el fragmento algo conocido del carmelita, para copiártelo. Esa sÍ vidA (miyuscularmente hablando) que nos nombra(s).
Y entonces pienso en el debate de la intención y la conciencia, a propósito de Husserl, y digo: ¿no es acaso, como siempre, que todo (¿?) "se explica" desde este Sí-sí (vidA)? ¿No estamos siempre (de)vueltos a esta palabrA? Que viene. ¿Y cómo poder parar (de hablar) ante la venIDA que nos (in)valIDA?

Philippe Tacoronte -

Ando también con tu Geshé, me sorprende la comprensión del catolocismo como esencialmente volcado a lo otro que sí, vocado a tener un pie en el paganismo y en lo no cristiano. De ahí el universalismo católico, la gran capacidad de renovación: Laboratorioum salutis